Beirut. Era un día ordinario en Beirut. En una parte de la capital de Líbano se inauguró una iglesia con la presencia del líder del partido Falange Cristiana. En otra, facciones palestinas realizaron un desfile militar. Falangistas y palestinos se habían enfrentado, nuevamente, esa mañana.
Lo que sucedió después, el 13 de abril de 1975, cambió el curso de Líbano, sumiéndolo en 15 años de guerra civil que cobró la vida de aproximadamente 150 mil personas, dejó 17 mil desaparecidos y ocasionó la intervención de otros países. Beirut se convirtió en sinónimo de francotiradores, secuestros y autos bomba.
Líbano nunca ha lidiado completamente con el legado de la guerra, y en muchos aspectos nunca se ha recuperado por completo, 50 años después. El gobierno conmemoró el aniversario el domingo con una pequeña ceremonia y un minuto de silencio, un inusual reconocimiento oficial del legado del conflicto.
La agitación había estado gestándose. Milicianos palestinos habían comenzado a lanzar ataques contra Israel desde territorio libanés. Grupos de izquierda y muchos musulmanes en Líbano simpatizaban con la causa palestina. Cristianos y algunos otros grupos veían a los milicianos palestinos como una amenaza.
En ese momento, Mohammad Othman tenía 16 años, un refugiado palestino en el campamento de Tel al-Zaatar al este de Beirut.
Tres autobuses habían salido del campamento esa mañana, llevando a estudiantes como él, así como a integrantes de una coalición de facciones radicales que se habían separado de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Pasaron por el barrio de Ein Rummaneh sin incidentes y se sumaron al desfile militar.
Se suponía que los autobuses regresarían juntos, pero algunos participantes estaban cansados luego de marchar y querían regresar temprano. Contrataron un pequeño autobús de la calle, dijo Othman. Treinta y tres personas se apiñaron dentro.
No sabían que más temprano ese día, pequeños enfrentamientos habían estallado entre palestinos y miembros del Partido Falange que custodiaban la iglesia en Ein Rummaneh. Un guardaespaldas del líder del partido, Pierre Gemayel, había sido asesinado.
De repente, la carretera fue bloqueada y hombres armados comenzaron a disparar al autobús “desde todos los lados”, recordó Othman.
Algunos pasajeros tenían armas que habían llevado en el desfile, declaró Othman, pero no pudieron sacarlas rápidamente en el autobús abarrotado.
Un vecino del campamento cayó muerto sobre él. El hijo de nueve años del hombre también fue asesinado. Othman recibió un disparo en el hombro.
“El tiroteo no se detuvo durante unos 45 minutos hasta que pensaron que todos estaban muertos”, relató. Othman dijo que los paramédicos que finalmente llegaron tuvieron un enfrentamiento con hombres armados que intentaron impedirles evacuarlo.
Veintidós personas fueron abatidas.
Algunos libaneses afirman que los hombres que atacaron el autobús respondían a un intento de asesinato contra Gemayel por parte de milicianos palestinos. Otros aseguran que los falangistas habían montado una emboscada destinada a provocar un conflicto más amplio.
Marwan Chahine, un periodista franco-libanés que escribió un libro sobre los eventos del 13 de abril de 1975, cree que ambas versiones son incorrectas.
Chahine dijo que no encontró evidencia de un intento de matar a Gemayel, quien había dejado la iglesia cuando su guardaespaldas fue asesinado. Y añadió que el ataque al autobús parecía ser más una cuestión de jóvenes impulsivos en un puesto de control que una “operación planificada”.
Había habido enfrentamientos anteriores, “pero creo que éste tomó tal proporción porque se registró luego de muchos otros y en un momento en que la autoridad del Estado era muy débil”, explicó Chahine.
El ejército libanés había cedido en gran medida el control a las milicias, y no respondió a los incidentes en Ein Rummaneh ese día. Las facciones armadas palestinas habían sido cada vez más prominentes en Líbano después que la OLP fue expulsada de Jordania en 1970, y los cristianos libaneses también se habían armado cada vez más.
Dos Estados en un Estado
“Los Kataeb dirían que los palestinos eran un Estado dentro de un Estado”, dijo Chahine, usando el nombre árabe del Partido Falange. “Pero la realidad era que había dos Estados en un Estado. Nadie seguía ninguna regla”.
Selim Sayegh —ahora miembro del Parlamento y del Partido Kataeb— tenía 14 años y vivía en Ein Rummaneh cuando comenzó la lucha. Dijo creer que la guerra fue inevitable desde que el ejército libanés retrocedió de un intento de tomar el control de los campamentos palestinos dos años antes.
Sayegh indicó que los hombres en el puesto de control ese día vieron un autobús lleno de palestinos con “armas visibles” y “pensaron que era la segunda ola de la operación” que comenzó con el asesinato del guardaespaldas de Gemayel.
La guerra se desarrolló rápidamente a partir de ahí. Las alianzas cambiaron. Se formaron nuevas facciones. Israel y Siria ocuparon partes del país. Estados Unidos intervino, y la embajada estadounidense y los cuarteles de los marines fueron blanco de bombardeos. Beirut se dividió entre sectores cristianos y musulmanes.
En respuesta a la ocupación israelí del sur de Líbano, un grupo político-paramilitar chiíta se formó a principios de la década de 1980 con el respaldo iraní: Hezbollah. Creció hasta convertirse en posiblemente el grupo armado no estatal más poderoso de la región.
Hezbollah fue el único grupo miliciano al que se le permitió mantener sus armas después de la guerra civil de Líbano, dado un estatus especial como “fuerza de resistencia” porque Israel todavía estaba en el sur de Líbano.
Luego que el grupo fue seriamente debilitado el año pasado en una guerra con Israel que terminó con un alto el fuego, ha habido una creciente presión para que se desarme.
Othman dijo que se convirtió en combatiente después que comenzó la guerra porque “ya no había escuelas ni nada más que hacer”. Más tarde dejó las armas y se convirtió en farmacéutico.
Recuerda estar desconcertado cuando un acuerdo de paz en 1989 marcó el fin de la guerra civil: “Toda esta guerra y bombardeos, y al final hacen algunos acuerdos y todo termina”.
De los otros 10 que sobrevivieron al ataque al autobús, dijo, tres fueron asesinados un año después cuando milicias cristianas atacaron el campamento de Tel al-Zaatar. Otro murió en un bombardeo en 1981 en la embajada iraquí. Dos más fallecieron de causas naturales, uno vive en Alemania, y ha perdido el rastro de los demás.
El autobús también ha sobrevivido, como un recordatorio.
Antes del 50mo aniversario del ataque, fue remolcado desde un almacén en una granja al Museo Nabu en Heri, recinto privado al norte de Beirut. Los visitantes se toman fotos con él y observan los orificios de bala en sus lados oxidados.
Ghida Margie Fakih, portavoz del museo, dijo que el autobús permanecerá en exhibición indefinidamente como un “llamado de atención” para recordar a los libaneses que no deben volver a tomar el camino del conflicto.
El autobús “cambió toda la historia en Líbano y nos llevó a un lugar al que nadie quería ir”, señaló.