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Eduardo Galeano, el hombre de los abrazos / Elena Poniatowska

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La escritora recuerda al periodista y autor uruguayo a una década de su fallecimiento. Imagen de 2011. Foto archivo 'La Jornada'
13 de abril de 2025 08:51

Hoy se cumplen 10 años de la muerte de Eduardo Galeano. Si un escritor latinoamericano tuvo carisma entre los jóvenes, ése fue Eduardo Galeano, el uruguayo que en la noche mexicana se acostaba envuelto en las páginas de La Jornada. Claro, Mario Vargas Llosa, el peruano es guapísimo; Carlos Fuentes, el mexicano, es entrañable, juvenil, ligero y ágil como una gacela o un gimnasta digno de participar en todos las Olimpiadas, claro. A quién más admiré y más quisieron mis papás (y yo) fue a Octavio Paz, pero en el caso de Galeano, su calidad humana le ganó a la galantería y pude tratarlo tanto en sus conferencias en el Palacio de Bellas Artes como en la mesa de Arnaldo Orfila Reynal y Laurette Sejourné en la esquina de Morena y Gabriel Mancera, número 430, sede de Siglo XXI Editores.

En la sala Manuel M. Ponce, su hermosa cabeza grecolatina enmarcó una mirada adolorida, su cuello giró atento a las preguntas de cualquiera desde el primero que lo abordara hasta la masa de estudiantes que lo siguió a puro abrazo latinoamericano.

¡Qué caliente la sala Manuel M. Ponce! El fervor cubrió a Helena Villagra, su esposa, a la que Galeano se refirió siempre: Hermosa como la de Troya; a Rigoberta Menchú, a quien Galeano invitó a cenar nopalitos en la Fonda del Refugio; a mí misma, que aguardé el momento para asaetearlo a preguntas. Galeano no se impacientó, la celebridad no se le ha subido. Arnaldo Orfila se felicitó a sí mismo por haber publicado Las venas abiertas de América Latina porque, además de bello, el volumen vende mucho.

Los jóvenes aún tienen fresco el nombre de Eduardo Galeano. Manuel Díaz, por ejemplo, considera que Las venas abiertas de América Latina es un buen análisis sociológico-literario del continente. Fanático del futbol, Manuel también asevera que la obra del uruguayo El futbol a sol y sombra le gustó, pero que es “más de diversión para fanáticos y ‘nerds’ que una gran aportación a la literatura” y añadió, mirándome con cierto desencanto: “Tengo pendiente leer Cerrado por el futbol, El libro de los abrazos y algún otro que se me atraviese, pero le aseguro, Elena, que Galeano es bastante disfrutable.”

Deyanira Jiménez es maestra de prescolar y conmueve su entusiasmo al hablar de Futbol a sol y a sombra: Es un libro muy bueno, me gusta porque su narración es muy fluida, es fácil de leer, es muy familiar. De las impresiones de Eduardo Galeano acerca de los jugadores de futbol, Deyanira explica: “No considero que ser un jugador profesional sea divertido como profesión, más bien se convierte en una pasión y las pasiones llevan al júbilo o a la desdicha. Para escribir de futbol, Galeano es impecable porque te adentra en la lectura con tanto contexto histórico que te hace recordar que las leyendas del futbol son humanas. Después de Futbol a sol y sombra, este deporte no es uno más para mí. Me quedé con la necesidad de que alguien me hablara de futbol como lo hace Galeano. He prestado mucho ese libro y por eso está un poco maltratado y lleno de manchas de café.”

El 13 de abril de 2015, en la Feria del Libro de Londres a la que México fue invitado, me enteré de la muerte de Eduardo Galeano. La noticia corrió entre los pasillos y muchos libreros abandonaron sus estands para asegurarse de que era cierta. En cuanto a mí se refiere, recibir la mala noticia entre libros y tomos a la vista fue la consecuencia lógica de una vida dedicada a la literatura y me ayudó a pensar en Galeano, a recordar su rostro fuerte y su mirada rigurosa e inquieta.

De todos los escritores de América Latina que la agente Susan Bergholz representó en Estados Unidos, Galeano era su preferido, después de Sandra Cisneros, cuyo triunfo se ha prolongado gracias al cariño que Susan dedicó a Galeano. Fue un escritor generoso que nunca tuvo miedo de denunciar la corrupción y la mentira, y en nuestra América Latina las voces honradas y valientes son las que más falta hacen y más riesgos corren.

Recuerdo una cena con Helena, su esposa, en San Ángel. Galeano hacía un gran esfuerzo por participar, pero estaba muy cansado y el rostro enrojecido por su lucha contra el cáncer evidenciaba a leguas lo que le costaba seguir viviendo. Helena lo miraba y acomodaba sobre sus hombros un suéter tan aplaudido como el de los jóvenes asistentes a la sala Manuel M. Ponce en Bellas Artes. Fue la última cena que compartimos y regresé a la casa pensando que la celebridad tiene mucho de veneno.

Román Cortázar Aranda, desde Querétaro, ha mantenido vigente la obra de Galeano entre los jóvenes en México. En 2023 publicó Eduardo Galeano: Las orillas del silencio, una coedición de la UNAM, la Universidad de la República y Siglo XXI Editores. Román me aseguró: Después de meter las narices en los semanarios y periódicos uruguayos de los años 50 y 60, y especialmente en las cosas que publicó Eduardo desde la edad inverosímil de los 14 años, pude acometer la biografía de su estilo. Román investigó durante casi 10 años la vida y obra del uruguayo de quien se hizo muy cercano, al igual que de Helena Villagra, compañera de vida –como suele decirse– de Galeano.

Su libro clásico, Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971, causó sensación entre los lectores, sobre todo entre los jóvenes y todavía Siglo XXI Editores lo vende mucho. Es uno de sus best sellers. Hugo Chávez se lo entregó a Obama en Venezuela y después le hizo llegar toda la obra: Las palabras andantes, Espejos, Bocas del tiempo, Los hijos de los días, en cuyas páginas, los textos se han hecho cada vez más al alcance de todos porque Galeano se dedicó a recoger pequeñas historias que le regalaban y que él a su vez ponía en manos de otros como si fueran dulces sacados de las bolsas de su pantalón.

Cada historia que Galeano recuperaba era parte de la historia de los más pequeños (como lo dice muy bien Hermann Bellinghausen, a quien admiro más que a Galeano), aunque Galeano devolvió a los ignorados de la tierra chispazos, revelaciones milenarias, que metía en un mismo dedal con las luchas y fatigas del presente.

“Galeano perfeccionó una magia especial para pegar los textos parchados (de ‘ patchwork’) en un solo lienzo cargado de belleza y sentido, con precisión de orfebre mayor de nuestra lengua. Galeano es el puente que da constancia poética a la historia oral y universal de las Américas.”

Esos textos resultan joyas que resumen los dolores, sortilegios y maravillas de los pobres de toda América Latina. En México, con razón Galeano apoyó al zapatismo y reconoció a los zapatistas y a su portavoz, el subcomandante Marcos.

Con razón, también, fue el jefe de redacción del semanario Marcha, ejemplo de prensa crítica y comprometida. En lo que a mí se refiere, Marcha me hizo el gran honor, a través de Carlos Quijano, su director refugiado en México, de publicar uno de los capítulos de Tinísima y todavía guardo como un tesoro el abrazo que me dio en su oficina durante su estancia en México.

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