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¿La fiesta en paz?

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El maestro Rodolfo Gaona. Foto archivo
13 de abril de 2025 08:41

El próximo sábado 12 de abril se cumplen 100 años de la despedida de los ruedos del maestro Rodolfo Gaona Jiménez (León, Guanajuato, 1888-Ciudad de México, 1975), primera figura mexicana verdaderamente internacional y quien sabría enfrentar en las primeras dos décadas del siglo pasado las descompuestas embestidas de hombres y bestias de aquí y de allá.

En la novela biográfica publicada en Amazon y en Kindle, Vida, ¿nada me debes? La amada inmóvil y su hija, a partir de la información confidencial obtenida de descendientes directos, su autor, Hernán González G. colaborador de La Jornada, incluye una desconocida anécdota entre el entonces reconocido poeta y diplomático Amado Nervo, su hija adoptiva, Margarita Dailliez, y el Indio Grande Rodolfo Gaona. Cuando en México ya no quedan Gaonas ni por asomo y menos escritores famosos que se ocupen del hoy prohibido tema, un humanismo falso juega a abolir toda violencia y se pone a las órdenes de la globalización uniformadora anglosajona.

“El encuentro ocurrió –recuerda Margarita– cuando cumplí 17 años en un restorán de la Carrera de San Jerónimo, donde el señor Nervo y yo nos disponíamos a comer. De repente, ante nosotros apareció un pequeño grupo encabezado por un hombre elegantemente vestido, de tez morena, mirada intensa y gallarda figura, tan esbelta como proporcionada, que dirigiéndose directamente a nuestra mesa, exclamó: ¡don Amado Nervo, por fin puedo saludarlo!, al tiempo que el poeta se ponía de pie y se fundía en un efusivo abrazo con el para mí desconocido personaje. Margarita, mi hija, indicó cuando logró soltarse, y agregó: quiero presentarte al famoso torero mexicano Rodolfo Gaona, auténtico ídolo de los públicos españoles y a quien admiro desde hace muchos años. El hombre se inclinó sonriente, tomó mi mano con fuerza, la besó y dijo: a los pies de usted, señorita, tan bella e inolvidable como lo que su padre escribió en El Imparcial con motivo de la inauguración de la plaza de Vista Alegre, aquí en Madrid, al decir entre otras cosas: ‘Gaona fue a vender cajetas a Celaya… ¡y las hizo valer!’.

“Como sin entender una palabra mirara asombrada aquella figura morena, varonil y atractiva soltó mi mano y dirigiéndose al señorín expresó con altisonante voz: ‘pues hoy quiero corresponder a ese elogio diciendo que usted, maestro Nervo, vino a escribir a la tierra de Cervantes ¡y se ha hecho valer!’ Mientras los comensales prorrumpían en una espontánea y unánime ovación yo flotaba y ellos volvieron a abrazarse, despidiéndose. Pocas veces en mi vida vi al poeta más emocionado y en la mirada de ambos alcancé a vislumbrar la tremenda fuerza que manaba de un pueblo como el mexicano, aún desconocido para mí, al tiempo que comprobaba que nunca antes la presencia de un varón me había provocado tan perturbadora agitación.

“Por periódicos y revistas me enteraba de los constantes triunfos del señor Gaona, luego supe de su matrimonio con la actriz española Carmen Ruiz Moragas en octubre de ese 1917, en Granada, y de su separación sólo tres meses después. Lucía, que se enteraba de todo no por lo que leía sino a través de amistades y conocidos, me dijo que desde el año anterior la señora Carmen era amante del mismísimo rey Alfonso XIII y que el último en enterarse había sido el torero mexicano, utilizado como desesperada e inútil tapadera por la actriz y sus padres y, según rumores, por el propio monarca. Pobre Gaona, tan apuesto y exitoso, me dije, cómo no hubo alguien que le explicara lo del ‘fuego cruel que arrastran los varones’ y la conveniencia de permanecer alertas…”

Nosotros ya no somos los mismos

Hombres de dinero no están detrás de políticos, sino delante.

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