Ciudad de México. Por fin. Después de años de hashtags, listas de reproducción interminables, teorías de giras que se desvanecían con cada nuevo anuncio y coreografías ensayadas en patios, azoteas y cuartos compartidos, Stray Kids pisó por primera vez la capital mexicana.
Este sábado, el Estadio GNP –ese coloso que ha sido testigo de leyendas musicales y revoluciones emocionales– se convirtió en territorio STAY.
Horas antes del concierto programado para las 8 de la noche, la explanada del estadio se transformó en pasarela y punto de encuentro. Jóvenes ataviadas con outfits inspirados en videos como Maniac o S-Class, muchos replicando presentaciones icónicas del grupo, intercambiaban freebies: pequeños regalos sin esperar nada a cambio, costumbre esencial en los conciertos de K-pop.
“Es como decir: Estoy feliz de estar aquí contigo, aunque no te conozca”, explicó Dulce, estudiante de preparatoria, mientras repartía dulces y fotos decoradas con frases en coreano y pequeños stickers.
Germán Canseco
Algunas llegaron solas, otras en grupo, muchas se conocieron en línea y otras vinieron acompañadas por madres, hermanos, primos o incluso papás que aprendieron a pronunciar los nombres de los ocho integrantes para no quedarse fuera del código afectivo.
“Vine con mi hija. Yo sólo sé que se llama Bang Chan el líder, pero me emociona verla feliz”, narró Roberto, padre que espera en la entrada con una pancarta pintada a mano que dice STAY DAD.
Brenda, estudiante de 18 años, llegó vestida con un look rosa inspirado en una presentación del grupo en los Billboard Music Awards. Chonguitos, chamarra de vinil, pantalón a juego y unos lentes.
Conoció a Stray Kids en la secundaria y, dice, su música la ayudó a salir de un episodio depresivo. “Los escuchaba cuando sentía que nada tenía sentido. Me hicieron sentir acompañada”, añadió, mientras le dio un abrazo a una chica que acaba de conocer.
Germán Canseco
La euforia fue tal que un día antes, Ocesa K-pop informó en su cuenta de X (antes Twitter) que se liberarían boletos adicionales debido a la alta demanda. Conseguir una entrada no fue sencillo ni barato.
Dulce recordó que pagó casi tres mil pesos y pasó por una auténtica “batalla virtual” para asegurarse un lugar. Pero valió la pena. “Ellos hacen sentir muchas cosas. Una canción puede hacerte llorar, saltar o gritar. Tienen una conexión muy directa con nosotras”.
Desde Chile, Brasil y Perú, la gira dominATE venía arrastrando multitudes y emociones fuertes. México no fue la excepción. El clima fue benevolente: no llovió. Sin embargo, la verdadera tensión era por las ganas contenidas de ver a los artistas salir del escenario.
“En la zona general B nos pidieron no causar disturbios ni aglomeraciones. Ya ha pasado que alguien se desmaya y arruina la experiencia de muchas”, señaló Sofía, quien trajo consigo tapones para los oídos, una toalla para el sudor y una batería externa para el celular. “No quiero perderme ni un segundo de esto”.
Germán Canseco
Entre los objetos permitidos estaban los binoculares (sin láser), maquillaje en polvo, medicamentos con receta, toallas sanitarias y tampones, y hasta lentes de sol para quienes llegaron desde la mañana. Pero nada de cámaras profesionales, bastones para selfies o iPads. Aquí, la experiencia era en tiempo real, sin filtros, sin edición.
A las puertas del recinto, STAY –el nombre oficial del fandom– se abrazaba, se consolaba, lloraba un poco, reía en demasía. Para muchas, Stray Kids no es sólo una banda de K-pop sino un puente hacia otras personas que sienten igual. Una forma de decir “no estoy sola” sin decirlo con palabras.
Y todavía falta la segunda fecha: este domingo, el mismo lugar volverá a vibrar.