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El gran giro

07 de abril de 2025 12:02

La producción es un hecho económico fundamental. Desde las formas primitivas de subsistencia hasta los procesos tecnológicamente más avanzados, la sociedad sólo sobrevive mediante la actividad de producir, fuente primordial de la creación de riqueza. Este proceso no es necesariamente armónico; por el contrario, las relaciones sociales de producción tienden a hacerse más complejas y son esencialmente conflictivas. 

Una noción clave en el análisis económico y social es la del excedente. Entiéndase éste, de modo muy simple, como la porción del producto generado que no se consume y que se apropia en una determinada sociedad de distintas maneras. La sociedad, la civilización, serían imposibles sin la generación de excedentes. Éstos surgen cuando hay un aumento de la productividad derivada de la capacidad de trabajo, del avance del conocimiento, del uso de medios de producción: insumos, instrumentos y maquinaria diversos. Es el proceso de acumulación. 

El problema consiste en cómo se usa el excedente. Ahí surge el entramado de las formas políticas, legales e ideológicas que hacen posible organizar la creación misma de excedentes y determinar el modo en que se distribuyen o apropian. El tema de la distribución es crucial y fue señalado como determinante por David Ricardo en el análisis de la economía política en la segunda mitad del siglo XIX. 

La cuestión se conforma, también, con la utilización del dinero, en cualquiera de las formas en las que ha evolucionado y sobre todo del complejo sistema de crédito (deudas), con su propio desarrollo, extensión y profundidad. La cuestión es esencial en la consideración dinámica de los sistemas de producción, comercio y financiamiento; este último es el que mueve el poder de compra en el tiempo y el espacio. Comercio y financiamiento han estado ligados durante miles de años. La relevancia de las transacciones financieras ha crecido de modo significativo; mientras a mediados del siglo XIX representaban alrededor de 16 por ciento del producto mundial, hoy equivalen a cuatro veces más del valor de dicho producto. 

Este es un punto de referencia de los procesos y los grandes giros que se están provocando ahora de manera rápida y profunda. Lo que está en curso es el final intempestivo e incierto de un régimen internacional de producción, comercio y deuda que se instauró luego de un periodo calamitoso entre 1914 y 1945 de dos guerras mundiales y, entremedio, una profunda crisis económica de 1929 a 1933. Ese orden asociado con los acuerdos de Bretton Woods se ha ido deshilachando progresivamente con puntos de ruptura muy significativos, como fue el caso del fin de la convertibilidad de dólar en oro en 1971. 

Una aproximación a este proceso puede hacerse considerando cómo se mueve el dinero en el terreno mundial. Con esto me refiero al mecanismo constituido básicamente por la producción como factor primordial para la generación de riqueza. En la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña, que era la potencia económica, perdió su predominio cuando se desplazó el impulso productivo a Estados Unidos y con él también el dinero. Residió ahí el poder económico hasta que se ha ido desplazando nuevamente en el marco de la globalización, ahora hacia China, con los procesos asociados con las cadenas de producción, el acelerado avance tecnológico, un extenso entramado financiero y el consecuente ajuste social. 

Junto a ese traslado productivo y financiero se ha movido también el dinero. China es el mayor acreedor de la deuda de Estados Unidos. El dólar, a diferencia de la libra esterlina, pudo extender su condición de privilegio al mantenerse como dinero de reserva mundial, pero con la persistente acumulación del endeudamiento público y con cambios sensibles en los patrones del comercio asociados con las transformaciones productivas. 

Cuando un país tiene el dinero acapara poder e influencia con ventajas para sus ciudadanos, por ejemplo, la de tener una moneda fuerte y sobrevaluada que le permite acceso preferente en cuanto a los precios relativos de las importaciones. Esta condición es la que está en cuestionamiento hoy. De ahí la ruptura del orden económico que está en proceso. 

Una forma en que esto se ha expresado es, por ejemplo, la relevancia económica que ha adquirido la consideración explícita de la geopolítica. Las transformaciones de las bases productivas, financieras y espaciales de la generación de la riqueza y su correlato financiero son un factor definitorio del plan que se ha puesto en marcha, sostenido por políticas proteccionistas. 

La globalización sentó nuevas bases de la generación de la riqueza con las consiguientes repercusiones en materia comercial, financiera y productiva. El conflicto abierto hoy responde a un intento de reordenamiento planteado de manera muy peculiar mediante el instrumento de las tarifas, una de cuyas intensiones expresas es devolver la actividad industrial a Estados Unidos y, aún más, sin que el dólar pierda su condición de privilegio, asunto éste que, claramente, es muy controvertido.

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