Julio César Chávez, la leyenda del pugilismo nacional, llegó al Zócalo y, frente a un viejo rival, mostró que hay descalabros que calan y no se olvidan, pero de los que uno puede levantarse: una dolorosa derrota en un deporte en el que no estaba acostumbrado a perder o caer en el laberinto de las adicciones. La escena sintetizó el postulado que afirma: El boxeo como metáfora de la vida.
Ayer, el Zócalo de la Ciudad de México –principal plaza pública del país– trasmutó a gigantesco ring para recibir a miles en la Clase Nacional de Boxeo, convocada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, como una estrategia para incentivar la actividad física como opción de vida.
Disciplina sobre la cual han escrito plumas literarias como las de Julio Cortázar, Carol Oates, Ernest Hemingway o Jack London, es sin duda uno de los deportes nacionales. Está popularizado en los barrios más pobres del país y del que han surgido grandes exponentes que con cada victoria hacen que reluzca el nacionalismo, que los lleva muchas veces a ser ídolos o leyendas y fue reivindicado por la mandataria como la actividad antagonista de las drogas y la violencia.
Junto a gladiadores como Rubén Púas Olivares y el miembro del salón de la Fama, el panameño Roberto Mano de Piedra Durán, la jefa del Ejecutivo afirmó que esta clase es muestra que “la disciplina física nos hace más libres, más sanos y más felices (…) muestra que el pueblo de México es valiente y glorioso”.
Acabada la participación de la presidenta, Chávez –ejemplo de resiliencia– se paró ante su viejo rival, Óscar de la Hoya y, en posición de guardia, comenzaron a marcar golpes. De nuevo cara a cara, llevaron a miles de presentes –sobre todo a los más veteranos que lo atestiguaron– a un viaje que evocó aquel par de batallas donde el mexico-estadunidense derrotó al ídolo de México.
Foto Cristina Rodríguez
Entre juegos, Chávez soltó un recto de izquierda a la altura del rostro de su antiguo contrincante, quien sorprendido reaccionó, logrando esquivar un impacto seguro. De la Hoya contestó marcando con el golpe que convirtió en leyenda al mexicano: el gancho al hígado.
Saldada la añeja afrenta, soltaron varias carcajadas y tomaron sus sitios de mánagers de lujo en la Clase Nacional de Boxeo.
Miles fueron partícipes de esta inédita actividad. Mujeres, niños, jóvenes, hombres y adultos mayores. El Zócalo se pintó en un gimnasio de entrenamiento con los colores patrios. A este escenario se sumaron muchos más, plazas públicas de las 31 entidades se conectaron vía remota para seguir las indicaciones de las y los campeones.
Cada movimiento, todo golpe, y los juegos de piernas elevaron el entusiasmo de los asistentes. Aun cuando el Sol se convertía en otro rival, resistieron más de media hora el intenso entrenamiento.
Las lecciones las comenzó el ex campeón mundial Marco Antonio Barrera. Siguiendo el libreto, la primera enseñanza fue ejecutar el golpe básico del pugilismo: el jab –que mantiene media y larga distancia y a su vez permite iniciar los ataques–.
Foto Cristina Rodríguez
Asisten 42 mil en la CDMX
Raudos, los 42 mil participantes en el Zócalo –en la cifra oficial– comenzaron a lanzar el tradicional golpe directo. Diez tiempos para un puño, igual para el otro, hasta que Chávez le puso pimienta: Dos izquierdas y una derecha, pidió.
La indicación pareció sencilla, la ejecución no tanto. En principio costó la coordinación, los asistentes percibieron que necesitarían de mayor concentración y esfuerzo. Algunos contaban en voz alta para no perder el ritmo; otros, atónitos, no daban crédito a que era imposible conectar de forma continua y exacta los tres golpes.
En medio de la Plaza de la Constitución –punto neurálgico de la vida política, histórica y cultural del país–, don Bernabé, viejo pugilista de la Romero Rubio practicaba sus propios movimientos.
Enfundado en ropa deportiva, gafas oscuras, un sombrero y, con una pesada mochila que le servía de balance, el veterano boxeador –que aseguró haber sido multicampeón en los torneos que anualmente se organizaban cerca de Tepito, allá en los años 70 –no seguía las indicaciones de los reconocidos mánagers.
Tiraba sus propios golpes al aire y los intercalaba con movimientos de pies y cintura.
El box es cosa seria, dijo mientras repetía una rutina con tres upper y un gancho, como premonición de la clase, pues Mano de Piedra” pidió ese intercambio. Frente a campeones como Irma Torbellino” García, Carlos Zárate, Lourdes Juárez, Jessica Nery Plata, José Luis Bueno, Humberto Chiquita González, Isaac Pitbull Cruz, David Rey Picasso, Marilyn Badillo y Rey Vargas, funcionarios de gobierno hacían su mayor esfuerzo para completar el entrenamiento .
Sin perder un sólo momento la sonrisa, la jefa de Gobierno capitalino, Clara Brugada, cumplía enjundiosa los movimientos instruidos. Minutos antes aseguró que con esta clase se le propinaba un nocaut a la violencia en todo el país.
El paladín para esta actividad, Miguel Torruco, director de Promoción al Deporte, Arte y Bienestar, y los secretarios de Educación federal y local, Mario Delgado y Pablo Yanes, respectivamente, mostraron sus dotes pugilistas.
Tras minutos de arduos esfuerzos, los asistentes volvieron a ser testigos del pique Chávez-De la Hoya.
El mexico-americano pidió un último ejercicio para cerrar la clase: “doble jab y gancho de izquierda”. De inmediato, JC Chávez reaccionó: ¡Con el que me chingaste!, dijo sin detener los ejercicios.
¡Chávez, Chávez, Chávez!, lanzaron miles para recordarle que entre las viejas glorias, su figura está entre quienes alcanzan el calificativo de héroes.
Por la noche, la presidenta Sheinbaum calificó en redes sociales de éxito la megaclase de box. Participaron alrededor de 500 mil personas en todos los estados. Felicidades al pueblo de México, que dice sí a la educación, sí al deporte, sí a la paz.