En un día feliz, un libro nació Los rituales de caos, por gracia de … Carlos Monsiváis.
Definir a la Ciudad de México es una tarea casi imposible, sin embargo, Carlos Monsiváis logró describirla y definirla a través de sus rituales. Aunque algunas cosas han cambiado desde hace 30 años, aun existen lugares, personajes y símbolos religiosos que siguen presentes en la actualidad dentro de la cultura mexicana.
Lugares como El Metro, la Basílica de Guadalupe y el Palacio de los Deportes. Personajes como El Santo, Luis Miguel y Madonna. Y símbolos como la Virgen de Guadalupe, el niño Fidencio o el Papa Juan Pablo II (sí, aún sigue vivo en estampitas).
De entre todos los lugares antes enumerados El Metro es el que recibe más gente durante todo el año. De acuerdo con la página de “Metro CDMX” cada día más de 4.5 millones de personas usan el transporte, por eso Monsi nos dice “donde se hallan mil se acomodan diez mil” dentro de los cuales él se encontraba como usuario frecuente. El segundo lugar más concurrido es la Basílica de Guadalupe. Un santuario que recibió 11 millones de personas entre el 9 y el 12 de diciembre del año pasado, según un reporte gubernamental. Finalmente tenemos al Palacio de los
Deportes, que varía su número de visitantes dependiendo del artista que presenta. Por eso Carlos lanza la pregunta “¿Cuántos adolescentes le caben al Palacio de los Deportes? El número no es concebible”.
Nuestra monstruosa ciudad lo contiene todo. La multitud es su personaje principal. “En el terreno visual, la Ciudad de México es, sobre todo, la demasiada gente”. De entre las multitudes nos dice el cronista que “el Tlatoani es pareja del El Santo, El Enmascarado de Plata”, porque la gente ve en el luchador una figura de poder mítica que viene desde la antigüedad más remota de nuestro país. Otro hombre- fenómeno que no se sube al ring, pero sin duda causa gran emoción es Luis Mi, “él es ágil, baila, lanza golpes al aire para derribar a Eolo o algún otro de los dioses
menores de la mitología” escribe Carlos, su poder es tan grande que la mayoría de los mexicanos, sin ser fans oficiales de Luis Miguel, nos sabemos el famoso coro “no culpes a la noche/ no culpes a la playa/ no culpes a la lluvia/será que no me
amas”.
Por último, pero no menos importante tenemos a Madonna una figura que cuando vino a México creó controversia. Así lo expresó una voz del pueblo. “¿Cómo aceptar que esa señora Louise Veronica Ciccone use el nombre de la Madre de Dios? ¡Madonna sólo hay una y está en el cielo!”. A pesar de esta opinión, el entrevistado acepta que luego de la visita de la cantante y bailarina la sociedad dejó de hacerle caso. Con lo que comprobamos una vez más que los que no nos quieren tanto nos hacen más publicidad que nuestros amigos.
Ahora hablemos de los símbolos religiosos, pues son muy importantes, nos dice Monsiváis, para definir la identidad del mexicano. Nuestra invitada de honor, en esta sección es sin duda la Virgen de Guadalupe. No por nada Manuel Altamirano concluye. “En cuanto al pueblo ignorante, haced la experiencia, preguntad a un hombre cualquiera, sea de las indígenas analfabetas, o bien de los mestizos que hablan español y que saben leer, quién es la Virgen de Guadalupe… y os dirán al instante la historia o la leyenda de los milagros”. Quitando del comentario los adjetivos despectivos, “Nuestra Señora de Guadalupe” sigue siendo bien conocida por todos y es por eso que su culto se ha mantenido muy vivo durante tantos años.
Por otra parte, tenemos al niño Fidencio. “Es curioso advertir cómo en la leyenda fidencista se dibuja el tema principal: el carácter de Cristo-de-nues-tra-época”, nos comenta Monsiváis. A lo que agregaría lo siguiente: Fidencio es una figura que representa a un Cristo mexicano, por lo tanto, se convierte en un Cristo nuestro. Su origen nacional lo santifica poderosamente casi de inmediato.
Nuestro último símbolo religioso es el papa Juan Pablo II, quien describió a los mexicanos así. “México sabe rezar, México sabe cantar, pero sobre todo, México sabe gritar!”. Y es cierto, tan solo hay que asistir a un partido de futbol para escuchar la famosa “Ola” o el “¡Gooooool!” de cualquier comentarista y aficionado del deporte durante cualquier partido.
Lo que nos dejó Carlos Monsiváis como legado en Los rituales del Caos es una especie de retrato de nuestra monstruosa y magnética Ciudad. Hoy que Monsi ya no está lo podemos recordar en sus libros, pero sobre todo en cualquier lugar de esta caótica metrópili que no termina de reinventarse. Así como Pita Amor proclamó “Yo soy mi casa”, Carlos seguramente proclama a voz en cuello desde el Cielo o el Infierno “Yo soy mi ciudad”.