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Escándalo

26 de marzo de 2025 00:04

De pronto, sonó un gong imprevisto y el momento, la materia a tratar, así como el potencial para un escándalo mayúsculo apareció a la vista de numerosos interesados. El asunto portaba lo necesario, tal vez mucho más de ello, para convertirse en un arma formidable de ataque y ventas. Y no defraudó: a los iniciadores se sumaron miles. Unos con sus acostumbrados megáfonos mediáticos fóbicos. Otros, la inmensa mayoría, en las sonoras rutas internáuticas, pagadas unas y voluntarias las demás. Llegaron a formar el coro con el cual espantar al mundo entero. Los sucesos criminales mexicanos resonaron, de nueva cuenta, alentados por los usuales agentes locales ya bien conocidos. 

En un remoto lugar de Jalisco se descubrió el terror: un campo que, con saña y pasión, fue catalogado como de exterminio. Y la noticia y el miedo, la pena con su tragedia, la maldad asesina, el dolor de las madres y, a veces, de los padres, se esparció por todos los confines del país. Alguien había dado la voz de alarma: allí, en Teuchitlán se halló, aseguraron, el caso grotesco de lo que acontece en México. Un insignificante rancho, llamado Izaguirre, guardaba los terribles secretos. Una prueba adicional, evidente, de la pérdida de control sobre el crimen de autoridades irresponsables escribieron y gritaron. 

Qué más se podía esperar en estos momentos de agobio y orfandad opositora. Era la oportunidad, el momento de la cargada vengadora y así sucedió sin cortapisa alguna. Un conjunto de mochilas y zapatos sin dueño, adicionados a hornos crematorios –inexistentes– con su aderezo de odio y rencor, fueron los detonantes. 

No cabía la menor duda, dijeron, y al Izaguirre se le asignó un lugar nacional, equivalente al infamante Auschwitz. Tal vez, aseguraron ciertos teóricos del sacrificio, uno de tantos más, no examinados ni conocidos hasta ahora con tal fama. Se rescataron con alebrestadas citas lugares como San Fernándo, en Tamaulipas, u otros en Coahuila con merecimientos iguales o peores. La tétrica noticia fue adoptada como tal en innumerables lugares del mundo entero. La hazaña difusiva se había consumado. 

Sólo que Teuchitlán contenía fallas de análisis y notables exageraciones –intencionales y gratuitas– que la hicieron tambalearse y caer. Intervino la Presidenta en persona y abrió espacio para una investigación lo más rigurosa posible. Hacerlo con transparencia, profesionalismo y honradez que satisfaga a la ciudadanía. Una tarea nada fácil de llevar a cabo. 

El fiscal quedó a cargo de iniciar la situación de lo ocurrido. Deberá nombrarse a los responsables de los crímenes ocurridos y las omisiones, errores y complicidades de las distintas autoridades. Un cártel (CJNG) apareció en la retaguardia y hacia él habrá que enfocar las condenas, la persecución y los castigos. 

Pocos o ninguno de los que acudieron al escándalo, prontos y alborotados, ha reconocido autoría o participación alguna en el barullo. Ante el pinchazo de la realidad, se ha buscado redondear el suceso con otras señales y aderezos. Se pretende incapacitar que sea dimensionado con precisión y justicia. Se trató de adherirle, a la Presidenta y su gobierno, cuanta responsabilidad y culpa derivada se pueda encontrar. Esculpir en piedra, si es posible, la sentencia del “certero Trump” que alega la simbiosis de crimen y gobierno. 

Lo que va quedando en concreto y hasta ahora es el uso de ese infame rancho, como un campo de entrenamiento sicario para jóvenes y forzados reclutas. Es factible, también, que ahí ocurrieron asesinatos y que fueron perpetrados a sangre fría por los carceleros de tan particular sitio. Pero la existencia de hornos está fuera de consideración alguna. Para ello se requieren instalaciones complejas de gas, electricidad y concretos que no se encuentran por lado alguno del terreno. 

La concurrencia de escudos partidarios diferentes, como el estatal de Movimiento Ciudadano, ha permitido diferenciar responsabilidades, tanto en la investigación original como en la ligazón de autoridades locales con el ya tristemente famoso cártel. Además, ya se conocen capturas federales de varios delincuentes, participantes directos, en estos hechos criminales. En particular del reclutador y entrenador en jefe de jóvenes, un delito que, por cierto, debe tipificarse de extrema gravedad. 

La profundidad del caso levantó una ola de indignación general que fue preciso atender desde la misma Presidencia. Se tomaron decisiones importantes para asegurar la eficacia y amplitud en búsqueda y encuentro de desapariciones forzadas. Asunto que exige ser rescatado y darle la dimensión y no languidezca entre la burocrática oficialidad. Una vez más, la oposición partidaria y el conservadurismo no redondean postura válida alguna ante un modelo, partido y gobierno que les supera con amplitud.



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