Hoy día, artistas como Vincent van Gogh, Pierre-August Renoir, Édouard Manet, Edgar Degas, Berthe Morisot, Edvard Munch y Piet Mondrian son reconocidos, incluso reverenciados y considerados los grandes clásicos del arte, pero no siempre fue así. Al inicio de sus carreras, en especial cuando algunos de ellos expusieron su obra agrupados en el colectivo Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores, eran llamados rebeldes y fueron relegados. Sin embargo, en su momento rompieron con la tradición tanto en las técnicas que empleaban como en los temas que pintaban, así como en las maneras en las que exhibían sus obras.
Es ese carácter de rebeldía el que pretende recuperar La revolución impresionista: De Monet a Matisse del Museo de Arte de Dallas (MAD), exposición de 45 obras, entre pintura y escultura, que mañana abrirá al público en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Tiene sus orígenes en la muestra The Impressionist Revolution from Monet to Matisse, exhibida el año pasado en el aquel recinto texano, con motivo del sesquicentenario del movimiento impresionista, efemérides celebrada en diferentes partes del mundo.
La exposición original contó con 90 obras, la mayoría proveniente del acervo del MAD, de allí que las piezas que viajan a México son del rico acervo de arte impresionista alojado en ese recinto texano. Se trata de pinturas de los artistas arriba mencionados, así como de Claude Monet, Pierre Bonnard, Camille Pissarro, Alfred Signac, André Derain y Gustave Caillebotte, entre otros.
En 1874, la recién fundada Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores logró organizar una exhibición en los salones del fotógrafo Gaspard-Félix Tournachon, conocido como Nadar. Fue la primera de ocho muestras colectivas efectuadas a lo largo de 12 años hasta 1886. Los participantes en cada exhibición iban cambiando; más allá de compartir un rechazo hacia el arte tradicional, también variaron sus temas y modos de trabajar. Lo que unificó a estos artistas independientes, ahora llamados impresionistas, fueron sus ganas de exhibir de forma pública.
La única manera de hacerlo en el París del siglo XIX, y para los artistas vivos, era en la Academia de Bellas Artes, organizada y legislada por el Estado. Los artistas que se apartaban de la tradición académica con frecuencia experimentaban rechazo, a la vez que se quedaban sin caminos para cosechar el éxito crítico y financiero.
Al organizar sus exposiciones, los impresionistas evitaron el sistema oficial, un acto de emprendimiento, aunque también de rebeldía.
En la primera exposición del colectivo participaron 39 pintores, entre cuyas obras estaba Impresión: Sol naciente (1872), de Claude Monet –desarrolló también el concepto de las series–. El título de este cuadro suscitó burlas del crítico de arte Louis Leroy, pero también dio nombre al grupo. El cuadro representa el puerto de Le Havre donde desemboca el río Sena.
Aparte de conceptual y estilística, la renovación impresionista también fue técnica. Además de romper con los modos clásicos de representación basados en la perspectiva, la fidelidad al modelo real y la idealización de las formas, se enfocó en capturar la luz, el color y el movimiento tal como eran percibidos por el artista en un instante determinado.
En La revolución impresionista… las innovaciones de sus miembros principales, incluidos Monet, Degas y Berthe Morisot, se ponen en el candelero junto con las respuestas de generaciones sucesivas de artistas vanguardistas, desde Paul Gauguin y Van Gogh, hasta Mondrian y Henri Matisse.
Nicole R. Myers, curadora de la muestra, planteó desde el principio ir más allá de los orígenes del movimiento impresionista y revisar su impacto en sus contemporáneos vanguardistas y en los que vinieron después, un tema menos familiar.
La experta del DMA ha expresado que el impresionismo suele separarse de la explosión de los diferentes modernismos que proliferaron a finales del siglo XIX y principios del XX. Hace pensar que las innovaciones más radicales de los impresionistas; es decir, su paleta brillante, antiantinaturalista, las aplicaciones semiabstractas de pintura, y la fijación por mostrar la experiencia de la vida moderna, hayan concluido en 1900, momento en el que el mundo del arte giró hacia algo completamente nuevo.
El proceso, sin embargo, es más complejo. Los movimientos artísticos raramente se desdoblan en líneas rectas, que una lleva a la otra, de acuerdo con una cronología ordenada. Monet, Degas, Renoir y Mary Cassatt vivieron para ver el desarrollo de nuevos estilos vanguardistas, como el cubismo y el fauvismo, cuyas raíces vienen de la revolución que empezaron con sus compañeros 40 años antes.
La exposición se divide en cuatro núcleos temáticos cuyo objetivo es guiar al visitante a través de la transformación del impresionismo y su impacto en el arte moderno. Los módulos son Rebeldes con causa, Notas de campo, Efectos secundarios y Para siempre.
Con el propósito de recibir esta pléyade de artistas, y sus obras, el Museo del Palacio de Bellas Artes concluyó, entre otras cosas, un proceso de limpieza en sus candiles, cada uno con un peso aproximado entre tres y cuatro toneladas. Este trabajo modificó la tonalidad e iluminación de la sala, con el fin de mejorar la percepción del espacio y la experiencia de los visitantes.
La revolución impresionista: De Monet a Matisse del Museo de Arte de Dallas se exhibirá desde mañana y hasta el 27 de julio en el Museo del Palacio de Bellas Artes.
El día de la apertura a las 18 horas se desarrollará una charla curatorial en el área de murales con Nicole R. Myers, moderada por Joshua Sánchez.