Este 2025 se cumplen 100 años de su nacimiento, me lo trae a la memoria un artículo del amigo periodista cubano Ernesto Nováez publicado en Mate Amargo. Como un flashazo me vienen las imágenes de la espléndida película de Costa-Gavras Estado de sitio, el por qué y para qué del secuestro de Dan Mitrione, agente de la CIA encubierto en Uruguay. Rebusco entre mis libros y encuentro el premio testimonio de Casa de la Américas 1973, Uruguay, viernes 14 de abril de 1972, además de otro título de Capital Intelectual de Argentina: Raúl Sendic: El primer Tupamaro, que arranca con un excelente prólogo de su viejo compañero Pepe Mujica, lo describe así:
“El Bebe era un paisano raro, de esos que aparecen muy de vez en cuando. Una figura contradictoria, y con un vicio: olfatear muy lejos el escenario. Un hombre muy difícil de seguir, porque tampoco gastaba mucho tiempo en explicar las razones por las que llegaba a determinadas conclusiones. El Bebe se aburría en las discusiones interminables. Era un hombre heterodoxo, tenía una cabeza terriblemente abierta, tanto que daba miedo. Porque también los hombres de izquierda inventan la biblia. Y después creen en ella, aunque la realidad les esté rompiendo la cabeza. Es casi una actitud humana, el ser un tanto conservadores, y es muy difícil mantener la frescura, poder remover y remover las neuronas… Por eso era un hombre raro. Y en aquella convención él estaba pronosticando, muchos años antes, lo que iba a pasar en el entonces campo socialista. ¿Cómo había llegado a esas conclusiones? Misterio.”
Sendic nació en Chamangá, una zona rural, en una familia de arrendatarios en la cual todos tenían que salir de madrugada al laburo del campo. Correr libre por allí, pero ordeñar las vacas también. Con 15 años entró a un liceo en Trinidad y luego a Montevideo para la universidad. Casi enseguida se integró al Partido Socialista; a pesar de que éste se encontraba en una especie de radicalización, no fue suficiente, Sendic impulsó lecturas de Rosa Luxemburgo, Lenin, Marx y Mariátegui con mirada de hereje.
Se fue acercando a una postura de “liberación nacional” que alentó con sus compañeros de la Federación de Estudiantes Universitarios. Se encontró entre los jóvenes detenidos el 8 de mayo de 1945 frente a la puerta del diario El Día, de César Batlle, porque exigían que se izara la bandera roja de la Unión Soviética junto a las demás de los aliados. Los grandes nombres de la izquierda uruguaya se formaban en aquellos momentos, el gran Quijano, Benedetti, Viglietti, Galeano, Onetti y tantos otros.
El antimperialismo también le llegó temprano, cansado de los “viejos” dirigentes socialistas y comunistas que escribían panfletos dogmáticos bajo el seudónimo de “espolón”, los confrontaba y polemizaba en artículos firmados como “espolín”, burlón no les daba tregua. Cuando regresó al campo en Paysandú resintió el abismo brutal que había con la ciudad y denunció: “la careta de las libertades se ha caído y deja en evidencia la siniestra cara de la explotación y el fascismo”. Los peones reducidos a “holgazanes y degenerados” estaban olvidados y sus luchas reprimidas sin miramientos.
El sueño de la “Suiza de América” se perdió en manos de una voraz oligarquía latifundista: 3.2 por ciento de los grandes propietarios ocupaba 42 por ciento de las tierras, así que el restante 96.8 por ciento de los propietarios o arrendatarios se debía conformar con el resto de las tierras. El histórico Batllismo liberal entró en una crisis que avanzó rápidamente y, como en el resto del continente, abrió las puertas al autoritarismo desbordado.
En 1960 visitó Cuba y maravillado se convenció de que era posible y necesario. Del 61, cuando fundó la Unión de Trabajadores Azucareros y se decidió que la lucha sería por una reforma agraria radical, con huelgas, movilizaciones, las dos grandes marchas cañeras, las detenciones, la represión, hasta el 66, cuando se celebró la primera Convención del MLN-Tupamaros, se avanzó inexorablemente a la clandestinidad y la lucha armada. Adhirieron a la OLAS y redactó su conocido documento “30 preguntas a un Tupamaro”. La muerte de El Che cimbró a todos.
Comenzó la gran lucha, se expropiaron bancos, se tomaron emisoras y ciudades para propagar ideas. En 1970, después de ocupar el cuartel del Centro de Instrucción de la Marina, se realizó la cronometrada acción del secuestro de Dan Mitrione. Las respuestas militares se precipitaban, capturaron a Sendic un mes después y en una mítica fuga se fueron de la cárcel 110 tupas. Uruguay se incendió virtualmente, los estudiantes, trabajadores, campesinos todos en marcha. Incapaces de otra cosa, Bordaberry y los militares, en un complejo y confuso episodio, llegaron al pacto de un golpe de Estado que los sostuvo. Participaron en el Plan Cóndor unificados con las dictaduras del Cono Sur.
Sendic, capturado por los fusileros navales, permaneció preso 13 años hasta el fin de la dictadura, salió muy enfermo y viajó a Cuba para su recuperación. No lo vencieron, dejó una sólida izquierda como herencia.