Hace unos años fuimos a la zona rural de Idaho, con el sociólogo Enrique Martínez, a entrevistar migrantes en una granja muy alejada, con una casona en la colina, unas instalaciones para el ganado y una “traila” o casa rodante, bastante desvencijada, donde descansaban cinco trabajadores migrantes mexicanos.
Uno de ellos acababa de llegar de México y le tocaba ordeñar a las vacas. Tuve la oportunidad de acompañarlo y ver cómo realizaba el trabajo, no era muy experto, era la segunda vez que lo hacía y tenía que conectar las máquinas a las ubres para extraer la leche. Una vez realizado el trabajo, había que sacar a las vacas y dejar el paso a otras para ordeñarlas.
Cada quien tenía asignado un trabajo, uno se encargaba de mover las vacas, otro de darles pastura, otro más de limpieza y finalmente de la ordeña. La granja funcionaba perfectamente, el dueño ni se aparecía. Pero se trataba de un equilibrio precario que dependía de la mano de obra indocumentada, que se encargaba a su vez de entrenar a los novatos. Cualquier deserción o inconveniente con los trabajadores podía generar una crisis en la granja y un problema serio con las vacas que debían ser ordeñadas y alimentadas.
Se dice que la mayoría de estos granjeros votó por Trump y sabían perfectamente, pero inconscientemente, que se venía una deportación masiva. Ahora muchos de estos granjeros y agricultores se han visto afectados. Se ha informado que en Nebraska muchos rancheros han sido afectados, que en California las naranjas están en el suelo y así con otros productos que tenían planeada la recolección en días y horas específicas. Las cosechas están planificadas para ser procesadas en un día en específico y ser entregadas a los centros comerciales. Cualquier inconveniente en este proceso crea un sinnúmero de problemas en la cadena productiva. Y finalmente, todo depende de la disponibilidad de mano de obra.
En el contexto de la construcción también se han dado redadas y ausencia de trabajadores, lo que ha dejado obras inconclusas y, lo que es peor, no hay alternativas de remplazo. Un video reciente muestra a un guatemalteco que está sentado en la parte más alta del techo de una casa y la migra no pudo bajarlo, les daba miedo subir. Allí esperó unas horas hasta que se fueron. Los mexicanos son especialistas en poner y sustituir techos, les llaman los roofers y son pequeñas compañías especializadas, con cuadrillas, que pueden cambiar un techo en un día y dejar todo listo, terminado y limpio.
En los servicios de hostelería, desde hace ya unos años, faltan trabajadores. En algunos hoteles aprovecharon la pandemia para no limpiar los cuartos al día siguiente, salvo pedido expreso. En algunos restaurantes las filas de espera son largas en las horas pico por falta de personal. Las redadas en restaurantes y cocinas son típicas y ponen en apuros a los dueños y administradores de restaurantes. Algunos han tenido que cerrar.
Donde el asunto es más grave es en la empacadoras de cárnicos y aves donde hay cientos de trabajadores, en su mayoría indocumentados. Una redada en uno de estos centros laborales puede dejar paralizada a toda la cadena de producción.
Las consecuencias de las redadas masivas son demasiado evidentes; sin embargo, no han sido anticipadas por muchos ciudadanos que votaron por Trump, quien tomó el tema de la migración como el eje principal de su campaña y de sus ataques a Joe Biden, que había tenido una política que llamó de “fronteras abiertas”.
No obstante, algunas policías locales, como la de Denver y otras, optaron por desligarse de la política persecutoria de Trump e informaron a la población que ellos no colaboraban con la migra y que no había que tener miedo o esconderse de la policía.
Un reporte directo de Sacramento Gutiérrez, mayordomo del valle de San Joaquín, me informa que los trabajadores en la zona están escasos, hay campo que debían haber cosechado en enero y ahí están con toda la fruta, que las vides debían haber sido podadas en algunos campos y que no se ha hecho el trabajo. En muchos campos de mandarina, limón y naranja la fruta se está cayendo. Este tipo de trabajo es manual y se debe cortar la fruta con tijera para que dure más y no se pudra.
Por otra parte, antes los rancheros se ponían todos de acuerdo para fijar un salario por producto, pero ahora ya se rompió el sistema monopólico y los trabajadores preguntan antes por la paga y si no les conviene se van a otro lado, por lo que las deportaciones han redundado en un incremento de los salarios.
No podemos decir que haya un colapso en la agricultura y los servicios, porque tampoco se han cumplido las deportaciones masivas como se habían anunciado. Es posible que con los indicios actuales sobre los efectos no anticipados se esté sopesando la pertinencia de seguir deportando y, en vez de macartismo, lo que tengamos sea gatopardismo. Que todo siga igual.