En días pasados se realizó en México el encuentro regional de la Mont Pélerin Society (MPS), organización creada en 1947 y la más antigua promotora global del radicalismo de mercado, una tendencia política que busca disminuir –o abolir– los controles democráticos al capitalismo, según plantea Quinn Slobodian. Dentro de esta tendencia, los libertarianos (también conocidos como libertarios) han logrado adquirir cada vez mayor relevancia y, tal como sucede en otras partes del mundo, han logrado generar interés en algunos sectores políticos de México, por el momento situados en la oposición partidista y sectores de la sociedad civil organizada desde arriba.
Los libertarianos suelen caracterizar a cualquier gobierno modestamente progresista o de izquierdas como autoritario/populista o totalitario, además de advertir un permanente riesgo para la libertad. El vaciado ideológico de la oposición partidista, pero también los difusos principios políticos del obradorismo, han permitido que la retórica libertariana avance paulatinamente en el debate público nacional, con todas las implicaciones reaccionarias que ello conlleva. Históricamente, los integrantes y actores cercanos a MPS y Atlas Network han optado por la extrema derecha, la dictadura o el fascismo cuando se trata de luchar contra la amenaza colectivista o los progresismos: Mises prefería al fascismo sobre el comunismo, Hayek –junto a Friedman– apoyó la dictadura de Augusto Pinochet, miembros de Atlas se sumaron al gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil y son el soporte ideológico de Javier Milei en Argentina. Líderes libertarianos apoyaron la represión del pueblo peruano que apoyaba al ex presidente Pedro Castillo y el propio Sergio Sarmiento simpatizó con el golpe de Estado contra Evo Morales en 2019.
El acercamiento cada vez mayor de liderazgos opositores liberales y de derechas a las organizaciones y la narrativa general del libertarianismo es un avance estratégico para una tendencia radical de mercado con muchos años de presencia en el país. Las raíces del libertarianismo en México se remontan hacia la década de 1940 (acortar.link/acf4Vk) y desde entonces sus promotores han trabajado por difundir las ideas de la libertad. En la década de 1980 se fundó Cidac, una institución referente de dicho movimiento, en un contexto en el cual se buscaba crear puentes operativos de coordinación del libertarismo en América Latina, lo cual derivó en la organización, en 1987, del primer Latin American Workshop. No obstante, la “primavera libertariana” en nuestro país llegó a inicios de siglo, con la creación de organizaciones (think tanks) que, con distinto grado de radicalidad respecto a la promoción de las ideas promercado, han dedicado su trabajo a crear conocimiento orientado a la influencia política y pública, articuladas en Atlas
La actividad de dichas organizaciones creció sustancialmente con la llegada de AMLO a la presidencia en 2018 mediante la publicación de notas críticas en medios de Estados Unidos y México, encuentros, conferencias, etcétera. Incluso algunos actores cercanos a Atlas llegaron a formar parte de la plataforma electoral de Xóchitl Gálvez.
En algunos periodos, el empuje de la agenda libertariana ha sido evidente: en agosto pasado, The Wall Street Journal publicó un artículo de opinión escrito por una periodista cercana Atlas donde se afirmaba que México coqueteaba con la dictadura. En octubre, el director del Center for Latin America de Atlas afirmó que el gobierno mexicano se había sumado a la alianza global de autocracias. En diciembre pasado, un influencer libertariano, de reciente incorporación a adn40, acudió a la FIL Guadalajara e increpó a Paco Ignacio Taibo y a Sabina Berman. Días después, Adela Micha recibió en su programa en YouTube al intelectual de la nueva derecha Agustín Laje, también vinculado a Atlas. Todo lo anterior, en un contexto en el cual se desarrollaba una campaña de propaganda libertariana que al día de hoy ha alcanzado 45 instituciones de educación media superior y universidades en 15 estados del país, donde han participado miles de estudiantes.
En México, la retórica libertariana adquiere paulatinamente mayor visibilidad. Recientemente, durante las actividades de MPS en México, Enrique de la Madrid –quien intervino en dicha reunión– y Enrique Krauze, publicaron artículos de opinión en diarios nacionales aludiendo a la importancia de la libertad y a la campaña obradorista contra ella, respectivamente.
En tiempos de hegemonía obradorista, el libertarianismo avanza lenta pero constantemente desde distintos frentes: a) al interior de algunos sectores de la clase política y la sociedad civil organizada desde arriba; b) en medios donde se construye la opinión pública y c) en cada vez más instituciones educativas de nivel medio-superior y superior. Paulatinamente, la plataforma libertariana comienza a tomar forma construyendo una narrativa anti-woke, centrada en una retórica de defensa de la libertad, en la crítica a la ineficacia del progresismo basado en impuestos y reclamando la libre portación de armas.
La estrategia libertariana es sencilla: imponer un marco categorial a priori en el debate público (la defensa de la libertad y el patrimonio privado) y, sobre ello, abordar cualquier coyuntura. Es un camino que aunque requiere tiempo, ya muestra resultados interesantes en distintas partes del mundo.
Para evitar el crecimiento de dichas tendencias, es momento de que el obradorismo confluya en la defensa de lo público y el bien común, dando un nuevo impulso a los derechos sociales y colectivos. Y no sólo desde la retórica, sino con medidas concretas para las mayorías, respondiendo a las demandas de los movimientos sociales cuyas luchas resultaron fundamentales para que el progresismo pudiera acceder al gobierno.