Al igual que la intentona de acabar con Petróleos Mexicanos (Pemex), la reforma energética de Enrique Peña Nieto (igual que las aperturas, modernizaciones, productores independientes de energía y demás eufemismos privatizadores y extranjerizantes del régimen neoliberal) tenía en la mira a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y en ambos casos los tecnócratas muy cerca estuvieron de sepultar a esas dos ex paraestatales (una tercera, Luz y Fuerza del Centro, con sus 45 mil trabajadores, en un abrir y cerrar de ojos fue masacrada y desaparecida por Felipe Calderón), mientras el capital privado –especialmente trasnacional– avanzaba a paso veloz.
La soberanía energética del país languidecía rápidamente y a ese perverso cuan indecente despojo (iniciado por Carlos Salinas de Gortari) se le conoció como la privatización silenciosa del sector eléctrico mexicano, y muy cerca estuvieron de lograr ese objetivo. Pero como en su momento bien lo dijo el entonces presidente López Obrador, no pudieron y se quedaron con las ganas.
Esa privatización silenciosa desplomó la generación eléctrica del Estado. Para dar una idea: al cierre del sexenio salinista la participación del capital privado en ese sector fue muy baja, pues las inversiones (financiadas por la banca de desarrollo) apenas si comenzaban a cuajar; sin embargo, al iniciar el gobierno de Fox ya representaba 2.1 por ciento del total) y para el fin del periodo calderonista era de 31 por ciento. No paró ahí: con Peña Nieto se acercó a 65 por ciento y lo que avanzaba el capital privado lo perdía la CFE.
Esa barbaridad fue denunciada por el propio López Obrador: si se hubiese continuado con la privatización-destrucción de la CFE, no tendríamos los precios que se cobran actualmente; se estaría pagando muchísimo más, como ha sucedido en otros países. Traficantes de influencias y gente acostumbrada al saqueo y a la corrupción se quedaron con el ansia de la privatización. En el Poder Judicial nos tumbaron la ley eléctrica aprobada por el Congreso, la declararon inconstitucional, por esos intereses. Dado lo anterior, anunció: vamos a modificar la Constitución para que 54 por ciento sea abastecido por la CFE y 46 por ciento para la iniciativa privada. No es desplazar al sector privado, es poner orden, porque no se le puede dar el mismo trato a Repsol o a Odebrecht que a la Comisión Federal de Electricidad.
Y de ahí la participación del Estado en el sector eléctrico fue para adelante, retomando la ruta original. Ya en el sexenio de Claudia Sheinbaum se aprobó y publicó la ley de la Empresa Pública del Estado, y ante ello la CFE se encuentra preparada para detonar el desarrollo del país, con la justicia energética como un principio fundamental.
La CFE informó sobre los hechos más relevantes en el transcurso de los primeros seis meses del segundo gobierno de la 4T, a lo largo de los cuales se han implementado acciones estratégicas para hacer más eficientes y aprovechar mejor los recursos de esa institución. Además, detalló, se avanza en la transición a energías limpias, con un incremento de 24 por ciento en la generación hidroeléctrica; a la par, ha disminuido 5 por ciento la generación eléctrica con carbón, comparado con el mismo periodo del año anterior.
Así, en un semestre la generación de energía limpia por parte de la CFE pasó de 23.4 a 28.6 por ciento; las emisiones de CO2 a la atmósfera disminuyeron 7 por ciento; se recuperaron mil 623 megavatios de capacidad degradada; se inauguró la Central de Ciclo Combinado Salamanca, con capacidad de 927 megavatios y tecnología de punta que reduce el uso de agua en la generación de energía, mediante modernos sistemas de enfriamiento.
Además, se aprobaron cinco nuevos proyectos del Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional 2025-2030, que aportarán más de 2 mil 700 megavatios, con una inversión estimada de 2 mil 589 millones de dólares, y se fortaleció y diversificó la infraestructura de generación de la CFE, para reforzar sus niveles de disponibilidad en eventos de emergencia y restricción de combustibles. En síntesis, el Estado no sólo acabó con la privatización silenciosa, sino que recuperó su rectoría en materia energética.
Las rebanadas del pastel
¿Qué diferencia hay entre la protección (fuero incluido) que la mayoría de los diputados morenistas otorgan al impresentable Cuauhtémoc Blanco con los legisladores priistas y panistas que han defendido hasta la ignominia a no pocos de sus hampones? Vergonzoso el papelón de los guindas.
X: @cafevega