Washington. Los primeros años de los humanos son un período de aprendizaje rápido, pero normalmente no podemos recordar experiencias específicas de esa época, un fenómeno conocido como amnesia infantil.
Un nuevo estudio publicado este jueves en la revista Science desafía las suposiciones sobre la memoria infantil, demostrando que las mentes jóvenes forman recuerdos.
La pregunta, no obstante, sigue siendo ¿por qué estos recuerdos se vuelven difíciles de recuperar más adelante en la vida?
"Siempre me fascinó este misterioso vacío en nuestra historia personal", declaró a la Afp Nick Turk-Browne, profesor de sicología en Yale y autor principal del estudio.
Alrededor del año de edad, los niños se convierten en aprendices extraordinarios: adquieren lenguaje, caminan, reconocen objetos, comprenden los vínculos sociales y mucho más.
"Sin embargo, no recordamos ninguna de esas experiencias, por lo que existe una especie de desajuste entre esta increíble plasticidad y nuestra capacidad de aprendizaje", afirmó.
Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, planteó la hipótesis de que los primeros recuerdos se reprimen, aunque desde entonces la ciencia ha descartado en gran medida la idea de un proceso de supresión activa.
Las teorías modernas se centran en el hipocampo, una parte del cerebro crucial para la memoria episódica, que no se desarrolla completamente en la infancia.
Turk-Browne se sintió intrigado por las pistas de investigaciones conductuales previas.
Dado que los bebés son incapaces de comunicar verbalmente los recuerdos antes de adquirir el lenguaje, su tendencia a observar objetos familiares durante más tiempo proporciona pistas importantes.
Estudios recientes con roedores que monitorizan la actividad cerebral también han demostrado que los engramas (patrones de células que almacenan recuerdos) se forman en el hipocampo infantil, pero se vuelven inaccesibles con el tiempo, aunque pueden reactivarse artificialmente mediante una técnica que utiliza luz para estimular las neuronas.
Hasta ahora, combinar las observaciones de bebés con imágenes cerebrales había sido inalcanzable, ya que los bebés son conocidos por su falta de cooperación cuando se trata de permanecer quietos dentro de una máquina de resonancia magnética funcional (fMRI), el dispositivo que rastrea el flujo sanguíneo para "ver" la actividad cerebral.
Patrones sicodélicos
Para superar este desafío, el equipo de Turk-Browne utilizó métodos que su laboratorio ha perfeccionado a lo largo de años: trabajar con familias para incorporar chupetes, mantas y peluches; sujetar a los bebés con almohadas para que no se muevan; y usar patrones sicodélicos de fondo para mantenerlos enganchados.
El inevitable movimiento provocó, sin embargo, imágenes borrosas que debieron ser descartadas, pero el equipo lo solucionó realizando cientos de sesiones.
En total, participaron de la experiencia 26 bebés (la mitad menores de un año y la otra mitad mayores). Se les escaneó el cerebro durante una tarea de memoria, un ejercicio adaptado para ellos de estudios a adultos.
Primero, se les mostraron imágenes de rostros, escenas u objetos. Posteriormente, tras ver otras imágenes, se les presentó una imagen que ya habían visto previamente junto con una nueva.
"Cuantificamos el tiempo que pasan mirando lo que ya han visto, y eso es una medida de su memoria para esa imagen", explicó Turk-Browne.
Al comparar la actividad cerebral durante la formación exitosa de recuerdos con la de imágenes olvidadas, los investigadores confirmaron que el hipocampo participa activamente en la codificación de la memoria desde una edad temprana.
Ello se observó en 11 de los 13 bebés mayores de un año, pero no en los menores de uno.
También descubrieron que los bebés con mejor rendimiento en tareas de memoria mostraron una mayor actividad del hipocampo.
"Podemos concluir con precisión que los bebés tienen la capacidad de codificar recuerdos episódicos en el hipocampo desde aproximadamente el año de edad", afirmó Turk-Browne.
Recuerdos olvidados
"La ingenuidad de su enfoque experimental, no debe subestimarse", escribieron los investigadores Adam Ramsaran y Paul Frankland en un editorial en Science.
Pero lo que sigue sin resolverse es qué sucede con estos recuerdos tempranos.
Quizás nunca se consoliden por completo a largo plazo, o quizás persistan, pero se vuelvan inaccesibles.
Turk-Browne sospecha esto último y ahora está a cargo de un nuevo estudio que evalúa si bebés y niños pequeños pueden reconocer videoclips grabados desde su propia perspectiva cuando eran bebés.
Los primeros resultados provisionales sugieren que estos recuerdos podrían persistir hasta alrededor de los tres años, antes de desvanecerse.
A Turk-Browne le intriga especialmente la posibilidad de que estos fragmentos puedan reactivarse algún día, en etapas posteriores de la vida.