En un mundo enmarañado y en extremo cambiante, signado por la niebla de guerra, el diversionismo ideológico y jugadas simbólicas, el pedido de clemencia de Donald Trump a Vladimir Putin, el 14 de marzo, para que el ejército ruso no extermine a miles de soldados ucranios atrapados en el gran caldero de Kursk, exhibe que EU y la OTAN parecen haber perdido la guerra proxy en Ucrania y el régimen de Zelensky tiene los días contados.
Dos días antes, Putin había anunciado que la provincia de Kursk está bajo control ruso, por lo que las tropas ucranias sólo tendrían dos vías: “rendirse o morir”. Luego, tras el “encarecido” pedido de Trump para que “les perdone la vida”, el ruso señaló que “en caso de que depongan las armas y se rindan, se les garantizará la vida y trato digno conforme al derecho internacional y las leyes de la Federación de Rusia”. Pero advirtió que los soldados ucranios “cometieron numerosos crímenes contra civiles en la zona de invasión”, clasificados en Rusia como “terrorismo”. También recordó que los mercenarios extranjeros no están protegidos por la Convención de Ginebra de 1949, que refiere al trato debido a los prisioneros de guerra. A la vez, enfatizó que para implementar eficazmente el pedido “humanitario” de Trump, “es necesaria la orden correspondiente del liderazgo político-militar de Ucrania para que sus unidades militares depongan las armas y se rindan”.
El pinpón diplomático entre EU y Rusia estuvo precedido por las “negociaciones” entre el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, y el gobierno de Ucrania en Yedá, Arabia Saudita, el día 11, donde Kiev aceptó un alto al fuego temporal de 30 días con Rusia. EU, por su parte, reanudó la asistencia militar y de inteligencia a Ucrania. Un día después, el secretario de Estado, Marco Rubio, confirmó que en Yedá se planteó, que como parte de cualquier acuerdo de paz, Kiev tendrá que ceder territorio a Rusia y Europa deberá decidir sobre las sanciones y los activos rusos congelados e involucrarse en la “disuasión” contra futuros ataques a Ucrania.
No es baladí el señalamiento de Tucker Carlson, ex presentador de Fox News que integra hoy el círculo íntimo de Trump, quien en un video el lunes 10 argumentó que la capacidad de EU de “proyectar poder” a través de sus fuerzas armadas era menor de lo que se pensaba. Dijo: “No pudimos ganar [la guerra] a Rusia. Ellos vencieron”. Agregó que muchos senadores de EU aseguraron que Rusia era “una gasolinera con armas nucleares”, y “nos pasaron por encima”. Según Carlson, Rusia superó en municiones a EU y la OTAN cuatro a uno, y tras tres años, por “el deseo de la política exterior estadunidense de estar en guerra con Rusia”, Ucrania está destruida.
Fue significativo que, cuando el 12 de marzo Putin se reunió en la línea del frente en la provincia de Kursk con el jefe del Estado Mayor del ejército y viceministro de Defensa ruso, Valeri Guerásimov, vestía de militar. Según el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, el atuendo era una señal de la “determinación” de Putin de liberar la región a corto plazo. Por su parte, Aleksandr Dugin, cercano al mandatario, señaló que el uniforme militar “es símbolo de cómo serán las negociaciones con Washington”. A su juicio, dado que EU está en guerra con Rusia (a través del régimen de Zelensky), si quiere firmar la paz, es positivo que el enviado de Trump a Moscú, Witkoff, haya escuchado las reiteradas posiciones de Putin: cambio de régimen en Kiev y reconocimiento de los territorios constitucionales. Asimismo, juzgó como movimiento “agresivo y fuerte” desde el punto de vista militar, aunque “políticamente débil”, la reanudación de ayuda en inteligencia y armas de Trump a Ucrania. Dugin dijo que el Kremlin ya estaba en guerra con EU “hasta el último ruso”, que el país está movilizado y que la vestimenta militar de Putin confirma que Rusia “aún no ha comenzado a luchar en serio”.
Hace siete meses, los estrategas de EU, Gran Bretaña y la OTAN sobre el terreno en Ucrania, habían diseñado la sorpresiva invasión de las tropas de Kiev mil 200 kilómetros adentro en la provincia de Kursk, como punto de partida estratégico para su uso posterior como moneda de cambio en las posibles negociaciones con Rusia. Según Zelensky, uno de los objetivos era intercambiar después territorios ocupados. Ese objetivo fracasó y 10 mil soldados ucranios están hoy rodeados. Como dijo Trump, el “corrupto” Joe Biden metió a EU en un “lío” con Rusia.
Peskov aseguró que Crimea, Sebastopol, Jersón, Zaporozhie, Donietsk y Lugansk, son regiones de Rusia, inscritas en la Constitución. A su vez, tras dialogar con Witkoff, Putin reiteró que cualquier propuesta de paz debe tener en cuenta la situación militar real sobre el terreno; lo que ratificó el 16 de marzo a ABC News, Mike Waltz, asesor de Seguridad Nacional de Trump, al defender la “diplomacia itinerante” de su jefe, atacada en Europa. Putin también demandó garantías para Rusia en cuanto al cumplimiento de la tregua, si se concreta. Y formuló preguntas que, dijo, pueden ser “analizadas juntos” (entre él y Trump, cuando telefoneen esta semana): ¿cómo se usarán los 30 días del alto al fuego? ¿Los militares ucranios (rodeados en Kursk) se retirarán sin combatir y debemos dejarlos ir tras cometer infinidad de crímenes contra la población civil? ¿Se usará la tregua para que Ucrania se rearme y la movilización forzada siga en curso? ¿Para que los nuevos soldados se entrenen? ¿Cómo y quién verificará que se respete el cese de hostilidades en un frente de casi 2 mil kilómetros?
La portavoz de la cancillería rusa, María Zajarova, afirmó que Moscú no aceptará “bajo ninguna circunstancia”, el despliegue de militares de otros estados en Ucrania bajo cualquier bandera, ya sean bases militares o un contingente extranjero para mantenimiento de paz. El 15, Peskov advirtió que la propuesta de Putin (para que los ucranios se rindan) seguía siendo válida, “pero su tiempo se agota”. Trump tiene ahora la palabra. Pero lo único seguro es que no habrá otro “Minsk 3” para engañar a Rusia; Moscú sabe que EU no cumple los acuerdos.