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Protesta de activistas pro palestinos el fin de semana en Times Square, Nueva York, luego de la detención del estudiante de la Universidad de Columbia Mahmoud Khalil, quien participó en una movilización de repudio a Israel por la guerra en Gaza.Foto Afp
17 de marzo de 2025 07:58

La visión imperial trumpista es algo esquizofrénica, nostálgica y hasta extraterrestre.

Por un lado recupera la expresión unilateral de su poder en torno a propuestas de conquistas o ataques a futuro: de Groenlandia de una manera u otra, retomar el Canal de Panamá, convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión, convertir a Gaza en una riviera trumpiana, bombardear Yemen, cometer asesinatos de enemigos en el extranjero y hasta recuperar sus viejas ambiciones imperiales extraterrestres: plantaremos la bandera de Estados Unidos en Marte, proclamó el nuevo presidente.

Por otro lado, el nuevo régimen retira al superpoder de su dominio de entidades multilaterales que el propio Washington propició (agencia de la ONU, Organización Mundial de la Salud, Acuerdo de París, Comisión de Derechos Humanos, reducir el compromiso con la OTAN) y desmantela algunos de sus programas internacionales (Usaid, posiblemente la NED, el cierre de Voz de América y otros programas de propaganda internacional).

No les da ninguna pena expresar abiertamente sus ambiciones imperiales. “Sé que Groenlandia tiene un derecho de autodeterminación… pero la conseguiremos de una manera u otra”, dijo Trump en su discurso ante el Congreso hace un par de semanas. Quien se atreva a oponerse o criticarlo es amenazado, descartado o humillado –lo ha hecho ante el asombro de Europa con Zelensky, y con su vecino Trudeau. Vale resaltar que no se ha atrevido a burlarse de la presidenta Claudia Sheinbaum ni invitar a México a ser otra estrella más en la bandera estadunidense. Sin embargo, su gobierno sigue asumiendo que tienen el derecho de lanzar un ataque militar unilateral contra los cárteles de droga en México, a los que acaba de designar terroristas. A la vez, renuevan la doctrina de paz por fuerza –empleada ahora para el bombardeo de los hutíes en Yemen–, que justifica el uso de la fuerza militar estadunidense en cualquier parte del mundo.

A la vez, como parte del este esquema imperial, el nuevo régimen ha reciclado viejas leyes –como la de Enemigos Extranjeros de 1798, usada sólo en tres ocasiones desde entonces– y otras medidas más modernas para facilitar la deportación masiva de los invasores. El macartismo de los años 50 se mezcla con elementos de su antecesor, el susto rojo de Woodrow Wilson justo después de la Primera Guerra Mundial (su víctima más famosa fue Emma Goldman), con el fin de ofrecer una justificación para la expulsión de inmigrantes antiestadunidenses y otros extranjeros peligrosos, incluyendo críticos de la política estadunidense acusados de ser criminales.

Trump ganó su primera elección como un aislacionista que propuso que el país se retirara del mundo y se escondiera detrás de un muro fronterizo. Pero ahora ya se confundió, o cambió de opinión, o no sabe bien qué hacer al regresar a los principios tradicionales expansionistas del imperio estadunidense con eso de Canadá, Groenlandia (no es la primera vez que se expresa ese deseo: el gobierno de Truman ofreció comprar esa isla en 1946), Panamá y más, con esa antigua idea de que la libertad es equivalente a la expansión ilimitada del país; por eso cualquier desafío se calificaba de amenaza a la libertad. De repente otra vez están de moda el viejo Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe, entre otros conceptos nostálgicos.

Ahora no queda claro cuál es la nueva doctrina imperial. Por un lado, Trump renueva la afirmación de que su país tiene que y debe ser el poder dominante del mundo. Por otro, el retiro de Washington de partes claves del sistema internacional y el aparente desmantelamiento de alianzas políticas, económicas y militares pone en duda la arquitectura imperial. ¿Hay una nueva propuesta o ya es sólo el deterioro y fin del viejo orden?

Tal vez es hora de ofrecer una contrapropuesta desde afuera antes de que el nuevo Washington imponga un consenso más. Tal vez habría que invitar a los marcianos a colaborar antes de que sean otra estrella más en esa bandera.

Mumford & Sons/Jon Batiste. Awake my soul. https://www.youtube.com/watch?v=PjM6Jbd__Qc y House of Rising Sun. https://www.youtube.com/watch?v=1K0QN8xy1kM

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Marcianos.

México SA

Ejido, otro despojo salinista.

Nosotros ya no somos los mismos

S con otro significado. Brutalidad de terratenientes.
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