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Brasil: un pueblo casi invisible

16 de marzo de 2025 00:03

Lo que no hace falta en Brasil, sobre todo cuando avanzamos en la segunda mitad del tercer mandato de Lula da Silva, son temas de los más variados, algunos de fácil solución, otros que exigen largas y duras negociaciones. Hay que recordar eternamente que Lula heredó de su antecesor, el desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, el peor Congreso de las últimas cinco décadas. 

Tal cuadro exige negociaciones lentas, con exigencias duras de sectores muy significativos de los congresistas. Avanzar se hizo especialmente difícil, pero Lula lo viene logrando. 

Están además las maniobras y acciones del más que desequilibrado Donald Trump, que nadie es capaz de prever qué hará mañana. 

En medio de semejante escenario, un dato corre el grave riesgo de pasar en blanco y terminar en el peligroso territorio del olvido: se trata de las primeras tentativas de acercamiento con los Kawahiva, uno de los últimos pueblos originarios que lograron mantenerse en total aislamiento en los últimos siglos. 

El tema volvió al debate en los últimos meses y, acorde con los que estudian la cuestión de los pueblos originarios, hay dos costados que merecen toda atención. Uno, positivo. Y el otro, no tanto. 

En 1999 el indigenista Jair Candor, de larga trayectoria y muy reconocido por sus pares, descubrió cuatro cabañas, varias armadillas de caza y un local de pesca utilizado por un grupo desconocido. 

Obedeciendo a lo que determina la Constitución, es decir, locales habitados por pueblos aislados sean declarados territorios indígenas, protegidos de contactos no solicitados con comunidades externas. 

Pasado todo ese tiempo, Candor sigue luchando para que esa parte del sur de la Amazonia sea formal y oficialmente reconocida como territorio del pueblo aislado Kawahiva. Ese pueblo habita la mayor tierra indígena no oficialmente demarcada. 

Llama la atención, además, que entre todos los pueblos indígenas que resistieron heroicamente a la marea de devastación fortalecida al máximo durante el gobierno anterior, incentivada por el entonces mandatario, el desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, los instalados en territorio Kawahiva son de los que más lograron progresar manteniendo rigurosamente sus tradiciones culturales y sus rituales. 

La idea que se tiene, al menos de momento y mientras avanzan los intentos de contactos y se intensifican estudios, es que se trata de una comunidad que viene del mismo tronco cultural y de lenguaje tupi guaraní, muy fuerte en la región sur de la Amazonia brasileña. 

Para los que estudian y trabajan en defensa de los pueblos originarios, se trata de una descubierta de altísima importancia. Y que además abre, contrariando buena parte de lo que dicen varios antropólogos y estudiosos, espacio para la perspectiva de que nuevas descubiertas y nuevos encuentros ocurran. 

La verdad, sin embargo, es que los distintos gobiernos toman su tiempo mientras el cuadro se complica principalmente para los pueblos originarios. En 2011, Candor logró, pese a todos los riesgos, acercarse a un miembro de la comunidad Kawahiva y filmarlo. 

Siguiendo los tiempos brasileños, fueron necesarios cinco años más para que el ministerio de Justicia reconociera la existencia de la tribu y declarase sus tierras como territorio indígena. 

Así vive Brasil: plagado de problemas a la espera de las negociaciones e iniciativas de Luiz Inácio Lula da Silva, mientras abriga en lo más profundo de su alma pueblos invisibles, sin casi ningún derecho, pese a habitar estas tierras desde siempre.



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