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Como chivo en cristalería

10 de marzo de 2025 00:02

La frase es un dicho popular antiguo; lo escuché de niño de mi abuela materna que era del estado de Tlaxcala y nació en el siglo XIX; la metáfora no podía ser más precisa y gráfica, un chivo brincando y dando topes a diestra y siniestra es un desastre y más en una cristalería, no dejará títere con cabeza (otra metáfora también popular que creo inspirada en el Quijote), todo lo romperá, los títeres inermes y donde lo que abunda es precisamente el quebradizo material. 

Seguro mis amables lectores sospecharán a quién me refiero, al presidente Trump que apenas asumió el Poder Ejecutivo en Estados Unidos, con lo que se adueñó también de un gran poder local y mundial y de inmediato empezó a decir y hacer cosas que nos recuerdan los topes y brincos; fueron decisiones arbitrarias, apresuradas y dañinas para nuestra patria, pero también para el país que él gobierna, especialmente para amplios sectores de su propia población y, lo que es peor, para la estabilidad política global, siempre en precario equilibrio. 

Subir aranceles para mercancías que vienen de sus vecinos Canadá y México está muy mal y no lo está menos, que en el asunto de la invasión a Ucrania por la Rusia de Putin lo haya apoyado, poniendo con ello en riesgo la paz de Europa y defendiendo en esta ocasión a su antiguo rival quien es hoy el agresor y el cual, como los hace el mismo Trump, abusa de la fuerza y atropella al sistema jurídico internacional. 

La Jornada tuvo un acierto notable al publicar en primera plana del martes pasado, una imagen a colores de Trump en un carro alegórico en una fiesta de la población de Düsseldorf, Alemania. La imagen habla por sí misma; el pelo rubio despeinado, una boca abierta desmesuradamente que parece gritar (seguro órdenes e insultos) y los ojos llenos de odio y desprecio para quienes lo ven. 

Para nosotros, para México nuestra patria no es novedad; no es la primera vez que tenemos que afrontar al poderío extranjero injusto y arbitrario, fundado en la codicia y la soberbia. Pareciera que Trump grita “quiero todo y a costa de todos. Yo mando”. 

Frente a la amenaza en parte cumplida de inmediato con el alza unilateral de aranceles y frente a las intenciones intervencionistas en Groenlandia y Panamá, la serenidad e inteligencia de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo le dan un bofetón con guante blanco y le advierten que no estamos a sus órdenes. 

Convoca nuestra Presidenta a la unidad y la respuesta es inmediata, el porcentaje de aceptación, según las encuestas de El Financiero y El Universal, aumentan el alto porcentaje a su favor y el pueblo en el Zócalo no deja duda. Retoma nuestra Presidenta el principio de Morena, “sólo el pueblo salva al pueblo”, y lo más importante, se apoya en el derecho internacional y en una ética congruente con los principios de la Organización de Naciones Unidas. 

El trance por el que pasamos me trajo a la memoria el debate en que se enfrascó a principios del siglo XX Karl Schmid, jurista alemán militante del Partido Nacional Socialista, quien afirmó: “Un rasgo fundamental del instinto político es la facultad de discernir al enemigo”. A lo cual Emmanuel Mounier, pensador y militante de la Resistencia Francesa, replicó: “el rasgo fundamental del hombre ha de ser descubrir al prójimo”. 

Este breve duelo de ingenio y de posiciones ideológicas, por un lado, la belicosidad arbitraria y por el otro el humanismo solidario, se repite entre el empresario abusivo metido gracias a su dinero a la política, que amenaza y regaña y por otro la universitaria que por vía democrática indiscutible llegó a la presidencia de México. Claudia Sheinbaum contesta con firmeza y prudencia y cita, congruente con el humanismo mexicano, la encíclica Fratelli tutti, del papa Francisco, al cual reconoce y elogia. 

Para muestra va un botón de lo mencionado por la Presidenta; un fragmento breve de la encíclica: “Si se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas. Porque la paz real y duradera sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la independencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana”. 

Agrega la misma Presidenta: “Esta mira, buenísima: el mercado solo no resuelve todo –para los trasnochados neoliberales– aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal, se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce acudiendo al mágico derrame o goteo como único camino para resolver los problemas sociales”.

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