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Desde otras ciudades

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Al centro, la entrada de la casa cuyo anexo fue escondite de Ana Frank y su familia de 1942 a 1944. Foto Alia Lira Hartmann
09 de marzo de 2025 08:30

Si hay un nombre que evoca los horrores del Holocausto es el de Ana Frank. La joven judía con su diario dejó testimonio de ese periodo de la historia de persecución nazi. Ha sido traducido a más de 50 idiomas y se encuentra expuesto en el museo que se inauguró en 1960 en Ámsterdam.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Otto Frank, el padre de Ana y único sobreviviente de la familia, regresó a la casa donde habían estado escondidos dos años su esposa Edith y sus dos hijas Margot y Ana, además de cuatro personas, y se encontró con el diario de Ana que había recibido de regalo en 1942, a los 13 años.

En 1933, cuando Hitler fue nombrado canciller de Alemania, se emitieron las primeras leyes antijudías y la vida se volvió insoportable para los judíos residentes. La familia Frank residía en Frankfurt del Meno, donde habían nacido las dos hijas de Otto y Edith, Margot en 1926 y Ana el 12 de junio de 1929.

Gracias a algunos contactos de Otto, que era comerciante, los Frank llegaron a Países Bajos, donde se contactaron con otros refugiados alemanes. Cuando estalla la guerra, Ana tenía 10 años y aunque tenían la esperanza de que ese país se mantuviera al margen, en mayo de 1940 el ejército alemán lo invadió. No quedó más que buscar la manera de abandonar Europa o hallar un escondite temporal esperando que la guerra no se prolongase.

La casa-museo, además de las particularidades de la vida de la familia Frank, está dedicado a la memoria de las víctimas judías. En la antiguas viviendas había departamentos con vista al jardín o al patio trasero y estaban separadas de las que daban a la calle, en una especie de anexo. Éste era secreto y estaba oculto detrás de una estantería giratoria que conserva el ambiente de angustia y oscuridad en el que vivieron Ana, su familia y otros cuatro refugiados.

El recorrido es un experiencia muy conmovedora que permite vivir de primera mano la estrechez en la que convivían ocho personas. Por medio de fotografías, cartas y documentos originales, los visitantes pueden imaginar cómo era el lugar.

Una voz reproducida como la de Ana se escucha en cada rincón, especialmente al observar su diario, exhibido como una de las piezas más valiosas del museo. También puede verse la habitación que Ana compartió con su hermana Margot, dos años mayor que ella, las dos camas y las paredes decoradas por la misma Ana con algunas postales y fotos de estrellas de su tiempo.

Este es el museo con más visitantes al año, que sobrepasan el millón. Es imprescindible adquirir las entradas con semanas de antelación en su sitio virtual, de lo contrario la sorpresa es máxima al enterarse de la absoluta imposibilidad de entrar a este importante lugar que es testimonio de uno de los capítulos más dolorosos de la historia.

El inmueble también funciona como centro educativo, donde se realizan exposiciones y charlas para reflexionar sobre los derechos humanos y la lucha contra el racismo en una interminable y más que nunca importantísima labor para concientizar sobre la discriminación, la intolerancia, la importancia de la libertad y reflexionar sobre el lamentable giro político a la extrema derecha en países bajos y Alemania.

 

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El Museo-casa de Ana Frank en Ámsterdam.

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