Nueva York. Al mismo tiempo que intentan remplazar su seguro médico y encontrar un nuevo empleo, algunos trabajadores federales despedidos enfrentan otra cosa desagradable e inesperada: familiares que celebran sus despidos.
La amarga política tribal del país se extiende a través de cadenas de mensajes de texto, publicaciones en redes sociales y conversaciones acaloradas, mientras los estadunidenses absorben la realidad de las medidas de reducción de costos ordenadas por el presidente, Donald Trump, y llevadas a cabo por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), dirigido por el multimillonario Elon Musk.
Algunos trabajadores despedidos, que esperaban compasión, se han encontrado con familiares y amigos que, en cambio, son firmes en su apoyo a lo que consideran un despilfarro gubernamental inflado.
“El gobierno me ha tratado como un enemigo público y ahora eso afecta a mi propia familia”, indicó Luke Tobin, de 24 años, quien fue despedido el mes pasado de su trabajo como técnico con el Servicio Forestal de Estados Unidos en el Bosque Nacional Nez Perce, de Idaho.