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Los aranceles no tendrán lugar

07 de marzo de 2025 00:02

En el terreno de las interacciones personales, la explicación más atinada que he escuchado sobre cómo logró ayer la presidenta Claudia Sheinbaum descartar la amenaza recurrente de la imposición de aranceles a las exportaciones mexicanas por parte de Donald Trump es la siguiente: “Nuestra Presidenta no tenía la necesidad de responder como un macho alfa y su templanza ayudó en estas negociaciones”. Lo dijo en la mañanera atrasada de ayer Mireya Cuéllar, directora de La Jornada Baja California y al escucharla pensé de inmediato, por contraste, en las estrepitosas colisiones que personajes como Justin Trudeau y Volodymir Zelensky han tenido con el mandatario gringo. 

Sin duda, la combinación de serenidad, firmeza e información dura con la que la jefa del Estado mexicano ha hecho frente al dificilísimo brete de dialogar con Trump ha sido un ingrediente principal de la enormidad que se ha logrado: neutralizar el peligro de una guerra comercial que habría sido muy dañina para nuestro país y desastrosa de necesidad para el vecino. Y es que lo que la presidenta Sheinbaum logró en la llamada de ayer no fue la mera postergación de la perversa medida: el 2 de abril se revisarán las tasas de importación que cobran ambas naciones a los productos de la otra para garantizar una correlación justa. Y como la gran mayoría de las importaciones estadunidenses están exentas en territorio mexicano, de acuerdo con las normas del T-MEC, Washington tendrá que hacer otro tanto con nuestras exportaciones. En suma: no habrá aranceles. 

El amable mensaje en que Trump anunció el resultado de la plática es radicalmente opuesto al gástrico texto en el que fustigó poco antes a Trudeau, en el que lo acusó de intentar utilizar a su favor las diferencias comerciales entre Canadá y Estados Unidos de cara a las próximas elecciones canadienses, una acusación que, dicho sea de paso, no es muy justo que digamos, si se tiene en mente que el aún premier no participará en ellas. 

Pero además pesaron las circunstancias. En el terreno político, 85 por ciento de aceptación que ostenta la presidenta de México (https://goo.su/XFQwk) contrasta con el 48 por ciento que araña su contraparte estadunidense (rb.gy/fo5zxd). Es abismal también la diferencia entre el consenso de que goza Sheinbaum, con el respaldo de empresarios, sindicatos, la mayoría del espectro político y todos los gobernadores, entre otros sectores, con la polarización –esa sí– que padece Estados Unidos y que quedó gráficamente ilustrada durante la comparecencia en el Capitolio del mandatario gritón el martes pasado, con un auditorio dividido en dos porciones casi simétricas, una que le echaba porras no muy unánimes, y otra que se aguantaba con profundo malestar las puyas y humillaciones del orador.

Mientras de este lado del río Bravo la Presidenta recibía muestras masivas de adhesión y apoyo, en el país de arriba la Casa Blanca se veía abrumada por peticiones de diversos sectores para que desistiera de sus demenciales aranceles: representantes y cabilderos de la industria automotriz, de la construcción y del comercio, entre otros, le advertían de los grandísimos daños que enfrentarían sus ramos y de los perjuicios para la economía en general que habría de acarrear un pleito tarifario entre Estados Unidos y sus socios de América del Norte, empezando porque habrían de detonar con toda certeza el inicio de un indeseable proceso inflacionario. 

En el terreno económico, en suma, México puede respirar con tranquilidad y preservar prácticamente intacta su relación comercial más importante, sin que ello lleve a apostarle demasiado porque, como ya se ha visto, un chiflado en la Casa Blanca puede desestabilizarla en cualquier momento. El episodio debe llevarnos a acelerar la sustitución de importaciones y la diversificación de las relaciones comerciales, de acuerdo con los términos del Plan México. 

El panorama es menos alentador en lo que concierne a la justa exigencia mexicana de que el gobierno vecino imponga alguna suerte de control en el tráfico de armas del que se nutren los grupos delictivos y que genera pingües ganancias a las empresas del otro lado. Aunque quisiera –cosa que es de dudar– la decisión de establecer controles mínimamente estrictos a la venta y el registro de armas de fuego no está en manos de Trump, sino en el Legislativo y, en lo que concierne a la demanda mexicana contra las armerías estadunidenses, en la Corte Suprema de Justicia.

Y por lo que hace al combate al tráfico de drogas, parece ser que la Presidenta de México ha logrado una hazaña que parecería imposible: introducir en la dura cabeza de Trump la evidencia de que nuestro gobierno está empeñado en reducir ese tráfico y la noción de que el fenómeno debe ser atendido, en primer lugar, como un asunto de salud pública. 

La asamblea de este domingo en el Zócalo será una merecida celebración de lo conseguido en estos días. Lástima por la docena de vendepatrias emberrinchados que se la perderán.

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