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Trump: el avance del retroceso remasterizado

05 de marzo de 2025 00:02

Como la primera vez que ganó la presidencia de EU, en la segunda Donald Trump tocó fibras sensibles en la mayoría de quienes votaron en su favor. Si en la primera ocasión que se alzó con el triunfo pudo argüirse que la masa electoral no lo conocía más allá de sus vociferaciones en medios informativos tradicionales y las redes cibernéticas, quienes lo respaldaron con sus votos el pasado noviembre tuvieron evidencias de sobra para saber que, en el nuevo mandato, regresaba remasterizado al poder.

Trump no sólo conservó el favor del sector de votantes que lo llevaron a la Casa Blanca en 2016, sino que en 2024 amplió su base electoral a franjas sociales que uno supondría serían sus opositores, por así decir, de forma natural. El personaje concitó simpatías, por ejemplo, entre la población latina, la que, como a ningún candidato anterior, le dio su voto. Si bien la candidata demócrata, Kamala Harris, ganó 53 por ciento del voto latino, Trump alcanzó 45 por ciento, 10 puntos porcentuales más que los obtenidos cuando fue derrotado en 2020 (https://acortar. link/0EyIo8). La consinga trumpista, Make America Great Again, caló hondo no nada más entre los supremacistas blancos, sino entre poblaciones de otros perfiles identitarios.

Las batallas culturales y políticas no se ganan para siempre. Por determinadas luchas y logros en el terreno de los derechos humanos las sociedades se democratizan y así en ellas son reivindicados sectores de la población antes marginados y discriminados. Pero tales avances no pueden darse por sentados de una vez y para siempre, pues constantemente los adversarios de una sociedad abierta buscan cerrar el paso a la diversificación. En EU las luchas por los derechos civiles crecieron en la segunda mitad del siglo XX, en particular en los 60, y se anotaron victorias, plasmadas en leyes y obtención de espacios que visibilizaron a minorías y sus identidades.

En su primera campaña presidencial, Trump machaconamente culpabilizó a los migrantes sin papeles de las pérdidas de empleos de los estadunidenses. Los para él indeseables representaban la principal causa de la declinación económica del país, ya que se apropiaron indebidamente de puestos que debían ser para estadunidenses. En 2024 recicló el discurso, pero dio más cabida a su reparto de culpas al frente interno que, de acuerdo con sus teorías de la construcción del enemigo, debilitaba la fortaleza de la nación y su Destino Manifiesto.

En lugar de disminuir el apoyo electoral que lo respaldó en 2016, dadas las evidencias de su estilo personal de gobernar durante cuatro años, el mencionado apoyo creció y la victoria de Trump fue contundente en 2024. El mesianismo de Trump cautivó a millones que, con sus votos, le dieron sustento a las promesas de hacer realidad el avance del retroceso: regresar a la Golden Age de poderío incuestionable de, como dice la línea final del himno estadunidense, “the land of the free and the home of the brave”. Trump puede tomar las medidas que está implementando porque tiene la fuerza de quienes, como él, creen posible avasallar a los adversarios externos e internos.

Las convicciones y prácticas que han emergido al triunfo de Trump son preocupantes, porque muestran facetas de un supremacismo que no sólo ha resurgido, sino que retorna con más fuerza y busca sometimiento de los etiquetados como enemigos. El neotribalismo blanco, y de quienes sin ser blancos simbólicamente se han emblanquecido al identificarse con el proyecto trumpista, pretende restaurar el dominio de los suyos vulnerado por el proceso de integración cultural que se intensificó mediante distintas lides en favor de los derechos civiles.

Es casi imposible que el restauracionismo pueda alcanzar su objetivo, pero quienes buscan avanzar mirando hacia atrás van a intentar por distintos medios construir un paraíso excluyente, en que sólo haya cabida para ellos. Las movilizaciones para mantener cerrada la caja de Pandora, que jubilosamente Trump quiere abrir del todo, tendrán que fortalecerse y ser creativas, en particular dentro de EU. La clase política que se opuso a Trump en 2024 está pasmada, su derrota electoral sigue causándole estragos. Ante esto es el tiempo de las organizaciones civiles, los proyectos comunitarios y ciudadanos que no solamente puedan contener la oleada que amenaza con llevarse logros y garantías que se daban por inamovibles, sino que sean capaces de abrir cauces para el advenimiento de un orden social más generoso para todos.

En las conciencias ciudadanas de EU tiene que vigorizarse la vertiente política que sujete los excesos de Trump. La fortaleza del frente interno dará más recursos a quienes desde el exterior buscan contener la reconfiguración del mundo deseada por él. Pero la lid no sólo es política, es más profunda, en EU se está librando una batalla cultural de repercusiones globales.



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