Pumas siempre encuentra un camino, un partido más o menos brillante con el cual levantarse y volver a pelear. Desde el nombramiento de Efraín Juárez al frente de la dirección técnica, emergió la energía y la garra de un plantel que en la Liga suma cuatro derrotas consecutivas. Hasta antes de jugar en la Concacaf, los jugadores del club perdieron confianza, se les escapaban pases sencillos y competían sólo por el disgusto que mostraron en las tribunas sus aficionados. La victoria de este martes ante Liga Deportiva Alajuelense (2-0), en la ida de los octavos de final de la Copa de Campeones, desplomó toda esa tensión que cargaban.
Aunque en el futbol un resultado no explica todo, es un síntoma, el aviso de que viene una respuesta. Juárez consiguió en el estadio Olímpico que su equipo saliera de un estado dubitativo, inestable e indeciso. Quienes mandan en la directiva están convencidos de que en él tienen entrenador para muchos años, pero la tarea de parecer menos desvencijado no resultó sencilla. El gol del uruguayo Robert Ergas sirvió para encontrar el camino (38). La afición valoró la capacidad del cuerpo técnico, su laboriosidad y carácter dúctil para adaptar su idea futbolística a un grupo de profesionales con las pulsaciones por los suelos.
Los partidos en Concacaf suelen jugarse a mitad de semana con gradas vacías. Las imágenes y sonidos del primer tiempo así lo demuestran. “Hay papas, cervezas”, “Rómpanse la madre, cabrones”. Los gritos de aficionados y vendedores con cajas llenas de mercancía, entremezclados con el “Goya” y el himno deportivo de la UNAM, resumieron el ánimo de una noche en la que todo costó más trabajo. Juárez sólo pudo entrenar dos veces desde su presentación en el cargo. En ese tiempo convirtió casi en imperativo presionar al rival, competir a un ritmo intenso y cercano a la verdadera filosofía de la institución.
Cuando más parecía que no pasaba nada, empezó a ocurrir todo lo que Pumas tanto necesitó. El panameño Adalberto Carrasquilla picó la pelota al área, Pablo Monroy sacó al portero y Ergas, que venía detrás y sin defensores cerca, remató de derecha a segundo poste para celebrar el 1-0. Aquel acierto impulsado por la idea de Juárez cambió de golpe los silbidos hacia el plantel por aplausos en su camino a los vestidores. Como ganar se convirtió en una misión casi heroica, el ex futbolista y ahora entrenador del equipo felino resolvió en los minutos finales un nuevo problema: la mala relación de Rogelio Funes Mori y la afición universitaria.
Cuestionado por su ingreso en el once titular, Funes Mori trató de darle sentido a la confianza de Juárez. Durante más de 80 minutos se multiplicó, lució sereno, lúcido y recuperó el gol que lo llevó a ser mundialista con México en Qatar 2022, marcando el 2-0 con un remate de cabeza (73). Más de 9 mil 270 personas en el estadio lo celebraron. Lo que resta para el cuadro azul y oro es el acto final de la obra: mantener la ventaja en el partido de vuelta, el jueves 13 de marzo, y firmar su pase a los cuartos de final en un torneo que no gana desde 1989. La esperanza crece desde el banquillo.
