Durante los sexenios del PRI y del PAN se ocultaba por falsa diplomacia que las invasiones extranjeras a nuestro país tenían nombre propio. España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos han perpetrado invasiones de las que han quedado impunes.
En los libros escolares de historia se omitía el nombre del país invasor por una falsa neutralidad mal entendida; casi servilismo. Sin embargo, todas las acometidas se enfrentaron a la resistencia heroica del pueblo. Lamentablemente, también se han registrado grandes traiciones a la patria.
Revisar el historial de las invasiones a nuestro país y de otras partes del mundo nos debe recordar por qué es tan importante insistir en la defensa de la soberanía, uno de los valores cívicos más sensibles de los pueblos. Es un asunto de vital importancia no renunciar a la libertad individual y colectiva. Y, la protección del territorio es la reacción más legítima de aquellos pueblos que ven amenazada su vida y sus bienes.
Son múltiples los eventos históricos de patriotismo a lo largo de la historia del país. También hemos tenido ejemplos del total rechazo a la idea del mexicanismo o del nacionalismo, conceptos que se han confundido con chovinismo. Sin embargo, la exaltación por la defensa de nuestro territorio ha sido justificada ampliamente.
Sabemos que existen infinidad de opiniones a favor y también muchas en contra de lo que entendemos como patriotismo. Por ejemplo, una opinión en contra que sigue siendo detestable es la declaración del titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores del gobierno panista del 2000 al 2006, Jorge Castañeda, cuando declaró que exageran quienes defienden la soberanía, que con ésta nadie come, es una postura, ampliamente antinacional. Como de costumbre, sus opiniones lejos de unir, confrontan, pero además, demuestran una gran ignorancia en el conocimiento de la historia de México.
El desprecio por nuestras culturas es evidente en los dichos de Castañeda. Como si la política exterior de los gobiernos de la 4T, la cual busca como principio el entendimiento entre las naciones, fuese una suerte de cobardía disfrazada de diplomacia o de escapismo gracioso, como lo da a entender en diversos mensajes publicados en un periódico nacional el 12 de junio de 2024.
Jorge goza de total libertad de expresión y nosotros también. La diferencia es que el fallido ex canciller ocupa el espacio de un periódico francamente reaccionario y, quien este artículo escribe y su equipo, ocupamos un espacio progresista en un periódico donde siempre han respetado la libertad de expresión. Me refiero a La Jornada. No importa si nos califican de Perogrullo.
¿Existe algo más antimexicano que la siguiente opinión de Castañeda?
“No hay nada más mexicano que el afán de evitar el conflicto. Desde los concursos de oratoria (a diferencia de los de debate, en el mundo anglosajón) hasta la sempiterna búsqueda fallida del consenso, el mexicano prefiere mil veces el acuerdo al pleito, la convergencia a la confrontación, el consenso al conflicto”.
Viene a colación la opinión de Castañeda, aunque hayan pasado 8 meses, porque creemos que no le hubiera preocupado una nueva invasión extranjera al país. La defensa de la soberanía, en todos sus aspectos, debe ser permanente.
La falta de civilidad de algunos gobiernos como la del presidente abyecto de Estados Unidos, obliga a las demás naciones a defenderse cuando lo que debería hacer el país vecino del norte, otrora paladín de la libertad, es buscar consensos, acuerdos, trabajo en conjunto para salir de la pobreza, de la cultura de la drogadicción, del belicismo y del deterioro de los principios de la sociedad de ambos países.
Conmemorando los 500 años del asesinato de Cuauhtémoc, último líder que gobernó la gran ciudad de Tenochtitlan, vienen a la memoria innumerables crímenes ejecutados por gobiernos europeos. El asesinato fue el único recurso que encontraron los invasores españoles para intentar acallar el liderazgo del principal dirigente de la ciudad y del poderío mexica. Junto a otros tlatoanis que lo acompañaron hasta el final, pasó a la historia como los grandes defensores de la soberanía de nuestra nación náhuatl, lo que dio origen al actual México.
Todavía falta la aclaración de innumerables actos ilícitos relacionados con las invasiones a las que fueron sometidas nuestras naciones originarias. Millones de muertes debieron evitarse. La Iglesia católica no ayudó a evitarlo y el crimen fue avalado por la Corona de Castilla.
Si la soberanía se respetara, estos episodios inhumanos no serían parte de la historia. Lo mismo decimos respecto de las otras invasiones perpetradas por Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
Por fin, después de 500 años, se lleva a cabo un homenaje de Estado que conmemora y condena el asesinato de Cuauhtémoc, gran líder mexica. La justicia, tarde, pero llega.
(Colaboró Ruxi Mendieta)