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La muerte de Cuauhtémoc

01 de marzo de 2025 00:04

Cuauhtémoc organizó la resistencia de Tenochtitlan. Estableció líneas de defensa en los sitios por los que podían atacar a la ciudad lacustre, con vigías en las tres calzadas de acceso a ella, levantando los puentes y haciendo cortes. Hizo acopio de víveres, armas y guerreros, mandó construir canoas y dispuso una estrategia de defensa ante el inminente ataque. Destruyó partes de las calzadas que unían a la ciudad con tierra firme, levantó barricadas y fosas con lanzas contra los caballos. Sacó también a los ancianos, que se refugiaron en las montañas cercanas. 

Mientras tanto, Cortés y sus aliados iniciaron la guerra para tomar el control de los pueblos que rodeaban los lagos de Tezcoco y Xochimilco. Sometieron a los de Chalco, Xochimilco, Iztapalapa, después siguieron con Oaxtepec, Yecapixtla, Yautepec, Tepoztlán y Cuauhnáuac. Cuando Cortés tomó Xochimilco, Cuauhtémoc envió dos escuadrones a recuperarlo, sin éxito. Tampoco pudo recuperar Chalco. Mandó decenas de canoas por los dos lagos que circundaban la ciudad para prevenir el ataque por agua de los bergantines españoles que se construían en Tezcoco. 

Cuando se inició el sitio de Tenochtitlan, Cuauhtémoc personalmente organizó y dirigió la defensa de la ciudad. Cuenta fray Diego Durán que “iba de un lugar a otro en una pequeña canoa combatiendo con las armas en la mano.” En esa labor fue auxiliado por sus capitanes y secundado por miles de combatientes de Tenochtitlan y Tlatelolco que defendían heroicamente sus ciudades. Lo acompañaban aliados de una parte de Tezcoco, Tlacopan, los tlahuicas y otros pueblos de los alrededores del valle de México que se oponían a los invasores. 

A pesar de la resistencia mexica y tlatelolca, Cortés y sus huestes lograron llegar hasta el Templo Mayor. Cuauhtémoc ordenó trasladar la figura de su dios Huitzilopochtli a Tlatelolco, donde estableció su cuartel. Su pueblo lo siguió. La falta de alimentos y agua hicieron estragos en los defensores. Lograron detener el avance de los invasores pero la situación se volvió desesperada. Los invasores llegaron a la plaza de Tlatelolco. Cortés pidió a Cuauhtémoc la rendición, pero éste se negó, esperando el refuerzo de Matlazingo y Tulapa que no ocurrió porque éstos habían sido derrotados por los tlaxcaltecas. 

Cortés recibió nuevas tropas de refuerzo. Cuauhtémoc convocó a su consejo de guerra. Les hizo saber que había ensayado todas las alternativas posibles y no había podido detener a los invasores. La decisión colectiva fue continuar la guerra. Y la guerra continuó. Los invasores destruyeron y quemaron casas y templos. Avanzaron. Tenochcas y tlatelolcas resistían pero el hambre, la sed, las enfermedades, los miles de cadáveres insepultos los hicieron retroceder. Cuauhtémoc se reúne nuevamente con su consejo. Acuerdan la rendición. Cuauhtémoc se entrega a Cortés acompañado en una barca de los jefes Coyohuehuetzin, Tepantemoctzin y Temilotzin el 13 de agosto de 1521. Ahí terminó la guerra. 

Es muy conocido lo que aconteció. Cortés, empeñado en que le entreguen “el tesoro de Moctezuma” y recuperen el oro robado que perdieron cuando salieron huyendo de la ciudad en la noche victoriosa mexica, sometió a tormento a Cuauhtémoc y al resto de los jefes que lo acompañaban. Soportó estoica y dignamente que le quemaran los pies sin decir una palabra. En los años siguientes Cuauhtémoc siguió preso. Cortés necesitaba su autoridad para que los indígenas regresaran a su ciudad y trabajaran en su reconstrucción. También para evitar una rebelión y que le ayudara a pacificar otros señoríos que fueron derrotados y sometidos en los tres años siguientes. 

Cuando Cortés emprendió la expedición a las Hibueras, llevó como prisionero a Cuauhtémoc así como a Cuanacotzin y Tetlepanquetzatzin, señores de Tacuba y Tezcoco. La muerte del último tlatoani mexica fue una ejecución ordenada por Hernán Cortés el 28 de febrero de 1525. Ocurrió en el territorio de Acallan, en un pequeño poblado deshabitado que pudo haber sido Teotilac (su nombre en náhuatl), o Yaxzam (en maya), en el que Cortés, sin juicio previo y sin testigos ajenos, a medianoche, decidió asesinarlo. 

El pretexto fue una posible conspiración que el español dijo haber descubierto. Fue ahorcado y colgado de una ceiba, al igual que Coanacoch y Tetlepanquetzatzin. Cortés trató de borrar las huellas del asesinato y mintió sobre lo ocurrido. Uno de los testimonios sobre ese magnicidio, el de Bernal relata las palabras que Cuauhtémoc habría proferido a Cortés: “¡Oh Malinche! Días había que yo tenía entendido questa muerte me habías de dar e había conocido tus falsas palabras, porque me matas sin justicia! Dios te la demande, pues tú no me la diste cuando te entregué mi persona en mi ciudad de México.” 

Cuauhtémoc seguía siendo tlatoani. Así era visto y reverenciado por los pueblos que reconocían el dominio de Tenochtitlan. Para Cortés era peligroso conservar a un personaje tan importante. Pero además, Acallan estaba en los límites de donde llegaba el dominio de la Triple Alianza. Más al sur, adonde se dirigía Cortés, ya no le servía como prisionero. La muerte de Cuauhtémoc sólo hizo crecer su figura y su leyenda. Es uno de los mayores héroes de nuestra Patria, el símbolo de la dignidad, el orgullo, la valentía y la resistencia indígena. Así se le recuerda. 

* Historiador



La muerte de Cuauhtémoc

Es de los mayores héroes de la patria, símbolo de dignidad, valentía y resistencia

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