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La eterna lucha por el poder

28 de febrero de 2025 00:03

Diversos estudios apuntan que existe una tendencia natural hacia la búsqueda de la dominación y durante este camino se tejen redes y vínculos que permiten a ciertas personas e instituciones lograr ese objetivo, incluso en cuanto a política se debe reconocer que el poder influye en el comportamiento de la sociedad, tanto en el pensamiento como en el actuar. 

Desde siempre hemos sido testigos de la forma en que se crean y emplean argumentos para justificar la conquista y la constante lucha entre imperios; el más común es que los dominados son un pueblo inferior, cuyas costumbres y pensamientos deben ser sometidos a una crítica implacable, pero curiosamente inconsistente desde un punto de vista ético y moral. 

La tesis antes mencionada no es nueva, incluso Aristóteles en su libro Política, aborda el argumento de la existencia de pueblos esclavos por naturaleza, cuyo destino no es otro que ser conquistados y esclavizados para que trabajen y sirvan a los griegos, derecho adquirido por su supuesta superioridad racial. Hipótesis que incluso sirvió de base para la expansión de Roma. 

Es cierto que aún nos encontramos inmersos en muchos conceptos antiguos; es así que la geopolítica actual podría considerarse en un punto de inflexión y, al contrario de lo que pensamos y deseamos, los conflictos bélicos continúan siendo una realidad. Los alicientes son diversos, como temas sociales, religiosos, ideológicos, educativos, culturales, migratorios o comerciales, pero es indudable que tras ellos usualmente se encuentra un único motivo: el poder político-económico. 

Por ejemplo, de acuerdo con el análisis “Los corredores energéticos de Eurasia”, la actual subregión de Asia Central, importante núcleo productor de hidrocarburos, la componen cinco repúblicas ex soviéticas: Kazajistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán. Toda el área, junto con Afganistán, estuvo sometida durante el siglo XIX a lo que se llamaba el gran juego, que hace referencia a la rivalidad entre los imperios ruso y británico debido a que cada potencia quería contener a la otra en todo este conjunto de gran valor geopolítico y económico. 

La situación anterior podría parecer no conectada con nuestra realidad, pero continúa estando presente en la agenda mundial, pues la batalla por el dominio del petróleo y recursos naturales sigue siendo uno de los estandartes por los que las guerras persisten en el mapa mundial. 

Y aunque es cierto que hoy hay muchos menos conflictos armados en comparación con otros momentos de la historia, de acuerdo con el Learning Institute of Security Advisors, hemos pasado de acciones armadas a medidas más centradas en la desestabilización política y la disrupción económica; lo anterior ya que hoy son mucho más frecuentes tácticas como la desinformación, el ciberespionaje, la compraventa de empresas o la imposición de sanciones económicas. 

Aún hay personas a quienes les asombra el hecho de que Estados Unidos continúe en una perpetua lucha por tener injerencia en la vida política y de alguna manera influir en la soberanía de países del mundo. Pero la llegada al poder de un político autoritario e impulsivo y, a la vez, paradójicamente hábil negociador que sabe liderar en entornos complejos como Donald Trump, ha hecho mucho más evidente el anhelo que ha permanecido durante décadas en la mentalidad estadunidense, aunque, claro, no es la única nación con este propósito. 

Además del deseo de apoderarse de recursos naturales, no podemos olvidar que, hablando específicamente de Estados Unidos uno de los cimientos que ha permitido e impulsado su política expansionista ha sido el denominado Destino Manifiesto, una idea de pueblo superior a los demás, elegido por Dios. 

Dicho pensamiento está tan arraigado en la cultura estadunidense que incluso Trump hizo alusión a él en su investidura: “Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento, que aumenta nuestra riqueza, expande nuestro territorio, construye nuestras ciudades, eleva nuestras expectativas y lleva nuestra bandera hacia nuevos y hermosos horizontes […]. Perseguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estrellas, lanzando astronautas estadunidenses para plantar la bandera de las barras y las estrellas en el planeta Marte”. 

Hoy seremos testigos de cómo las guerras de carácter comercial o económico se vuelven cada vez más frecuentes y toman un creciente protagonismo en la agenda de los estados y también de los actores no estatales, especialmente las multinacionales. 

Vivimos en un mundo cada vez más polarizado y, aunque nos duela reconocerlo, en un estado de enfrentamiento entre grandes potencias, pues el contexto de rivalidad y desconfianza ha aumentado significativamente en las últimas décadas y los acuerdos e instituciones mundiales han comenzado a quedar sobrepasados. 

Uno de los temas que quisiera dejar para futuras colaboraciones es la manera en que todo aquello que pueda afectar a la supremacía económica, industrial y militar será considerado como una amenaza para su seguridad nacional, lo que continuará impulsando la polarización y el aumento de tensiones geoestratégicas. 

*Consultor en temas de seguridad, inteligencia, educación, religión, justicia y política



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