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Gonzalo Rocha aclara por qué Posada opaca a sus colegas de los siglos XIX y XX

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Gonzalo Rocha durante la presentación de la novela grafica 'Posada: La vida no vale nada y la hoja suelta, un centavo' en la Galería de Rectores en la FIL del Palacio de Mineria, en la Ciudad de Mexico, el 23 de febrero de 2025. Foto Cristina Rodríguez
25 de febrero de 2025 14:05

México es un país prolífico en caricaturistas. ¿Por qué entonces José Guadalupe Posada ha opacado por tanto tiempo a sus colegas decimonónicos y de las postrimerías del siglo XX?, planteó Gonzalo Rocha, monero de La Jornada, en la presentación de su novela gráfica Posada: La vida no vale nada y la hoja suelta, un centavo (Editorial Resistencia), en la 46 Feria Internacional del Libro Palacio de Minería (FILPM).

El dibujante ofreció varias hipótesis. La primera se relaciona con su obra. A diferencia de muchos de sus congéneres caricaturistas, su obra no se centró en la de corte político. Luego de algún tiempo, argumentó Rocha, los personajes de esta actividad cercana al poder por lo general dejan de ser memorables. Ya no entendemos de quién ni de qué se trata, y sólo los especializados retoman el interés de estos gráficos, mientras el gran público de hoy sí puede entender el retrato de la vida cotidiana, de los escándalos, la nota roja y las calaveras de José Guadalupe.

La segunda hipótesis tiene que ver con que Posada no sólo era un fino dibujante académico, con mucha práctica y filigrana, sino también un impresor que conocía los secretos de las máquinas de sus talleres. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, abandonó en parte las influencias europeas y las pudo sintetizar en viñetas de un temperamento muy mexicano.

Una tercera es atribuible a su apariencia y a que hayan existido y/o sobrevivido de él dos fotografías. “En ellas podemos observar que la pinta de ese dibujante hidrocálido es la de un hombre rollizo, con bigote entre tupido y de aguacero, pancita de pulquero, cachetón y de tez morena. Un hombre al que podemos imaginar tan pachón y generoso como un taquero, apariencia que lo hermana con su obra, en lo que podemos llamar una ‘preclara mexicanidad’. Esto, para mí, responde a por qué Posada sigue siendo el héroe de las páginas de los libros que continuamos escribiendo sobre él”.

En la presentación realizada en la Galería de Rectores, Rocha dijo que hizo esta novela gráfica sobre el creador de la Catrina porque no había una. De los muchos títulos que hay sobre Posada, casi todos históricos, de análisis o ensayo artístico, no existía una novela gráfica. Historietas, sí, en tono didáctico. Había que hacer algo que nos lleva a otra literatura ilustrada, al tratarse además de un dibujante.

Para Mercurio López Casillas, estudioso de Posada, esta novela gráfica “impacta desde su cubierta y hasta sus últimas páginas, en que Rocha nos regala cinco estupendos retratos del grabador. Cada página es un derroche de talento que mantiene aferrado al lector que puede disfrutar los diálogos, las descripciones y las secuencias sin texto.

En la novela de Rocha se aprecia gran empatía y admiración por el grabador, contada desde la cercanía laboral en la prensa diaria. El autor entiende profundamente a Posada; llena su obra de viñetas sorprendentes y textos que rayan en la poesía.

Este cómic se divide en cuatro capítulos: La muerte de Posada, La infancia, El Chalequero y El baile de los 41. En los dos últimos, Rocha narra dos acontecimientos históricos que Posada concretó en un par de imágenes. En ambos casos cuenta el proceso que lleva al grabador a la creación de dos de sus grandes obras.

Precisó: En esta singular novela gráfica, el autor recurre a más de 50 grabados de Posada, pero no los copia, sino que los reinterpreta de manera ingeniosa, en pequeños y grandes detalles; resucita a Doña Caralampia y pone músculos y piel a un par de calaveras.

López Casillas señaló que aún existe el local donde estuvo el segundo taller de Posada, en la calle de Moneda: Se colocó una placa; sin embargo, ahora es una plaza comercial. La placa está tapada de cosas que venden. Valdría la pena recuperarla.

Para el caricaturista Luis Fernando, quien vivió el proceso de esta novela gráfica, a través del dibujo de Posada vemos a Rocha dibujar. Entonces, establece elementos de espejos, y eso también nos transmite cómo podría estar Posada en ese mundo que nunca conoceremos, por supuesto, interno, y con sus pareceres, gozos y finales que, por más tristes que sean, sin saber que su obra está más viva que nunca, incluso, internacionalmente.

Al término del acto se anunció que la exposición de Gonzalo Rocha, que lleva el mismo título que el libro, en el Complejo Cultural Los Pinos, se extiende hasta el 30 de marzo.


 
 

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