Immokalee. Desde un lugar del sureste estadunidense, inmigrantes impulsan una transformación sin precedente del campo en este país, creando un modelo encabezado y manejado por trabajadores que cambia las relaciones y condiciones laborales y hasta libera a miles de condiciones de esclavitud.
Al lado de un enorme estacionamiento, donde jornaleros esperan subirse a los autobuses de las empresas que los contratan para la cosecha de jitomate, están las oficinas de la Coalición de Trabajadores de Immokalee con sus salas de reuniones, un tipo de cooperativa de alimentos a bajo precio, archivos, carteles, títeres y reconocimientos de la lucha que han librado desde hace más de tres décadas, y Radio Conciencia, conocida como La Tuya, que transmite la voz de la organización.
Antes de que se asome el sol, se congregan aquí algunos de los líderes y el equipo de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en ingles), y en esta ocasión una delegación de un sindicato de trabajadores de plátano de Ecuador que está visitando para evaluar cómo adoptar en su país el modelo desarrollado aquí, y también gente de diversas ONG que trabajan en asuntos laborales en Argentina, España y México. Salen un par de camionetas a uno de los campos de jitomate de la empresa Pacific Tomato Growers, la segunda más grande de Florida.
En una de las salas en las instalaciones de la empresa agraria, esperan unos 40 jornaleros con visas de trabajo temporales (H2A) para una sesión de capacitación. Lucas Benitez (mexicano) y Lupe Gonzalo (guatemalteca), algunos de los líderes de la CIW, arrancan la sesión con preguntas sobre de dónde vienen –Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Tabasco, responden–, y resulta que son todos mexicanos en esta ocasión. Los trabajadores en esta región son principalmente mexicanos, guatemaltecos y haitianos.
Se explica qué es el Programa de Comida Justa, el modelo desarrollado por la CIW con base en un acuerdo entre trabajadores, los cultivadores y las grandes empresas compradoras del producto bajo el cual se establecen normas sobre condiciones del trabajo y mecanismos para resolver disputas y quejas –un modelo que se está aplicando ahora en varios estados e incluso en otros países (Benitez acaba de regresar de Sudáfrica, donde se está adoptando este modelo). Pero todo gira en torno al respeto mutuo
, repiten Benitez y Gonzalo, y en que cada trabajador ejerza sus derechos establecidos por el pacto.
Está el acuerdo sobre los derechos, pero para implementarlos depende de ustedes
, subraya Benitez. Gonzalo señala que esto también cubre el tema de acoso y hostigamiento sexual por parte de administradores y supervisores, pero también entre los trabajadores mismos, y que bajo el acuerdo, hay tolerancia cero; tienen ahora el derecho a quejarse sin miedo
.
Jornaleros a punto de subir al autobús para ir a la cosecha de jitomate, en Immokalee, Florida. Foto ‘La Jornada’
No a la discriminación
Gonzalo enfatiza que “no se tolera la discriminación por nacionalidad, por idiomas diferentes, por orientación sexual… todos somos seres humanos”. Comenta que hay diversidad y que es bonito mantener las culturas y los idiomas
.
Otros derechos incluyen periodos de descanso, protecciones contra el calor y salud en el trabajo. Muestran un póster con un dibujo de un autobús de transporte de trabajadores volcado en el campo y preguntan a todos los que ven ahí, por qué algunos de los heridos fueron expulsados del camión y más. Señalan que por primera vez las empresas están instalando cinturones de seguridad porque “como dicen los Tigres del Norte, ‘nunca se sabe’”.
Al concluir la sesión, todos salen al campo al iniciar su turno. En este sector de jitomates chiquitos llamados cherry, estaban trabajando unos 243 jornaleros; más tarde llegaran otros 300, nos informa uno de los supervisores estadunidenses. Las manos de uno de los jornaleros no dejan de moverse al pizcar los pequeños jitomates rojos al llenar una cubeta de medio metro de alto para después llevársela a los camiones que se estacionan entre las filas de las plantas, elevándola a las manos de otros compañero que registra la entrega –se les paga por cubeta– y los deposita en cajas. Ya no tienes que llevar cubeta con copete
, señala Benitez, como uno de los logros del acuerdo.
En otros campos cercanos hay jitomates medianos y otros de bola
, los más grandes. No cesa el movimiento del cuerpo en un tipo de baile con cada planta, algo multiplicado por cientos de otros más bajo un sol que empieza a acariciar con su calor. Bajo el acuerdo se establecen periodos de descanso obligatorio, dependiendo de las temperaturas. Si rebasa 38 grados, se suspende la jornada. Igual si llegan tormentas con rayos.
Durante la sesión de capacitación sobre el acuerdo estaban presentes un par de los administradores, un puertorriqueño y un hondureño. Ambos intercambian saludos cariñosos con los de la CIW. Pero esa relación no empezó de manera amistosa. Benitez, cuando llegamos a los campos, señaló la entrada de donde están las oficinas de la empresa, recordando que él y los demás de la CIW se manifestaban ahí exigiendo un diálogo enfrentados a una fila de policías para no dejarlos pasar. Miguel, el administrador hondureño, comentó que al inicio él pensaba que lo de la CIW olía a comunismo
, y que se oponía a que la empresa firmara el acuerdo de Comida Justa. Pero Jon Esformes, uno de los dueños, decidió sentarse a escuchar a Benitez y otros líderes, y decidió firmar el pacto. Le comentó a Benitez: ganaste
, pero éste le respondió: no, Jon, ganamos todos
.
La Asociación de Cultivadores de Tomate de la Florida estaba en contra de cualquier acuerdo, y el dueño de Pacific renunció a la asociación poco antes de firmar. Pocas semanas después del primer acuerdo, se sumó la empresa más grande, y pronto la mayoría de la asociación –hoy día, 90 por ciento de los cultivadores– forma parte del Programa de Comida Justa.
Larga relación
Descubrimos que teníamos mucho en común
, dice Miguel, y ahora esta relación ya cumple 14 años. Cuentan los administradores y la CIW que finalmente el acuerdo no sólo benefició a los trabajadores directamente, sino que mejoró el negocio de la empresa y su imagen; empezó a ser un lugar donde querían trabajar los jornaleros –los que llegan con visa temporal de trabajo son reclutados en México–, definieron normas para establecer un lugar digno de trabajo
.
Al regreso a Immokalee –un pueblo con un mercado abierto estilo mexicano y con viviendas modestas, las más precarias suelen desaparecer con los huracanes– vamos con Benitez a las oficinas de la CIW, donde platicamos con otros líderes de esta organización, incluidos Greg Asbed, Gerardo Reyes y los equipos de apoyo acerca de los desafíos en el futuro, sobre la amenaza de Trump.
Mientras se preparan para la asamblea semanal de los trabajadores cada miércoles, no falta lo que se cosecha por ellos y otros jornaleros y se maneja por trabajadores de la industria alimenticia de este país, aquí transformado en comida mexicana, guatemalteca y haitiana, y acompañada con la música de Radio Conciencia. O sea, el CIW también cultiva cultura desde este rincón del sureste estadunidense(https://ciw-online.org/).