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Samir florece

22 de febrero de 2025 00:02

Quienes ordenaron el asesinato de Samir Flores Soberanes, y quienes lo ejecutaron aquella madrugada del 20 de febrero de 2019, sabían muy bien lo que hacían. Samir era una persona clave en la resistencia contra el Proyecto Integral Morelos (PIM), ese megaproyecto de la era neoliberal que fue retomado por el gobierno de López Obrador y que consta de un acueducto, un gasoducto y dos termoeléctricas y que incluye a los estados de Puebla, Tlaxcala y Morelos.

Desde el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua Morelos–Puebla–Tlaxcala (FPDTA-MPT), Samir y sus compañeros habían logrado resistir a varios gobiernos estatales y federales con argumentos científicos que demostraban la inviabilidad del PIM, entre ellos, los riesgos que implica un gasoducto en una zona volcánica, la contaminación sonora y la escasez del agua.

Quienes asesinaron a Samir sabían también que él participaba de otros proyectos de educación y comunicación que se echaron a andar en Amilcingo, Morelos, territorio en el cual nació, al que defendió, y donde lo mataron por defender el territorio. Samir fue un organizador comunitario que promovió la articulación a lo interno de su comunidad, y entre su comunidad y otras comunidades de México y del mundo. Era querido y respetado porque enseñaba a luchar con el ejemplo. Era un “nodo” que lograba articular a personas, pueblos y organizaciones de diferentes partes del mundo. “Samir supo construir autonomía en su pueblo y promoverla con el ejemplo en los lugares a donde su voz llegaba.

A Samir lo mataron por no darse por vencido, porque después de que impusieron la construcción del gasoducto en 2014 en Amilcingo, no se quedó derrotado, al contrario, despertó de nuevo el pueblo de Amilcingo y construyó una autonomía, un oasis de rebeldía en el centro de la república”, dicen sus compañeros de organización. Quienes lo asesinaron sabían bien esto, y quizá esa era parte de sus intencionalidades: desarticular un largo y complejo proceso organizativo. Al mismo tiempo enviaron un mensaje a quienes se organizan y defienden los territorios y la vida: su labor les puede causar la muerte.

Quienes asesinaron a Samir sabían que nueve días antes del crimen, el 11 de febrero de 2019, él y sus compañeros habían acudido a protestar a un mitin del entonces titular del ejecutivo. En aquella ocasión, AMLO descalificó a quienes protestaban: “Escuchen, radicales de izquierda, que para mí no son más que conservadores”. Sabían también que, un día antes de su homicidio, el 19 de febrero, Samir había encarado al superdelegado federal Hugo Erick Flores, abogado de los paramilitares de la masacre de Acteal y quien hoy participa de una alianza de derechas prosionistas que, además de justificar el genocidio en Gaza, buscan incidir políticamente en México (https://acortar.link/a2FfPV). Aquellas palabras y actos seguramente fueron incluidos en los cálculos de quienes asesinaron a Samir.

Quienes mataron a Samir y ordenaron el homicidio sabían que su crimen sería protegido por una amplia y sólida red de corrupción que todavía hoy, seis años después del asesinato, permanece impune. Una red que incluye a Cuauhtémoc Blanco, ex gobernador de Morelos, y a Uriel Carmona, ex fiscal de Morelos, ambos acusados también hoy de otros delitos, así como a miembros del gobierno y la fiscalía federal que no hacen lo suficiente para que la verdad salga a la luz, para que se alcance la justica para Samir.

Pero lo que no sabían quienes mataron y quienes ordenaron asesinar a Samir es que su familia, sus compañeros y compañeras de lucha, y personas en todo el mundo no lo dejarán en el olvido. Este febrero de 2025, más de 60 colectividades en todo el mundo se organizarán para recordar a Samir y para exigir justicia. En algunas partes del planeta, serán sembrados bustos de Samir Flores Soberanes, antimonumentos que, como tantos otros en México, nos recuerdan los crímenes que permanecen impunes, la guerra que no para, la justicia que no llega.

En el rostro y nombre de Samir se verán reflejadas también las exigencias de una parte de la sociedad que en el mundo alerta sobre las amenazas para la vida que implica el modo actual de producción. La exigencia de justicia para Samir es también la demanda de justicia por la muerte de los tres integrantes de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo, ejecutados hace unos días en Oaxaca.

Quienes asesinaron a Samir, quienes ordenaron el homicidio y quienes hoy protegen con el manto de impunidad a autores materiales e intelectuales de ese crimen, no sabían que Samir había sembrado la semilla de la rebeldía y la organización en su pueblo y en tantos otros en los que nunca estuvo, pero a los que llegó su palabra, su ejemplo, su dignidad. Hoy, Samir florece.

*Sociólogo

X: @RaulRomero_mx



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