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La inagotable rebeldía de Miguel Mármol

20 de febrero de 2025 00:04

En mayo de 1966 el poeta salvadoreño Roque Dalton tuvo la oportunidad de entrevistar a su connacional y camarada Miguel Mármol, quien fue organizador campesino, líder sindical, dirigente del Partido Comunista de El Salvador y participante de la insurrección de 1932. El resultado fue el libro Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador, en el cual se relata la vida y trayectoria política de Mármol; no obstante, esta obra abarca hasta la década de 1960 y no recoge el pasaje que a continuación les comparto.

La dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), sabedora de la importancia de conocer la historia, promovió que dirigentes comunistas de varios países redactaran sus memorias políticas para contribuir al acervo histórico del movimiento comunista internacional. Por este motivo en 1974 Mármol fue invitado a pasar una temporada en Moscú para escribir sus memorias al tiempo que gozaba de un descanso de su actividad revolucionaria.

En 1974 se encontraba en Moscú, en el mismo edificio que Mármol, la primera delegación que el Partido Comunista Mexicano (PCM) envió a la escuela internacional de formación política tras el desencuentro que tuvo con el PCUS en 1968 por la intervención del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia, acto al que el PCM se opuso sumándose a las posiciones del llamado “socialismo democrático”. Entre los mexicanos se encontraban Guillermo Zamora, Fernando Pineda, Luis Sosa, Paulina Salas, José Olvera y José Dolores López, dirigente de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, y como responsable político de la delegación, Octavio Rojo.

En el edificio para comunistas de otros países, entre los dormitorios, aulas y auditorios, los mexicanos y Mármol hicieron de la habitación del responsable de la delegación mexicana, a quien por su jerarquía otorgaron un cuarto más grande y mejor acondicionado, el espacio de esparcimiento y convivencia. En aquella escuela convivían militantes de muchas nacionalidades, pero la afinidad latinoamericana brotó con base en la comunidad de lengua y similitud de cultura, y Mármol comenzó a frecuentar a los mexicanos que lo acogieron con admiración y afecto.

La señal para comenzar las fiestas nocturnas la daba Mármol: “Compañeritos, traigo una botella de vodka”; entonces canciones mexicanas y latinoamericanas sonaban toda la noche en el cuarto del responsable mexicano. En esas noches de bohemia el héroe de El Salvador contó en más de una ocasión el épico pasaje de su fusilamiento y retorno de entre los muertos, las peripecias de su vida clandestina y su peliaguda labor sindical. Tal vez Mármol aprovechaba copas y amistad para refrescar su memoria; sin embargo, su método de trabajo no agradó a los soviéticos.

Al ver que Mármol se entregaba más a la juerga que a la escritura, los soviéticos decidieron romper la unidad latinoamericana y apartar al salvadoreño de la escuela donde estaba la delegación mexicana y algunos de El Salvador. Los responsables políticos de Mármol en Moscú le propusieron trasladarlo a un sanatorio para recibir un tratamiento médico que atendiera las múltiples dolencias físicas acumuladas a lo largo de su intensa vida de lucha. La propuesta fue acompañada de la promesa de que el cambio sería temporal y luego regresaría a su dinámica habitual.

Tras algunas semanas, Mármol se percató de la treta de los soviéticos, quienes buscaron pretextos para no devolverlo con sus camaradas de El Salvador y México, y le propusieron que continuara escribiendo en su nueva estancia. Mármol solicitó regresar adonde estaban los de El Salvador y México; argumentó: “He venido a un país de libertades” y se quejó de que lo trataban como preso. Pero, como luchador veterano, sabía que aun en presidio hay forma de luchar; a sus 69 años se declaró en huelga de hambre hasta que se restableciera la unidad latinoamericana. A los médicos soviéticos y responsables políticos les bastaron un par de días para comprender que la rebeldía Mármol era inagotable y dieron la partida por perdida y regresaron al salvadoreño a la escuela política junto a sus camaradas.

No fue la primera vez que el sobreviviente de la insurrección de 1932 protestó con una huelga de hambre en la URSS; narra Dalton que en 1930, cuando Mármol asistió al congreso de la Internacional Sindical Roja y tuvo la oportunidad de conocer la vida de los trabajadores soviéticos del campo y la ciudad por medio de una vertiginosa visita a parajes soviéticos, organizó una huelga de hambre la delegación latinoamericana para exigir unos días de descanso, pues lo rápido de la visita además de haberlos cansado les impedía apreciar con calma el nuevo mundo socialista. También esa vez Mármol ganó a los soviéticos.

La eterna rebeldía de Miguel Mármol le fue presagiada desde su niñez y lo llevó a afirmar: “Hay muchos que me conocen y dicen que sin duda vine al mundo a causar líos”. Sin duda este indómito revolucionario de El Salvador se dedicó a causar líos, y esto lo llevó a ser un preclaro dirigente obrero y un comunista insurrecto aun dentro del país de los sóviets, aunque esto último no le hizo perder su estima y admiración por la primera revolución socialista del mundo.

*Historia de la ENAH.

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