León, Gto. La violencia y el crimen organizado se han desarrollado por una crisis de legalidad y de moralidad, por la corrupción que no ha sido erradicada y por el debilitamiento del tejido social, sostuvo el arzobispo de León, Jaime Calderón Calderón, en el canje de armas del programa nacional “Sí al Desarme, Sí a la Paz”.
“En las últimas décadas, en toda la geografía nacional suceden hechos violentos relacionados en numerosas ocasiones con la delincuencia organizada. Experimentamos que esta situación se agrava día con día y repercute negativamente en la vida de las personas, de las familias, de las comunidades y de la sociedad entera”, señaló en el evento realizado frente a la Catedral Metropolitana.
Ante la gobernadora, Libia García Muñoz Ledo y la subsecretaria de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, Rocío Bárcenas Molina, el arzobispo lamentó que la inseguridad afecte la economía, altere la paz pública y siembre desconfianza, dañe la cohesión social y envenene el alma de las personas con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza y de justicia, a veces por propia mano.
El pueblo de México tiene una tradición profunda, una raíz cristiana, es amante de la paz, es solidario y ama la vida, pero también se asocian “a este modo de ser de nosotros los mexicanos” los antivalores y actitudes negativas, entre ellas la violencia.
“El comportamiento violento no es innato, se adquiere, se aprende y se desarrolla. En ello influye el contexto cultural en el que crecen las personas”, sostuvo.
Abundó que hay crisis de valores éticos, hay predominio del hedonismo, del individualismo y la competencia, pérdida de respeto de los símbolos de autoridad y la desvalorización de las instituciones educativas, religiosas, políticas y judiciales.
“Consideramos en la iglesia que convendría abordar la compleja realidad de la violencia que se vive en México desde un enfoque de salud pública que implica reconocer el esfuerzo por erradicarla y que debe ser multidimensional. Se requiere un diagnóstico interdisciplinar que identifique los principales factores de riesgo”, mencionó.
Los obispos de México han identificado tres factores de riesgo que deben ser atendidos con urgencia, reveló el arzobispo.
La violencia y el crimen organizado han encontrado terreno propicio para desarrollarse por una crisis de legalidad, sostuvo.
“El signo más elocuente de esto es la corrupción tan extendida que se vive en tantos ámbitos, anunciada pero no erradicada”, puntualizó.
En segundo lugar, hay un debilitado tejido social porque se ha preferido muchas veces el discurso de la polarización, la fragmentación, el individualismo y la apatía, lamentó.
“En tercer lugar, vivimos una crisis de moralidad. Cuando se debilita o relativiza la experiencia religiosa de un pueblo, se debilita su cultura y entran en crisis las instituciones de la sociedad, con sus consecuencias en la fundamentación, vivencia y educación en los valores morales”, argumentó.