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Una exposición en el festival de cine de Berlín, la Berlinale, rinde honor con esta instalación al público asistente. Foto Alia Lira Hartmann
16 de febrero de 2025 08:29

La 75 edición del festival de cine de Berlín se celebra del 13 al 23 de febrero y trae a la capital alemana lo mejor del séptimo arte mundial. Junto con Cannes y Venecia, forman una especie de santísima trinidad europea del cine, pues se les considera los más importantes encuentros fílmicos.

El más antiguo es el de Venecia, que empezó en 1932; Cannes, 1946, y Berlín cumple 75 años, y arrancó en Berlín Oriental. La Berlinale es considerado el más político de los festivales, donde el público cinéfilo es el invitado especial; se considera el encuentro con mayor asistencia, más de 400 mil entradas vendidas, y se proyectan hasta 400 películas en diferentes secciones que comprenden diversos géneros.

En la competencia suelen presentarse una veintena de producciones. El premio consiste en un oso de pie forjado en oro. También se premia con Osos de Plata a la mejor interpretación masculina y femenina, así como a la mejor dirección y ópera prima. Un oso honorífico es entregado cada año a una destacada figura del mundo del cine.

Se dice que el oso es el animal favorito de los berlineses, pues constituye el símbolo y emblema de la ciudad. Tan sólo al entrar por carretera a la ciudad la escultura de un pequeño oso de pie recibe al visitante. Ya luego se le ve en cualquier esquina con innumerables y coloridos decorados.

La evolución en la programación ha sido una constante mostrando la versatilidad y la capacidad de adaptación a los cambios del mundo. La Berlinale ha sufrido recortes presupuestales y cada año hay que apretar el cinturón para que la calidad no merme. La digitalización ha traído una considerable reducción de personal que antes estaba amablemente al servicio de los visitantes. Las largas filas que esperaban pacientemente su turno en los puestos de venta de entradas son ya un nostálgico recuerdo.

La Berlinale cobra vida gracias al entusiasmo y euforia de su público, de las salas de cine llenas, de las proyecciones que a tan sólo unos minutos de salir las entradas a la venta quedan agotadas. Quienes asisten llegan a esta ciudad de diferentes regiones de Alemania y Europa, por lo que se toman algunos días de vacaciones para disfrutar de buen cine.

A pesar de la inmensa oferta de plataformas que ofrecen también lo mejor de la industria fílmica para disfrutarse desde la tranquilidad del espacio privado, el cine sigue ejerciendo una especial fascinación en el público. Se ha afirmado que tiene la capacidad de influir a nivel emocional, perceptivo y cognitivo para convertirse en una especie de método terapéutico.

Las vivencias del espectador frente a una pantalla en la oscuridad podrían compararse con la experiencia de los sueños activamente al ver las imágenes y de forma pasiva tal vez cuando se proyecta en un personaje.

El filósofo francés Félix Guattari definiría al cine como el diván del pobre, al referirse al utilizado por Freud en sus sesiones de sicoanálisis.

 

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