Los medicamentos siquiátricos no han mejorado significativamente el tratamiento de las enfermedades mentales y, de hecho, pueden estar contribuyendo a su aumento
, señaló el periodista e investigador estadunidense Robert Whitaker (1952) en entrevista con La Jornada a propósito de su libro Anatomía de una epidemia: balas mágicas, medicamentos siquiátricos y el asombroso aumento de las enfermedades mentales.
Publicado por el sello editorial Capital Swing, la obra cuenta la historia de cómo diversas compañías farmacéuticas usaron el prestigio de siquiatras en los centros académicos para construir el mito, sin fundamento científico, de que padecimientos como depresión, ansiedad o esquizofrenia eran causados por desequilibrios químicos en el cerebro, haciéndole creer al público que los fármacos eran la solución.
“La publicación de la tercera edición del Manual de Diagnóstico Estadístico por la Asociación Americana de Siquiatría (DSM III) en 1980 cambió el juego, ya que contribuyó a cimentar en la opinión pública el supuesto vínculo entre enfermedades mentales y la falta de sustancias químicas en el cerebro”.
Cuento de marketing
“Divorciarse, ser despedido, la inestabilidad económica o el estrés familiar, problemas que en la vida de una persona podrían causar dificultades emocionales y sicológicas, desde entonces se catalogaron como verdaderas enfermedades al igual que otros padecimientos físicos, por lo que tenía sentido que los fármacos fueran el tratamiento de primera línea. Esa historia contada al público, más que científica, fue un cuento de marketing”, comentó el autor.
Director de publicaciones de la Escuela de Medicina de Harvard, premio George Polk al Periodismo Médico en 1988 (uno de los más respetados en el periodismo estadunidense), finalista en el Pulitzer Prize for Public Service por una serie de artículos coescritos en el diario Boston Globe. La hoja de vida del autor bastaría para sustentar por sí misma su investigación, sin embargo el periodismo científico se respalda en evidencia.
Prueba de ello son los datos estadísticos que Whitaker proporciona en su obra, como el aumento significativo y acelerado de personas discapacitadas por enfermedades mentales en Estados Unidos desde 1955, al grado que hoy día uno de cada cinco estadunidenses toma un fármaco siquiátrico a diario. En 1987 habían un millón 250 mil personas que recibían una prestación del Ingreso por Discapacidad de Seguridad Social (SSDI) debido a una enfermedad mental, mientras que en la actualidad ese número se sitúa en casi 4 millones.
El autor también destacó que dicho aumento también se ha observado en niños, donde la enfermedad mental se ha convertido en la principal causa de discapacidad. “Inicialmente, se estimaba que sólo 3 por ciento de esa población presentaba comportamientos que justificaban un diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Sin embargo, con la relajación de los criterios de medición en ediciones posteriores del DSM III, uno de cada 10 niños en edad escolar en Estados Unidos recibió este diagnóstico, con el respectivo uso de fármacos para tratarlo, a pesar de que estén asociados con una amplia lista de efectos adversos como insomnio, dolores de cabeza, depresión, ansiedad, irritabilidad apatía, síntomas obsesivo-compulsivos, episodios sicóticos, alucinaciones e incluso el riesgo de muerte súbita cardiaca.
Condiciones sociales
Al problematizar los padecimientos siquiátricos o sicológicos generalmente se conciben soluciones individuales al conflicto, en lugar de cuestionar las condiciones sociales que los producen. En este contexto se enmarca necesariamente neoliberalismo, que al menos en Estados Unidos se ha movido sólo por el lucro, dejando de lado la ética profesional y el acompañamiento social, puntualizó el autor.
“La solución a esos problemas siempre suele ser individual y se intenta arreglar lo que sea que esté ‘mal’ en la cabeza del afectado, a pesar de que no sea más que una excusa para que nuestra sociedad capitalista siga sin dedicar recursos a mejorar las condiciones sociales, o lo que hoy podríamos denominar los determinantes sociales de la salud: acceso a buenas escuelas, vivienda digna, alimentos sanos, trabajos significativos, salarios decentes, etcétera.”
Añadió el estigma asociado a dichos padecimientos , y destacó que las personas diagnosticadas a menudo enfrentan discriminación y desprecio en la sociedad, especialmente en el ámbito laboral. Señaló también que la falta de empatía de familiares y amigos puede aumentar aún más su sufrimiento.
Sobre el panorama de la atención a la salud mental en el mundo, el autor remarcó que el actual modelo de atención a la enfermedad, que desde EU se ha exportado a todas partes y promueve los fármacos siquiátricos como terapia de primera línea, ha sido un fracaso a nivel social
Creo que la mayoría de la siquiatría estadunidense está rota. Los resultados a largo plazo para los pacientes diagnosticados con esquizofrenia, depresión y trastorno bipolar son notablemente peores de lo que eran antes de 1980. Hay siquiatras disidentes que están haciendo críticas significativas de cómo se practica esta rama de la medicina, pero incluso estas críticas no parecen estar cambiando la atención en una dirección positiva, lo que implicaría un mayor énfasis en la prestación de atención sicosocial que ayude a las personas a reparar sus vidas
, concluyó.