México enfrenta una encrucijada histórica que definirá su futuro económico y geopolítico. Mientras Estados Unidos avanza en su reindustrialización, el nearshoring –que prometía inversiones para México– pierde fuerza, ya que las empresas prefieren establecerse en suelo estadunidense, atraídas por aranceles favorables, incentivos fiscales y un mercado interno fuerte. Este escenario obliga a México a replantear su modelo económico, reducir su dependencia externa y superar el estancamiento que lo ha mantenido rezagado por décadas.
EU enfrenta dificultades para mantener su hegemonía en un mundo multipolar. En 1994, su producción manufacturera era cuatro veces mayor que la de China, pero para 2024 fue sólo la mitad. En 2023, China produjo 30 millones de automóviles, triplicando a los 10.1 millones de EU. Sectores claves como semiconductores, inteligencia artificial y energías renovables muestran una brecha cada vez menor. Además, China desafía la supremacía tecnológica estadunidense, mientras Rusia cuestiona su dominio militar.
Ante ello, EU impulsa una estrategia de reindustrialización basada en proteccionismo, automatización avanzada y optimización del gasto público. Para fortalecer su industria, planea imponer aranceles a las importaciones de bienes manufacturados, mientras compensa el posible aumento de precios con recortes en las tasas de impuestos sobre la renta, beneficiando a consumidores y productores.
EU está racionando y redirigiendo su gasto público hacia sectores estratégicos como tecnología, defensa e infraestructura, con el fin de reducir su endeudamiento y fortalecer su posición geopolítica. Simultáneamente, ha reforzado alianzas con líderes tecnológicos como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, buscando crear conglomerados que compitan con sus contrapartes chinas y mantengan su liderazgo global.
Además, se impulsa una mayor integración económica, ya sea total o parcial, con Canadá, país con el que comparte idioma, cultura y recursos naturales. Esta alianza podría dar lugar a un mercado de 375 millones de personas, con acceso a insumos claves para la industria y la transición energética. La posible incorporación de Groenlandia, rica en recursos, como petróleo, minerales y tierras raras, ampliaría el acceso a materiales estratégicos y fortalecería el control sobre la ruta marítima del Ártico, corredor vital que conecta Europa y Asia y que gana importancia debido al cambio climático.
El control de las rutas comerciales es clave para EU. Ante el avance de China en el canal de Panamá, crucial para el comercio global, EU ha fortalecido su presencia en la región con acuerdos y promesas de inversión en infraestructura. Además, la propuesta de renombrar el Golfo de México refleja una postura más voraz hacia México, buscando controlar recursos petroleros y dominio marítimo. Sin oposición firme, incluso el ferrocarril transístmico podría caer bajo influencia estadunidense, consolidando su control sobre conexiones comerciales estratégicas.
México está siendo marginado de la estrategia de reconstrucción económica de EU, país que nos percibe con desdén por temas como migración, pobreza, violencia y crimen organizado, además de una supuesta corresponsabilidad en su desindustrialización. Ante esto, la pregunta: si Canadá y Estados Unidos profundizan su integración, ¿qué papel tendría México? ¿Nos espera un nuevo tratado más perjudicial, con exigencias estadunidenses cada vez más agresivas que aumenten nuestra dependencia y subordinación económica?
La desaparición del T-MEC, aunque podría generar una recesión temporal, representaría una oportunidad clave para una transformación económica profunda en México. Este escenario permitiría reducir la dependencia de acuerdos limitantes y abriría la puerta a fortalecer alianzas estratégicas con otros países y regiones, diversificando así las relaciones comerciales y construyendo un modelo económico más autónomo y sostenible.
De concretarse este escenario y estar en condiciones de construir una nueva estrategia de crecimiento, ésta debe basarse en el capital nacional, no por nacionalismo, sino porque la innovación se concentra en el sector manufacturero. Si este sector es dominado por intereses extranjeros, la innovación ocurre en otros países, relegando a México a un papel de ensamblador sin capacidad para desarrollar tecnología propia. Sin un sector manufacturero local fuerte, no hay innovación, y sin innovación es imposible un desarrollo económico sostenible.
Es clave priorizar el capital interno, que representa más de 80 por ciento de la inversión total, como base para un modelo económico autónomo y sostenible. El capital extranjero puede complementar estos esfuerzos, siempre bajo un marco regulatorio que asegure su aporte a la innovación y el desarrollo nacional, sin afectar la soberanía económica. Además, es vital diversificar las fuentes de inversión extranjera directa, evitando depender sólo de EU.
La reindustrialización de EU y la exclusión de México ofrecen una oportunidad única para redefinir su posición global. México no debe ser espectador pasivo, sino asumir un papel protagónico con audacia y visión. Para ello, es crucial diseñar una estrategia clara que impulse el crecimiento autónomo y reduzca las dependencias externas. México cuenta con los recursos, el talento y la ubicación geográfica para forjar un futuro próspero, pero debe dejar atrás la pasividad y adoptar un nuevo paradigma de desarrollo. La historia y el mundo avanzan sin pausa; el momento de actuar con decisión es ahora.
*Director del CIDE