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Cónclave, el filme

12 de febrero de 2025 00:02

Más que un thriller de suspenso, la película Cónclave, muestra el drama del poder dentro de los estamentos más altos de la Iglesia católica. La muerte de un papa no es cualquier cosa. Conmociona a más de mil millones de católicos en el mundo. Cónclave significa bajo llave, es una institución a través de la cual los cardenales de todo el mundo se reúnen en un ambiente de total aislamiento y secreto para elegir al nuevo papa.

Cónclave es una película dirigida por el alemán Edward Berger y escrita por Peter Straughan, basada en la novela homónima de Robert Harris, publicada en 2016. Debo decirle que he pasado por siete pontífices y he seguido de cerca los cuatro últimos cónclaves. Las historias, intrigas y aspirantes me los conozco bien. Por ello, el filme de Berger representa una metáfora inteligente puesta en escena, un suspenso que va in crescendo en la medida que los cardenales punteros van tomando posiciones.

La obra refleja la asamblea del cónclave con eficacia como un acto político, jurídico y un momento sagrado. En la trama, después de que el papa muere de un ataque cardiaco, el cardenal decano Thomas Lawrence, protagonizado por Ralph Fiennes, quien vive en ese momento una crisis de fe, organiza el cónclave para elegir al sucesor. Convoca a todos los cardenales de todo el mundo. Los cuatro candidatos principales son Aldo Bellini (Stanley Tucci), secretario de Estado y ex arzobispo de Milán, considerado un intelectual y sucesor ideológico del difunto papa; Joshua Adeyemi (Lucian Msamati), de Nigeria, un conservador social; Joseph Tremblay (John Lithgow) canadiense, conservador pragmático y ambicioso; Goffredo Tedesco (Sergio Castellitto), de Italia, tradicionalista reaccionario, pues quiere regresar a la misa en latín, luchar contra el acoso del Islam, acoger la lucha anti LGTB+ y antimujeres.

Finalmente, surge una figura misteriosa que se presenta al iniciar el cónclave, se trata de un cardenal in pectore, es decir, nombrado por el papa en secreto para salvaguardar la labor del purpurado mexicano Vicente Benítez (Carlos Diehz), arzobispo de Kabul. Dado el peligro que su vida corre, el papa lo nombra bajo reserva.

La película se estrenó en Estados Unidos en octubre de 2024. Recibió comentarios elogiosos de los críticos, tanto por las actuaciones, la dirección, el guion y la cinematografía. Recaudó más de 100 millones de dólares ante un costo de 20 millones. Tiene ocho nominaciones, incluyendo mejor película, para el Oscar 2025.

La cinta nos muestra que, tras la muerte del papa progresista, cada cardenal no está ahí por casualidad. Los purpurados aspirantes no son blancas palomas. El filme dice: “Jamás encontraremos un candidato cuyo historial sea del todo intachable”. Los candidatos son astutos y sagaces, tienen diferentes armas.

Para mí, la obra es una analogía de poder en la Iglesia. Cónclave muestra que cada candidato tiene ambiciones y determinación. Cada uno guarda un lado oscuro que pretende enmascarar. El cardenal Bellini, el progresista, quiere impedir que el conservador Tedesco se convierta en papa, pero el secretario de Estado se deja sobornar.

El cardenal canadiense, Joseph Tremblay, compra votos y juega sucio. Se desenmascaró su simonía, exhibida por el decano, cayendo en desgracia. Joshua Adeyemi, de Nigeria, falta al celibato obligatorio. Ahí le muestran que tuvo relaciones con una religiosa de la cual tuvo un hijo no reconocido. El decano o camarlengo, Thomas Lawrence, a pesar de su crisis de fe, duda ante la tentación de ser elegido pontífice. El propio papa fallecido, seguía creyendo en Dios, pero dudaba de la santidad de la Iglesia católica.

El colegio elige nuevo papa a Vincent Benítez, al misionero mexicano, que había sido nombrado en secreto por el papa. El decano Lawrence descubre que la visita médica cancelada de Benítez era para una histerectomía laparoscópica. El mexicano elige el nombre de Inocencio, reconoce tener órganos femeninos y masculinos, renunció a la cirugía porque Dios le dio esa constitución.

Berger hace un esfuerzo notable para introducirnos en el palacio Vaticano. Algunos detalles se le escapan. Por ejemplo, el hotelito de Santa Martha, Domus Sanctae Marthae, está a unos pasos de la Capilla Sixtina. Ahí vive Francisco, sin embargo, el filme muestra pequeños autobuses que en que se desplazan los cardenales o esa hermosa imagen de los paraguas blancos.

Otro acierto de Berger es que no se atrapa en las reglas y normas que rigen en la asamblea. Las reglas están contenidas en un espeso documento llamado Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, redactado por Juan Pablo II en 1996 con ligeros ajustes de Benedicto XVI. El texto tiene muchas prohibiciones, como hablar en grupo o hacer proselitismo a favor o en contra de cualquier candidato. Por ello en los años 80, el entonces cardenal emérito de Viena, Franz König, decía que los cónclaves son eventos aburridos y tediosos. Contrasta con el enfoque del filme en que predomina el enfoque político y sus intrigas. Contrasta cuando Bellini reclama a Lawrence: “Esto no es un cónclave, es la guerra”.

Finalmente el tema de las mujeres. En Roma las monjas caminan mirando al piso. La hermana Agnes (Isabella Rossellini), responsable de los alimentos de la asamblea, reprocha que las mujeres son invisibles en la Iglesia, pero Dios les ha dado ojos y oídos. Saben todo, pero no tienen voz. La película termina con una imagen de esperanza, con dos hermanas desenfadas que atraviesan los patios vaticanos como avizorando otro futuro para la Iglesia.



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