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Trump: bombas en el pie

12 de febrero de 2025 07:13
El presidente Donald Trump firmó una nueva orden ejecutiva con la cual simplifica los aranceles a las importaciones de acero y aluminio en 25 por ciento sin excepciones ni exenciones para todos los países de origen, con lo cual elimina las dispensas y las cuotas libres de tarifas a sus principales proveedores, entre los que se cuentan (en orden de importancia decreciente) Canadá, México y Brasil. El magnate avisó que también exigirá que ambos metales ingresen fundidos y vertidos a fin de frenar las importaciones de acero chino con proceso mínimo, así como la posibilidad de imponer aranceles adicionales a automóviles, productos farmacéuticos y semiconductores. En particular, señaló que no va a permitir la continuidad del déficit comercial con México ni de las plantas automotrices instaladas aquí.

El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, acudió a la conferencia de prensa matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para demostrar, con datos duros, que la medida del republicano no sólo atenta contra el sentido común, sino que representa un balazo en el pie. Por principio de cuentas, es un despropósito iniciar una guerra arancelaria de acero y aluminio con México cuando éste compra a Estados Unidos 6 mil 897 millones de dólares más de lo que le vende en esos materiales. Este superávit es de larga data, y se ha incrementado en años recientes hasta hacer de México el destino de 52 por ciento de los productos siderúrgicos estadunidenses.

Además, dado que una elevada proporción de las importaciones y exportaciones representa en realidad movimientos transfronterizos en la elaboración de un mismo bien, los aranceles terminarían aplicándose varias veces a una mercancía hasta incrementar su costo de producción a niveles absurdos. Lejos de ser el golpe a México que Trump vende a sus simpatizantes xenófobos y chovinistas, este crecimiento exponencial de los precios afectaría a las empresas y a los hogares estadunidenses por el elemental motivo de que la frontera es un límite político y cultural, pero en lo económico América del Norte funciona como un solo territorio a lo largo del cual se asignan diversas funciones, cada una de ellas inseparable de las demás. En este sentido, cabe afirmar que, más que balazos, Trump está tirando bombas a los pies de la economía estadunidense.

El caso de las armadoras de vehículos resulta ilustrativo. En 2019, el salario promedio en el sector automotriz dentro de Estados Unidos era siete veces mayor al vigente en México, y en el segmento de autopartes esa brecha se elevaba 800 por ciento. Aunque de esa fecha a la actualidad se ha dado un crecimiento sostenido de los sueldos pagados en México, es evidente que el costo de trasladar plantas con valor de miles de millones de dólares al norte del río Bravo y absorber la diferencia salarial descarrilaría la rentabilidad de la industria automotriz estadunidense en momentos en que ya se encuentra acorralada por sus competidores.

En suma, el magnate y su entorno no atinan a entender o no se atreven a confesar que México no es un competidor comercial de Estados Unidos, sino su principal proveedor de mano de obra cualificada y un eslabón imprescindible en la creación de valor para su cadena productiva. Si desea cumplir sus promesas de devolver la grandeza a su país, disminuir el costo de la vida y potenciar la creación de empleos, Trump deberá reconocer tarde o temprano que ello sólo es posible al colaborar con México, no dinamitando la relación económica. Por su parte, el gobierno federal hace bien en mantener una firme serenidad ante amagos que vienen y van de acuerdo con los estados de ánimo y las necesidades coyunturales del magnate.

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