Filadelfia defendió en Nueva Orleans la vigencia de una marca competitiva. Las imágenes en televisión replicaron las palabras del quarterback Jalen Hurts al momento en que Patrick Mahomes, bicampeón con Kansas City, entró al gran Superdome para lanzar sus primeros pases de calentamiento. “Hicimos esto todo el maldito año. Ahora no se detengan”, dijo el jefe en los controles de las Águilas, convencido de que en el deporte hay jugadas que ganan partidos, pero sólo las grandes defensas las pueden volver campeonatos.

Esa manera de entender el juego llevó a las Águilas a conquistar el Supertazón 59 (40-22) ante Mahomes y los favoritos Jefes.

Son muchos los aficionados que imitan la apariencia de sus ídolos. En el caso de Hurts hay cientos que se pintan la cara y utilizan un gorro protector en la cabeza. Si un equipo necesita de personalidades auténticas, el ataque de Filadelfia sólo acepta a jugadores que se adaptan a él. El receptor A. J. Brown, con una anotación y más de 30 yardas en el partido, es uno de ellos. Pero además está un grupo con el oficio de cualquier bloque defensivo de élite, una especie de aplastacabezas.

Con la entrada del quarterback de las Águilas a la zona roja y el gol de campo de 48 yardas del pateador Jake Elliott, el recital de capturas e intercepciones en contra de los Jefes creó un nuevo universo en la cuna del jazz.

Mahomes, protagonista a toda pantalla de revistas y conversaciones en radio, corrió con la suerte de un rey que renuncia a su trono. El legendario Tom Brady lo vio caer desde una cabina de transmisión. “Ni siquiera puedo abordar todo lo que ya he preparado”, confesó el siete veces campeón de la NFL en el inicio de la gran final. Nunca un mismo equipo pudo ganar tres ediciones del Supertazón de forma consecutiva. Brady lo intentó, pero sólo el quarterback de Kansas City -monarca en 2022 y 2023- estuvo cerca de entrar en la historia.

Filadelfia emprendió el camino que otros rivales temieron ante la estrella que dirige el coach Andy Reed: desafiarlo, jugar contra él hasta sacar de su mente la idea de otra épica remontada.

Filadelfia capturó tres veces a Mahomes, dos de ellas de forma consecutiva en el segundo cuarto. El esquinero Cooper DeJean, celebrado por su cumpleaños al igual que Saquon Barkley, interceptó uno de los envíos por aire del nombrado Jugador Más Valioso de la NFL y lo llevó hasta la zona de anotación. DeJean, como el linebacker Zack Baun -segundo en interceptar al quarterback en el partido-, contribuyó como ningún otro a bajar las pulsaciones de Kansas.

Lo que vino después fue la consumación del final de una dinastía que ya es de película. Cada año la veíamos repetirse. La capacidad de Hurts como líder, con un último pase de anotación de 46 yardas para DeVonta Smith, llevó a creer a las Águilas en lo imposible.

Hasta el final del tercer periodo, la ventaja de 34-0 que pesó sobre los bicampeones fue el retrato de un cuento de terror para una noche de Halloween. Sólo el receptor abierto Xavier Worthy y el estelar DeAndre Hopkins lograron acercar los Jefes a menos de 30 puntos con un par de ingresos a las diagonales.

Elliott, pateador cuyo porcentaje de efectividad superó cualquier prueba de distancia, sumó goles de campo de más de 40 y 50 yardas antes del último avance de los Jefes vía Mahomes-Worthy. Si la gloria del Supertazón no soporta a ningún pronóstico reservado, Filadelfia tuvo el propósito de hacer del juego algo más que una estrategia. Una revancha que tardó en llegar más de dos años.