A las 11:19 horas del 1º de octubre de 2018, Donald Trump inició un speech en los jardines de la Casa Blanca, en el que dijo: “Desde hace tiempo sostengo que el NAFTA [TLCAN] fue quizás el peor acuerdo comercial jamás firmado. Desde su adopción, Estados Unidos… perdió enormes cantidades de dinero y… millones de empleos en el sector manufacturero… Es un gran honor para mí anunciar que hemos completado con éxito las negociaciones de un nuevo acuerdo para poner fin al NAFTA… y remplazarlo por un nuevo e increíble acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá, llamado USMCA [T-MEC]”. Los elogios al tratado siguieron en cascada. El pasado sábado decidió aplastar el “increíble” acuerdo a golpazos de arancel. Trump demuestra una vez más que, para él, el Estado de derecho nada significa. El Trump de 2025 está en total desacuerdo con el Trump de 2018.
Lo que Trump llama “pérdidas enormes” es el dinero que los ciudadanos de EU pagaron por unos bienes que, si hubieran sido producidos en EU, hubieran sido sensiblemente más costosos. Pero, como fueron comprados fuera de EU, en su contabilidad nacional aparecen como déficit comercial externo. Y ocurrió, para la irritante sorpresa de Trump, que el USMCA arrojó déficits comerciales mayores que los de su odiado NAFTA.
Como este führer de farsa es corto de entendederas, parece no haberse enterado de que cuando el ahorro interno de EU es una cifra inferior a su inversión interna, esa diferencia aparece como un déficit en su balanza de pagos.
Nada que ver con la tontería que expresa Trump al referirse a “países que nos tratan mal”, como lo dijo respecto de Europa a la que se propone “aplicar” aranceles. Los aranceles no puede aplicárselos a otro país, se lo aplica a sus propios ciudadanos, como quizá ha empezado a entender. Esos impuestos, desde luego, también afectan a las economías exportadoras.
En campaña, Trump prometió a sus potenciales electores que EU sería el “ganador” en cualquier acuerdo comercial o financiero internacional. Así declaró la guerra económica al planeta. Los demás países debían aceptar complacidos sus decisiones arancelarias y ¡ay de aquellos que se atrevieran a tomar medidas recíprocas!, Trump doblaría la apuesta, dijo, subiendo nuevamente los aranceles, y pateando a la economía internacional.
Como escribiera el economista Michael Hudson, profesor en la Universidad de Misuri: Trump “piensa que la economía estadunidense es como un agujero negro cósmico, es decir, un centro de gravedad capaz de atraer hacia sí todo el dinero y el excedente económico del mundo. Ese es el objetivo explícito de America First… Ya no existe la promesa de que el orden económico patrocinado por la diplomacia estadunidense hará prósperos a otros países. Las ganancias del comercio y la inversión extranjera deben enviarse y concentrarse en Estados Unidos”. Esto debe ser así, porque así debe ser, porque EU es excepcional.
EU es excepcional en una sola cosa: los abusivos acuerdos de Bretton Woods de 1944 dieron a ese país la ventaja excepcional de convertir su propia moneda en el medio de pago internacional. Debido a esa excepción contraria al resto del mundo, EU ha podido generar déficits comerciales continuos desde la década de 1970. Ninguna otra nación puede hacer eso. Pero Trump quiere que eso continúe: “La idea de que los países BRICS están tratando de alejarse del dólar mientras nosotros nos quedamos mirando se acabó… Requerimos el compromiso de estos países de que no crearán una nueva moneda BRICS ni respaldarán ninguna otra moneda para remplazar al poderoso dólar estadounidense”, de lo contrario, “enfrentarán aranceles de 100 por ciento y deberán decir adiós a las ventas en la maravillosa economía estadounidense”. Fue la mejor invitación para comenzar a crear un sistema financiero internacional no abusivo, ni al servicio de nadie. Tiene tanto miedo el mundo que al día siguiente de ese exabrupto trumpiano Rusia autorizó a Argentina, México y otros cinco países “amistosos y neutrales a participar en su mercado de divisas y derivados financieros”. El proyecto de la moneda alternativa para el BRICS aún no ha madurado, pero está en curso. EU está haciendo todo lo posible por derribar el sistema que tanto beneficios le ha acarreado.
México se ha topado nuevamente con su irremediable némesis.
Hemos vivido con EU una historia de agravios que ninguna nación ha recibido, como empezar esa historia con el robo de la mitad de su territorio. México debe escribir ya su historia de diversificación de fondo de su comercio exterior y sus relaciones financieras. El Plan México debe persistir sin descanso en ese objetivo. Nadie es indispensable. No lo es EU. La presidenta Sheinbaum ha logrado exitosamente poner una pausa a la intención de Trump. Nos toca cuidar que, de regresar el brutal ataque trumpiano y provocar una caída del ingreso nacional, ello no afecte a las capas de menores ingresos: por el bien de todos, primero los pobres. Nos toca también avanzar con rapidez en la autosuficiencia alimentaria.