En febrero de 1965 –hace seis décadas– apareció el primer número de Historia y Sociedad (HyS): revista continental de humanismo moderno, bajo la dirección del historiador Enrique Semo. La revista tuvo dos épocas, la primera contó con 16 números y concluyó en octubre de 1970 y la segunda se inició a partir de 1974 extendiéndose hasta 1981, con 24 números y bajo el renovado subtítulo de revista latinoamericana de pensamiento marxista.
Mucha agua ha corrido por las sendas del pensar teórico amparado bajo el nombre de Marx y, en ese deambular puede perderse de vista el caudal abierto por aquella experiencia.
No es menor señalar que HyS fue la primera revista marxista publicada en México y esto es preciso desentrañarlo. Hasta ese momento las familias de izquierda habían ya explorado numerosas publicaciones periódicas, la mayor parte en formato de prensa y algunas en la modalidad revista. El PCM había tenido algunas a las que designaba como teóricas, incluso alguna llevó –en la época de Dionicio Encina– el nombre de “Teoría”, pero lejos estaban de representar tal cualidad. La mayor parte de los impresos, en cualquiera de sus formatos, tenían la política inmediata en su centro: en ellas se discutían las coyunturas, se caracterizaba a los gobiernos, se saludaban esfuerzos internacionales y muchas cosas más, pero no tenían como centro una reflexión con cierto grado de abstracción. HyS irrumpió como la primera que rompió con la inmediatez y buscó nutrir las perspectivas marxistas de amplio espectro.
Aunque con autonomía respecto del PCM –dirigido por Arnoldo Martínez Verdugo–, era perceptible el intento ampliación de las concepciones que este dirigente impulsó, frente a la limitación política-intelectual del periodo anterior. Sin embargo, esto no debe ser interpretado como gratuidad: aquellos eran tiempos difíciles para el PCM, pues la represión venía incrementándose desde 1959 y no eran pocos los militantes presos o agredidos públicamente.
HyS fue una revista que nació para poner al día el mundo marxista y éste incluía, por supuesto, a lo que se producía en el llamado mundo socialista. No ha faltado quien, molesto por la valoración positiva que se ha hecho de HyS, haya querido minimizar su importancia partir del vínculo con la Academia de Ciencias de la URSS, pues en múltiples ocasiones de la primera época aparecieron textos traducidos del ruso. En dado caso, la perspectiva académica soviética sobre América Latina existía con fuerza en aquel momento, ella tenía sus propios procesos de renovación y la legitimidad de ser una producción que buscaba entender el mundo. Satanizarla o hacerla menos por el hec ho mismo de existir parece más propio del irracionalismo anticomunista que de la crítica seria.
Pero HyS fue más que su vínculo con el mundo socialista. Entre sus referentes pueden ser evocados nombres de importancia político-cultural: Boris Rosen, Raquel Tibol, Enrique Florescano, Alberto Híjar, Gerardo Unzueta, Roger Bartra, en México; desde Estados Unidos André Gunder Frank y Herbert Aptheker, y los latinoamericanos Héctor Agosti, Eduardo Mora, Rodolfo Cerdas y Julio Le Riverend. Existieron momentos especiales, como la aparición de los entonces inéditos textos de Marx de 1857 sobre el método y un fragmento sobre la automatización de las máquinas, traducidos por Daniel Cazés. También los números de 1968, en que se presenta la primera versión de lo que luego será el importante libro de Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de 1968.
El espíritu de la revista no puede ser entendido sin la persistencia de su principal artífice: Enrique Semo. Si bien no fue el único partícipe de su confección, Semo expresa lo mejor de aquel periodo, que si bien estuvo lleno de limitantes para el desarrollo del pensamiento marxista, también de iniciativas de renovación. Lejos de la conocida actitud del tránsfuga político, que pasa de una actitud sectaria a otra rechazando y criticando sin mediaciones su pasado político, Semo ha valorado con mesura el gesto que significó dentro del PCM tener una revista en que las estructuras partidarias no tuvieran decisión total; también el hecho de ser la primera publicación estrictamente marxista, con todo lo que eso significaba –Cuadernos Políticos y Dialéctica aparecería una década después, por ejemplo– en un país ataviado por la urgencia del tiempo político; y, finalmente, la riqueza de proposición colocadas ahí, especialmente en el camino de la renovación historiográfica, camino entonces intrincado para el marxismo. Semo, historiador, profesor y militante, también fue editor y nos entregó una revista que, contra viento y marea, logró vencer las complacencias de una reflexión tendencialmente adormilada por el esquematismo y alentó con bríos la renovación por una vía persistentemente vigente: pensar históricamente la política para encarar políticamente el pasado, el presente y el futuro.
*Investigador UAM