Lo logre o no, Donald Trump se propone algo muy sencillo: cambiar el mundo a su imagen y semejanza. La vieja globalización neoliberal y sus reglas de libre mercado han finalizado. En su lugar, pretende reconstruir la hegemonía estadunidense a partir de un repliegue nacionalista, la reindustrialización del país, el adelgazamiento del aparato gubernamental, un mayor despliegue de su vocación imperial y la guerra a la cultura woke.
Sobre advertencia no hay engaño. En el marco de la primera presidencia de Trump, su aliado, el influyente Steve Bannon, aunque obviamente no es leninista, se presentó en una entrevista con el historiador Ronald Radosh como un seguidor del revolucionario soviético. “Lenin –le dijo– quería destruir el Estado, y ese es también mi objetivo. Quiero que todo se venga abajo, destruir todo el sistema actual.” Como explica David Brooks, corresponsal de La Jornada en Washington, no hay consenso en el trumpismo en cómo lograrlo. La facción J. D. Vance es diferente a la de Bannon y otros republicanos más tradicionales.
Ellos tienen diferencias con Elon Musk y los tecnomultimillonarios. Por ahora, EU terminó su participación en la Organización Mundial de la Salud y a su adhesión al Acuerdo Climático de París. Además, Elon Musk acusó a la Agencia de EU para el Desarrollo Internacional de ser una “organización criminal” que financia a sus enemigos políticos, y la Casa Blanca reveló los grandes gastos de la agencia. Han confesado que el parto de su nuevo mundo no será indoloro.
A propósito del costo que traerá para esa nación los aranceles anunciados contra México, Canadá y China, el republicano anunció el domingo: “¡Esta será la Edad de Oro de Estados Unidos! ¿Habrá algo de dolor? Sí, quizás (¡y quizás no!). Pero haremos a Estados Unidos grande de nuevo y vale la pena el precio que haya que pagar. Somos un país que ahora se gobierna con sentido común. Y los resultados serán espectaculares”. Escribió en Truth Social. El mensaje acusó al “lobby arancelario”, encabezado por el globalista y siempre equivocado Wall Street Journal, de trabajar duro para justificar que países como Canadá, México, China y muchos otros, continúen estafando a EU en comercio, actividades criminales y drogas. Asegura que “esos días terminaron… Ya no vamos a ser el país estúpido”.
Añade: “fabriquen sus productos en Estados Unidos y no habrá aranceles”. Para imponerse, Trump cuenta en este segundo mandato, con una fuerza interna mucho mayor que la que tuvo en el primero. Su ascendencia en su partido es incontestable. Sus liderazgos han cerrado filas en torno de él. Los republicanos controlan las dos Cámaras del Congreso. En la baja, de 220 legisladores frente a 215 demócratas. Y en el Senado, 53 contra 47.
En la Suprema Corte hay seis seis jueces conservadores contra tres. Y de los 50 estados, los demócratas cuentan con sólo 23. El trumpismo en las redes sociales es muy significativo. Y, que ni The Washington Post ni Los Angeles Times hayan publicado un editorial apoyando a Kamala Harris, como antes con candidatos demócratas, dista de ser un hecho secundario. El nuevo gabinete y los asesores presidenciales constituyen, en palabras de Jim Cason y David Brooks, “una administración de los ricos, por los ricos, para los ricos”.
Tiene un valor combinado (sumando las fortunas de sus integrantes) de 360 mil millones dólares. Tan sólo el presidente tiene 5.5 mil millones. Los grandes ganadores de la elección son los 815 multimillonarios estadunidenses (con fortunas mayores de mil millones), quienes en conjunto controlan 6.7 billones de la riqueza nacional (https://shorturl.at/Nuzhr). La luna de miel de los magnates de la tecnología con el trumpismo no es asunto menor. La economía digital representa 23 por ciento de la economía mundial. El avance de la ultraderecha radical en el orbe da a Trump resonancia amplificada. El estadunidense es líder de la revolución conservadora planetaria.
No en balde, a su toma de posesión asistieron figuras de esta corriente, como la primera ministra de Italia, Georgia Meloni; el mandatario argentino, Javier Milei; el jefe del Ejecutivo salvadoreño, Nayib Bukele; el premier de Hungría, Viktor Orbán, y S. Jaishankar, canciller de India. Llevan prisa. El presidente declaró que recuperará el canal de Panamá o algo muy potente sucederá. El mandatario centroamericano anunció que no renovará el memorando de entendimiento sobre la Ruta de la Seda, firmado con China en 2017, y que estudia cancelarlo antes de tiempo.
Mientras, marines desembarcaron en la base militar de Guantánamo, Cuba, para expandir el centro migratorio en las instalaciones navales. El presidente de la isla, Miguel Díaz-Canel denunció que el gobierno estadunidense usará la sede para el “encarcelamiento de miles de migrantes que expulsa forzosamente” y calificó la medida como “acto de brutalidad”. México es fundamental en el nuevo rompecabezas trumpiano. Su política de reindustralización, sobre todo del sector automotriz, tiene, en nuestro país un enemigo a vencer.
El mandatario quiere esas empresas y esos empleos, hoy aquí, en su territorio. Y, como lo hicieron los franceses en 1838 siguiendo su vocación colonial, cuando para invadirnos pretextaron el supuesto saqueo por militares mexicanos de una pastelería en Tacubaya, propiedad de un francés, los nuevos halcones imperiales no dudarán en usar cualquier pretexto, real o ficticio, para seguir adelante con su guerra comercial.
En sus negocios y en la política Trump siempre ha sido mentiroso, chapucero y extorsionador; ha jugado con los tiempos y las amenazas. Hoy no es la excepción. Para él, la religión del libre comercio quedó atrás. Lo suyo es el nuevo expansionismo.
X: @lhan55