Se acabó la especulación que durante semanas desataron las amenazas de Donald Trump de aplicar altas tarifas al comercio con México, Canadá y China. Se acabaron las posibilidades de entendimiento, cooperación o negociación que todavía hasta hace unas horas se mantenían como una opción. Es ya un hecho consumado y, previsiblemente, por un tiempo indefinido.
Se dijo, discutió y escribió mucho durante todo ese proceso sobre qué esperar de Trump y cómo tratar con él. Todo fue en vano; resultó ser una forma de entretenimiento entre políticos, empresarios, expertos, comentaristas y en tertulias sociales. Una falta crasa de realismo, una forma de autoengaño. Es una lección que especialmente los políticos y los responsables de gobernar deberían asimilar.
Mientras se alertaba de los perjuicios que acarrearían las tarifas para quienes están dirigidas y para los que deben pagarlas en Estados Unidos, Trump diseñaba el despliegue de las medidas proteccionistas del comercio y una intensa campaña de deportación de inmigrantes en situación ilegal que aplicó sin dilación.
Esto, aunado a la penetración del fentanilo y la violencia asociada de los cárteles, ha sido colocado en la base de la política comercial y social de ese país. Eso es parte de MAGA, el proyecto de recomposición del poderío de ese país en la representación trumpiana, asimilada e impulsada por los sectores más conservadores de esa sociedad. El liberalismo un tanto desorientado y que dejó de ser efectivo como contraparte política ilustra la derrota demócrata en las pasadas elecciones.
Bienvenidos seamos todos a la realidad. Hay que asentarse en ella de inmediato y lo más firmemente posible.
Ahora están las órdenes ejecutivas que imponen tarifas de 25 por ciento al comercio con México y Canadá, y 10 por ciento a China. Se han desprendido ya estimaciones de los efectos adversos sobre distintos sectores productivos, las cadenas de abastecimiento y los precios que habrán de enfrentar los consumidores de los bienes en la zona del TMEC con un proteccionismo renacido.
Trump, el político que se define como impredecible, quiere que esa sea la naturaleza de su gobierno. Así que los dos países que alcanzaron el mayor acuerdo comercial con él durante su primer mandato son los dos primeros en recibir hoy estas altas tarifas. Es Trump, con el que hay que tratar. Ya sea en su controvertida faceta de gran empresario del sector de los bienes raíces y millonario excéntrico; como conductor que fue del programa de televisión El Aprendiz, que lo hizo una celebridad; como político que irrumpió en el Partido Republicano y lo fue convirtiendo en su instrumento de poder, en una historia bien conocida que terminó el 6 de enero de 2020 con la toma por sus seguidores del Capitolio de Washington y que resurgió con gran fuerza para regresar en 2025.
Con este hombre, con este político, con esta forma de liderazgo, que controla el gobierno y el Congreso y tiene una fuerte ascendencia en la Suprema Corte, es con el que hay que tratar. Con este político que ha exhibido desde las primeras horas de su mandato sus preferencias en materia de política, social, económica y militar; que ha expuesto a las claras su concepción geopolítica y su entendimiento del poder y la fuerza, que desprecia la ley y el marco institucional y ahora toma venganza, es con el que hay tratar.
Trump acaba de dar un golpe al sistema prestablecido de comercio y lo sustituye con uno más restringido. La alternativa no es mejor. Es el impulsor de restricciones políticas, económicas y sociales. Trump traiciona a los ciudadanos; su poder y forma de gobierno están centrados en él mismo y en los intereses que representa. Impone tarifas y sabe que castigan a la gente con altos precios y forzando un ajuste social. Impone sanciones al narcotráfico con atención especial al fentanilo, pero no confronta la epidemia de drogadicción que existe. Atenta contra las políticas que pueden contener las desventajas sociales que se han ido acumulando. Deporta masivamente a la gente sin intención alguna de comprender el fenómeno dentro de su propia sociedad.
Trump y los políticos seguirán siendo los mismos luego de esta ronda de sanciones comerciales, luego de que embista con sus pretensiones geopolíticas, luego de que aplique medidas sobre la seguridad interna y externa. Los políticos republicanos y demócratas seguirán siendo los mismos. La gente y la sociedad en su conjunto no estará mejor. De igual modo ocurrirá con los políticos en Canadá y México.
Nuestro gobierno deberá ser muy cuidadoso con las medidas para contrarrestar el impacto de las tarifas y la cuestión general de los migrantes, empezando por los deportados. La realidad es que el peso de todo esto recaerá sobre la gente en términos de empleo, ingreso y servicios sociales. La economía enfrenta tiempos complicados. Los políticos serán los mismos en esencia y seguirán en sus oficinas, restaurantes, de viaje o en sus poltronas del Congreso.
En medio de lo que está ocurriendo habría que replantear muchas cosas: la noción de la soberanía nacional, el papel del Estado en la sociedad, la provisión efectiva de justicia, que hoy está en vilo; la naturaleza actual de la democracia en el país, las condiciones asociadas con el bienestar social duradero. Hoy todo se abre al cuestionamiento y a un necesario replanteamiento.
Como dijo con sorpresa Dorothy: “Tengo la sensación de que ya no estamos en Kansas”. La situación externa e interna requiere de ajustes rápidos y decisivos, realistas, prácticos y duraderos. No hay cabida para ilusiones y falsas expectativas. Evitemos la nostalgia, los espejismos y los mitos. Un poco, apenas una probadita de ánimo libertario no está ahora de más. Los ciudadanos no pertenecen a los políticos.