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Los CEO al aula

01 de febrero de 2025 00:02

El pasado diciembre, en el elegante Manhattan, un joven blanco, rico, de familia y de escuelas de excelencia se acercó por la espalda al CEO (chief executive officer) de una poderosa empresa nacional que caminaba de un hotel a otro y lo mató de dos tiros. Y no mucho antes, en Pensilvania, otro ejecutivo, un billonario dueño de hoteles y campos de golf que ya caminaba imparable hacia la presidencia de los Estados Unidos recibió un balazo que le disparó otro joven, también blanco y educado, y que por poco le quita la vida.

Y, finalmente, un hombre blanco, armado con un R-15, no joven ni de buena familia fue detenido porque acechaba a Trump mientras jugaba golf. Estos atentados no se comparan con los índices de violencia contra los afroamericanos, latinoamericanos, pero tienen una fuerte carga simbólica de coyuntura. Revelan un contexto tenso, desesperado y el tangible desgaste profundo de las alternativas “americanas” (mezcla de capitalismo exitoso y fuerte cohesión basada en valores como la legalidad, igualdad, divinidad).

Con Trump, una parte importante de esa sociedad ha optado por tirar por la borda a los Biden, Obama, Bush, Clinton; es decir, a los políticos profesionales, los “blandos”, culpables de una conducción ineficaz, la desigualdad y el deterioro del país. En su lugar, sin más alternativas, con Trump han puesto directamente la conducción política y administrativa del país en manos de los CEO, personajes en apariencia firmes, que no se andan con remilgos, “valores”, ni legalidades, que buscan obtener resultados, aplastar al competidor, sacar la máxima ventaja de cada crisis y de cada debilidad de los otros y, dado el caso, tomar medidas crueles y hasta contraproducentes.

Así, Biden, católico, padre amoroso, tierno con minorías, buena onda con Cuba, quiso compensar su venerable inoperancia y armó con bombas de mil kilos a Israel para que éste y no él mostrara su capacidad genocida, pero su ambivalencia lo hundió. Ahora mandan los que tienen prisa y tienen el poder; como los Gates, Musk, Zuckerberg, BezosJassy y otros CEO similares que buscan establecer un nuevo arreglo a nivel mundial.

A pesar de que en Estados Unidos se les ve como insaciables, se les ha encargado un nuevo proceso educativo que discipline naciones y nacionales del mundo, docentes en un salón donde también están ahí para ser corregidos, mujeres, gays, trans e incluso quienes confiaron en las reglas, los que no saben ganar ni mandar ni conseguir que se cumplan las metas, los sin poder que una vez más se rebelan y están también los gobernantes que intentan buscarle puntos débiles a la situación que se les viene encima.

Dicen, por ejemplo, “ahí están los mercados –nuestra aparente tabla de salvación y “no nos dañarán porque se dispararán ellos mismos al pie”)–, pero se olvida la historia: desde las guerras del opio el poder militar sirve para ganar guerras, pero sobre todo para ganar mercados. Y éstas han sido guerras populares dentro de los propios Estados Unidos porque les han traído bienestar y democracia. Y quienes se oponen y consiguen impedir la imposición de los poderosos han debido pagar un precio altísimo en sufrimiento y muerte. Piénsese ayer en Vietnam y hoy en Gaza. En nombre de sus “valores” hasta pueden bombardear el Vaticano.

¿Entonces? Parafraseando, diríamos que la respuesta está en el viento, en la historia y en esos rincones apartados de autonomía y libertad e información que pueden ser las aulas si crean consciencias y hombres y mujeres libres.

Vietnam lo ganaron los jóvenes vietnamitas, pero ¡cómo ayudaron Angela Davis, Joan Baez, Jane Fonda! – africana, latinoamericana y anglosajona, respectivamente– y muchas otras y otros jóvenes estadunidenses de la resistencia. En México, las y los estudiantes del 68, contribuyeron a una mayor democracia y más universidades.

La batalla de hoy por liberar a Gaza de Israel también se da en las universidades y aulas del mundo –incluso en las elegantes– y pasa por la batalla por liberar conciencias. Los gobiernos latinoamericanos y el mexicano podrán declararse todo lo dignos que quieran, pero serán impotentes e incluso resultarán cómplices pasivos si no cuentan con una población joven que conoce y es libre. Por eso en México son cuestionables las políticas contra la educación universitaria, realmente autónoma, la que genera conciencia. Porque se las sustituye por instituciones verticales, autoritarias, sin consejos paritarios y sin matrícula significativa, como las del Bienestar y Tecnológicas.

Por eso son importantes los emplazamientos a huelga en las universidades autónomas –como el del Situam– porque ante una burocracia institucional pasiva, sus demandas son las únicas que ahora reivindican la urgente necesidad de apoyo político y económico a las autónomas. Cambiar el uso de recursos en aras de una retribución salarial igualitaria, plazas permanentes en lugar de temporales, ampliación sustancial de la matrícula.

* UAM-X



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