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La paradoja de Trump

30 de enero de 2025 00:01

El peligro de confiar en la CIA, decía el político brasileño Leonel Brizola, es que cuando pasan los años, la agencia abre sus archivos y “todo lo podrido salta a la luz del día”. El pronóstico de que nuevos esqueletos saldrán del clóset de la política estadunidense está en alza desde que Donald Trump decidió publicar los documentos clasificados que aún siguen bajo llave, relacionados con el asesinato del presidente John F. Kennedy (JFK).

Con la noticia en el aire, algunos medios han rescatado del olvido la Operación Northwoods, un plan de 1962 que salió a relucir en la primera gran apertura de los misteriosos archivos del magnicidio de Dallas, casi 40 años después de ese hecho, en 1997. Una montaña de documentos se publicó entonces, cuando el Consejo de Revisión de Registros del Asesinato de JFK liberó mil 521 páginas de los archivos militares desclasificados de 1962 a 1964. Los 12 folios de la Operación Northwoods formaron parte de este grupo, pero pasaron inadvertidos entre la “podredumbre”. Hasta ahora.

Esta operación describe que, a principios de los años 60, durante la administración Kennedy, la CIA elaboró planes para matar a personas inocentes y cometer actos de terrorismo en ciudades de Estados Unidos con el fin de crear apoyo público para invadir Cuba. Con el nombre en código de Northwoods, las acciones encubiertas incluirían el asesinato de cubanos en Florida, el hundimiento de barcos con emigrados en alta mar, el secuestro de aviones, la voladura de un barco estadunidense e incluso la organización de actos de terrorismo con víctimas mortales en varias ciudades de Estados Unidos, incluida la capital, Washington.

Los planes detallan explícitamente un esquema para engañar al público estadunidense y a la comunidad internacional para justificar la guerra que derrocaría al joven gobierno de Fidel Castro. Los altos mandos militares de Estados Unidos contemplaron la posibilidad de causar bajas militares estadunidenses, según escribieron en el memorando fechado el 13 de marzo de 1962: “Podríamos hacer estallar un barco en la bahía de Guantánamo y culpar a Cuba”, y “las listas de bajas en los periódicos provocarían una ola de indignación nacional”. También, proponía hacer funerales falsos para movilizar la opinión pública en favor de la intervención militar.

Los planes tenían la aprobación escrita del Estado Mayor Conjunto y fueron presentados al secretario de Defensa del presidente Kennedy, Robert McNamara. Formaban parte de un esfuerzo más amplio para derrocar al gobierno revolucionario, conocido como Operación Mangosta, campaña de la CIA que incluía espionaje, sabotaje y el apoyo a mercenarios de origen cubano.

Pero la Operación Northwoods fue rechazada por Kennedy, quien estaba preocupado por las implicaciones éticas y políticas de un plan que hacía uso del engaño deliberado y apostaba por el sacrificio de vidas estadunidenses para manipular la opinión pública.

La negativa de Kennedy exacerbó las tensiones entre el presidente y los altos mandos militares, que ya cuestionaban su liderazgo tras el fracaso de la invasión de Playa Girón (también conocida como Bahía de Cochinos) en 1961. El presidente moriría asesinado en Dallas en noviembre de 1963, un año y medio después de haberse elaborado este plan, y Operación Northwoods se convirtió en objeto de atención en las investigaciones del magnicidio.

Ahora, el presidente Donald Trump ha prometido publicar todos los documentos clasificados relacionados con la muerte de JFK, la de su hermano –el senador Robert Kennedy– y la de Martin Luther King, estos dos últimos asesinados en 1968. Nadie duda, ni el propio Trump, que se revelarán actividades aún más controvertidas del gobierno en los años 60, porque “se quedó sin divulgar lo más interesante de esos expedientes”, al decir del presidente republicano.

La gran paradoja de este momento trumpista es que, mientras nos permite asomarnos a escalofriantes proyectos de terrorismo de Estado contra Cuba que fríamente calculaban la muerte de inocentes en territorio estadunidense, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha incluido de nuevo a la isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo. Pocas cosas son más cínicas que esta. Trump arrasa con los escrúpulos de imagen de los viejos conservadores, y sintiéndose, ahora sí, imbatible de aquí a la eternidad, exhibe desembozadamente sus odios y vergüenzas, y su particular revancha contra el “Estado profundo”. Pero lo que prueba la Operación Northwoods es que él no es una novedad, ni llegó a la Casa Blanca de la nada.



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