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Chivo expiatorio y lucha de clases en EU

30 de enero de 2025 00:02

Con Donald Trump sabemos que no es todo lo que aparenta, aunque lo que aparenta es desastroso. La primera semana de su segundo gobierno terminó con la confirmación por un estrecho margen del cristiano nacionalista Pete Hegseth como secretario de Defensa, una persona acusada de abusar del alcohol y las mujeres.

Con un centenar de órdenes ejecutivas, la nueva administración pretende depurar empleados del gobierno, intimidar y deportar a inmigrantes, negar la existencia de personas trans, librar a los derechistas que participaron en la sublevación del 6 de enero, frenar investigaciones biomédicas y científicas, y lanzar una guerra económica contra México, Colombia y otros aliados.

Sus acciones están creando las condiciones para la dominación de la ultraderecha, sin hablar de la corrupción que permite. La ola de transformaciones impulsadas por Trump ha debilitado a sectores progresistas, dejándolos sin voz y sin energía. Aunque Trump declaró en su discurso inaugural que “Dios me salvó para hacer América grande otra vez,” el futuro promete algo diferente.

Con una mayoría en el Senado, el Congreso y la Corte Suprema, la marcha a la victoria de la ultraderecha y la imposición de un sistema de autocracia, fanatismo religioso y corrupción sistemática parece inevitable. Pero la realidad indica algo distinto.

Trump ganó las elecciones presidenciales en EU prometiendo resolver dos temas centrales: el mal estado de la economía, reflejado en el alza de los precios, y la inmigración indocumentada como expresión de una llamada crisis en la frontera entre EU y México, donde insistía que el país estaba siendo invadido por criminales y terroristas.

Trump buscó imponer la asociación entre “inmigrante y delincuente” y entre crisis económica y la inmigración indocumentada. Pero detrás de esta cortina de humo, había otro escenario, una lucha de clase donde una tecnoburguesía proponía concentrar el poder y monopolizar el acceso a la información.

Su presencia en la campaña fue evidente en la investidura de Trump cuando todos los ejecutivos de las grandes empresas de información ocupaban los puestos que tradicionalmente pertenecían a su gabinete. En vez de refutar esta peligrosa asociación, los líderes del Partido Demócrata contribuyeron a su producción.

Al enfocarse en el tema de la inmigración, Trump busca manipular dos temas centrales en la historia de EU: el racismo y la xenofobia, factores históricos en la política e incluso la cultura de este país. Hay que agregar que el tema de la inmigración también está ligada a la llamada “teoría del remplazo” donde sectores de la derecha insisten que la inmigración es parte de un plan del “estado profundo” y las élites “culturales” para desplazar a la población “blanca” y anglosajona. Con esta ideología, Trump movilizó algunos sectores de la clase obrera blanca contra las élites liberales de las dos costas y los inmigrantes.

A pesar de la retórica antiélite de Trump, una nueva coalición de élites apoyaba al ex presidente –particularmente un grupo de multimillonarios, los llamados tech bros que avanzan ideologías de tecnofuturismo, o mejor dicho tecnofeudalismo, el más famoso de los cuales es Elon Musk, y otros como Marc Andreesen y Peter Theil–.

Estos individuos están librando una guerra de clases, promoviendo una visión de un futuro transhumano, impulsado por inteligencia artificial y financiado por criptomonedas que son imposibles de rastrear. Sueñan con una utopía tecnológica que controlarán. Andreesen recientemente comentó que apoyó a Trump porque sus empleados se habían transformado en “salvajes” y porque el gobierno intentó regular la industria cripto. Este nuevo grupo se unió con una vieja burguesía industrial, los sectores de bienes raíces y de finanzas.

En la elección de 2024, los demócratas no fueron capaces de movilizar contra la revolución social de la derecha. Adoptaron una postura defensiva, y para evitar críticas de la derecha, el entonces presidente Joe Biden adoptó la política de Bill Clinton y Barack Obama, apoyando una reforma migratoria sin proponer una legislación y deportando más inmigrantes que el propio Trump. Las diferencias entre ambos partidos sobre inmigración llegaron a ser imperceptibles y contribuyeron a la derrota de los demócratas.

Por su parte, Kamala Harris y la mayoría de los líderes demócratas simulaban que no enfrentaban una guerra de clases y que el objetivo de la élite no era el poder total, y que simplemente se podía reconstruir la vieja coalición de élites liberales con la clase trabajadora y personas de color. Aunque más multimillonarios apoyaron a Harris y la ex vicepresidenta recaudó mucho más dinero que Trump –casi 2 mil millones de dólares frente a 1.2– aun así, esta ventaja no fue suficiente.

La estrategia de Harris de hacer campaña como candidata del centro tradicional, de continuar la política neoliberal de consenso, no le permitió superar el entusiasmo por el cambio que generó el movimiento de Trump ni las frustraciones de su base por el estado de la economía.

Aun cuando haya ganado, el poder de Trump es frágil. La coalición del republicano no es homogénea, coexisten cristianos nacionalistas, élites pro inmigración, populistas antinmigración, expansionistas, obreros antiguerra, y un sector influyente de racistas. Ante ese complejo escenario, Trump sólo los puede unir con su capacidad de imponer su dominación. No obstante, hay indicaciones de debilidad en el poder de Trump, aunque con el desorden que él genera, es difícil verlas.

Hay fisuras políticas, particularmente entre los tech bros y las fuerzas antinmigrantes, que podrían debilitar la coalición trumpista y abren una oportunidad para los progresistas en EU. Trump insiste en que ganó un mandato contundente. Lo cierto es que tanto el país como el Congreso están casi divididos igualmente entre los dos partidos.

Es probable que Trump no tendrá la capacidad de manejar los conflictos en su partido sin recurrir al autoritarismo. La pregunta es si los demócratas y sectores progresistas tendrán la capacidad de aprovechar estas contradicciones. EU está ante una guerra de clase, donde el enemigo no es el inmigrante, sino una élite que pretende monopolizar la riqueza del mundo.

*Profesores eméritos, Departamento de Historia, Pomona College

@victorsilverman.bsky.social

@mtinkersalas



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