La segunda investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha sido bien recibida por distintos líderes de la nueva extrema derecha (NED) en América Latina, quienes consideran que la reciente agenda geopolítica estadunidense podría marcar un cambio en la correlación de fuerzas a nivel nacional. Así, la anunciada “era dorada” de Estados Unidos propiciaría el desarrollo o consolidación de plataformas políticas que logren desbordar en clave reaccionaria, los marcos y límites establecidos por el sistema de partidos y la cultura política dominante.
Aunque algunos sectores de la NED han logrado consolidar formaciones partidistas e incluso alcanzar posiciones de gobierno en países como Argentina, Brasil y, con múltiples especificidades, El Salvador, la mayor parte de los adscritos al trumpismo –por principios o por pragmatismo– no ha encontrado cabida en la política institucional, ya que los partidos conservadores o de centro-derecha se han desmarcado de posiciones extremistas e incluso han adoptado elementos progresistas en su retórica. Sin embargo, el escenario actual parece apuntar a un aggiornamento de la NED, que entre otras cosas permitirá consolidar una inédita política de masas.
En años recientes, la cruzada global de la extrema derecha contra el progresismo, la “ideología woke” y en general los avances democráticos, ha adquirido mayor presencia mediática y éxito político-electoral. Esta reacción ha encontrado en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), un foro liderado por el trumpismo, un espacio relevante de discusión coyuntural, problematización política y proyección de utopías conservadoras.
La CPAC fue creada originalmente en la década de 1970 como una reunión regular entre los conservadores estadunidenses. Con el paso del tiempo se internacionalizó hasta convertirse en un espacio de intercambio donde la NED mundial ha adquirido cada vez más relevancia. En su momento, la CPAC resultó clave en el ascenso de Ronald Reagan. Y también ha sido fundamental para mantener la centralidad de Donald Trump en el espectro conservador internacional, con gran énfasis en el hemisferio.
La Conferencia ha resultado un espacio de gran influencia en la NED latinoamericana. Además de la asidua asistencia de líderes regionales a sus encuentros, esos espacios han representado un locus de producción y difusión de una retórica que se posiciona paulatinamente en el sentido común de la población, referente a la batalla cultural, las desgracias del socialismo, la lucha por la libertad, etcétera. No obstante, una implicación fundamental de su desarrollo es la promoción de una nueva política de masas de extrema derecha, derivada de la tradición paleolibertaria de la década de 1990 en Estados Unidos y a la cual algunos teóricos conservadores atribuyen el éxito de Trump.
El paleolibertarismo se desarrolló como una estrategia política para hacer avanzar las ideas de la libertad económica y el conservadurismo social. Fueron las plumas de Murray Rothbard y Llewellyn Rockwell, faros intelectuales del presidente argentino Javier Milei, quienes lo teorizaron como una política de masas para luchar contra la izquierda (https:// acortar.link/exi1pS). Esta consistía esencialmente en conformar una alianza populista entre sectores libertarianos (seguidores de la Escuela Austriaca de Economía, objetivistas, y demás integrantes de la amplia familia del individualismo de mercado) y la alt-right. El fin era difundir las ideas de la “libertad” y al mismo tiempo exponer a las “élites corruptas” que habían atentado contra ella: las élites socialistas enquistadas en el Estado.
Entendieron que para llevar a cabo dicha tarea tenían que impulsar ciertas acciones como: a) construir la narrativa de un campo político dividido entre enemigos de la libertad (burocracia estatal, educadores progresistas) y sus defensores (libertarianos); b) apelar directamente a las masas, quienes son oprimidas por el Estado gracias al cobro de impuestos y c) agrietar los medios de comunicación tradicionales y a los intelectuales universitarios. El paleolibertarismo proponía una articulación de las ideas económicas correctas (libertarianistas) con la valentía (de la alt-right) de mantener abiertamente en el debate público posiciones polémicas: racistas, xenófobas, protofascistas. En pocas palabras, posiciones de una derecha sin complejos.
Con distintos grados de éxito, tal apuesta estratégica se despliega en América Latina. En Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, e incluso en México, liderazgos de la NED, vinculados al trumpismo, comparten cada vez más características: a) apuestan por la profundizacion de políticas neoliberales; b) comparten agenda en la promoción de criptomonedas, agenda antiwoke, antifeminismo y anti-izquierdas en general; c) centran su comunicación política en fake news; d) impulsan narrativas militaristas y de orden público; c) mantienen conexiones orgánicas con redes neoliberales (CPAC, Atlas Network o ambas, con todo y sus contrapuntos) y d) impulsan una estrategia política “de masas” que busca interpelar a sectores populares y a grupos denominados “desclasados” de la clase obrera, con el fin de combatir a la izquierda e imponer un régimen fundado en la libertad económica (del capital) y el control social.
En la región latinoamericana es posible encontrar cada vez más el maridaje entre sectores libertarianos (partidos libertarios minoritarios, think tanks vinculados a Atlas Network, académicos liberales, colectivos anti-Estado y pro mercado) y la “alt-right regional” (liderada a menudo por políticos carismáticos y abiertamente polémicos, enemigos de lo “políticamente correcto”). Esta articulación se orienta también a construir una política de masas en torno a los principios de la privatización y la exposición pública de valores antidemocráticos y anti-igualitarios. Los intentos surten efecto paulatinamente, como puede constatarse en el Cono Sur.
Ante este panorama, ¿cómo responderán el pensamiento crítico, los movimientos sociales y el progresismo el general?
Politólogo
@MaurroJarquin