El distanciamiento comenzó en el otoño de 2023, cuando Azerbaiyán resolvió por la fuerza el disputado enclave de Nagorno-Karabaj y expulsó a los armenios que residían ahí. Armenia estimó que Rusia, que tiene la última palabra en la OTSC, no quiso aplicar la cláusula de asistencia recíproca en caso de agresión, ya sea por estar concentrado en su operación militar especial
en Ucrania o para evitar un choque directo con el principal apoyo azerí, Turquía, miembro de la alianza noratlántica que a la vez ejerce, para beneficio propio, como uno de los resquicios en Europa para eludir las sanciones occidentales.
Consciente de que poco puede hacer para que el gobierno de Nikol Pashinián dé marcha atrás en su política de acercamiento a Washington y Bruselas, Moscú no oculta su malestar y trata de presionar a Ereván advirtiendo que la membresía en la Unión Económica Euroasiática y la Unión Europea son incompatibles, por lo cual los armenios tienen que escoger en cuál se quedan.
Armenia, cuyo comercio con Rusia alcanza 80 por ciento, quiere disfrutar los beneficios de pertenecer a ambos bloques económicos y también tiene claro que no existe riesgo de sufrir una invasión rusa como Ucrania por no tener frontera común ni acceso al mar.
Así las cosas, el proceso de adhesión de Armenia a la UE lleva mucho tiempo y debe comenzar después de un referendo que aún no tiene fecha. En todo caso, los comicios legislativos de 2026 serán decisivos para saber hacia dónde se dirige ese país del Cáucaso del sur.