°C -
|

La Jornada

Últimas noticias
Anuncio
Anuncio

Economía moral

24 de enero de 2025 08:38
Al comenzar el tercero, y último de los tres capítulos que György Márkus (GM) escribió en el libro colectivo Dictadura sobre las necesidades (Fehér, Heller, Márkus), señala que ya es hora de abordar la estructura social del socialismo realmente existente (SRE). En primer lugar, aborda la organización del aparato burocrático que entiende cómo la integración y unificación de todos los cuerpos organizados de decisión social, ejecución y control, en una jerarquía omnicomprensiva y centralizada. Destaca dos aspectos: al interior del aparato ninguna organización tiene autonomía institucional. Todas son burocracias parciales de secciones de la vida social, unificadas y subordinadas a un centro. La interacción entre ellas se asegura por una organización separada: la del partido (P), que penetra las demás organizaciones de administración y control y tiene su propia jerarquía. Esta unificación está inscrita en la lógica misma de la organización del poder. La unidad del aparato se asegura mediante las siguientes características: 1) tanto el acceso a estas organizaciones como su funcionamiento están subordinados a reglas y principios que son idénticos en todas las esferas, lo que se asegura mediante el carácter puramente formal de las elecciones a todos los niveles y el dominio aplicado de los órganos ejecutivos sobre los electos. Es decir, el acceso a la membresía en cualquiera de sus segmentos funcionales sigue el principio del autoreclutamiento y autoformación del personal, por parte del aparato mismo. 2) El énfasis de Weber en la conexión carácter ejecutivo-experto del poder burocrático conectado con la racionalidad formal de la elección de medios para fines prefijados, no puede aplicarse a una sociedad que funciona con un sistema de órdenes emanadas de un centro autodesignado. Son burócratas, por tanto, sólo en el sentido de que su poder depende sólo de su puesto, pero no en el sentido de la naturaleza de su actividad. 3) El imperativo estructural de este sistema, transformar todas las burocracias en órganos funcionales a los propósitos centralmente definidos, encuentra su expresión subjetivo-normativa en la demanda a cada funcionario de someter su actividad no sólo a las reglas y directivas explícitas del puesto, sino también a los intereses generales del Estado. Esta dualidad resulta en una creciente dependencia de cada burócrata al aparato en su conjunto. Puesto que sus actividades deben satisfacer dos conjuntos de requerimientos no coincidentes y con frecuencia opuestos, la persona siempre puede estar equivocada. Esto crea el ethos específico de esta burocracia en la cual la lealtad al aparato (‘el Partido siempre tiene la razón’) se vuelve dominante. 4) Hay un alto grado de circulación entre estructuras burocráticas que contrarresta la tendencia de burócratas individuales a identificarse más con su puesto que con el aparato. El elemento decisivo en mantener integrada la estructura de poder es el P, pues significa que las decisiones de su cúpula son obligatorias e incontestables para todos los órganos de poder y organizaciones sociales. Así se evitan las tendencias potenciales a la autonomización.

A pesar de lo anterior, las burocracias específicas desarrollan, por necesidad, sus propios intereses particulares. Sus interrelaciones son en algunos aspectos competitivas, lo que se expresa en formas de negociación. Esto deriva, en parte, de la lógica general de las organizaciones jerárquicas en las que las posibilidades de avance individual en la escala del poder se entrelazan con el peso y jurisdicción de la actividad de la burocracia específica a la que se pertenece. Los funcionarios son responsables no sólo del logro sustantivo en las tareas, sino también del funcionamiento suave y pacífico del dominio administrado. Para mantener el campo de su autoridad pacificado, cada sección burocrática tiene que intentar influir en la fijación de objetivos universales en una dirección que exprese los objetivos particulares de aquellos que están involucrados en, o son afectados por, las actividades del sector social. Así, los intereses de la oficina se vuelven hasta cierto punto expresiones de varias demandas sociales más amplias. Esto se expresa, sobre todo, en la competencia entre oficinas por fondos presupuestarios. El P trata de mantener estas pugnas bajo control. Sin embargo, estas tendencias autonomistas no son sólo inevitables, sino altamente funcionales para asegurar la reproducción normal de todo el sistema de dominación. Dada la ausencia casi total de una arena de política pública, los intereses diferentes y parcialmente opuestos de varios grupos sólo cuentan con las voces de esas burocracias. ¿A qué tipo de grupo social pertenecen los miembros del aparato de poder descrito? ¿Constituyen una nueva clase –la clase gobernante de las sociedades tipo soviéticas–? Ésta es la pregunta más importante, y más disputada, sobre la estructura social de estas sociedades. GM se siente restringido a la observación elemental e incontrovertible, que en la historia de estas sociedades el personal del aparato ha estado sujeto a un proceso de homogenización y consolidación de un grupo social único, distinto. En el periodo inmediato posterior a la transformación anticapitalista, el aparato del Estado estaba tripulado por personas provenientes de dos medios sociales con funciones diferentes: funcionario políticos con frecuencia de origen de clase obrera, que fijaban los objetivos y ejercían el control, y también de especialistas burgueses de los estratos tradicionales de intelectuales/profesionales que proveían las especialidades técnicas. Pero en el curso de evolución de los regímenes, la marcada distinción entre estos dos tipos sociales de los agentes del poder ha venido desvaneciéndose sin desaparecer del todo. Se mantiene, vagamente, una diferencia entre tecnócratas y burócratas políticos y hay con frecuencia fuertes sentimientos de resentimiento entre ellos. En las sociedades tipo soviético las disparidades entre estos dos grupos son menos significativas que en Occidente; en las primeras las diferencias originalmente muy pronunciadas en nivel cultural, estilo de vida, etc., están desapareciendo rápidamente. Los puestos no son, por supuesto, heredados. El acceso a, y el avance en él, siempre depende en última instancia del principio: aceptación del individuo por el aparato. En estas condiciones, los miembros del aparato no constituyen ni podrían en su reproducción constituirse como grupo totalmente cerrado. Los hijos de los miembros tienen grandes ventajas, por el privilegio parcialmente formalizado (para personas en alta posición) y en parte práctico de asegurar para ellos acceso a la educación superior, que se ha vuelto la precondición formal más importante para el avance. Las conexiones personales a través de las cuales los padres pueden apoyar sus carreras también les da ventaja. Nos parece, concluye GM, absolutamente legítimo concebir a los miembros del aparato como un grupo único, homogéneo. Los miembros de este grupo ocupan todas las posiciones de poder social y de mando en las sociedades tipo soviéticas y usan estas posiciones para reproducir y extender las condiciones materiales y sociales de su dominio corporativo. ¿Constituye entonces este grupo una nueva clase gobernante?

¡Esta semana cumplí 30 años de escribir semanalmente en La Jornada!

www.julioboltvinik.org

Economía moral

Dictadura sobre las necesidades, la visión de György Márkus del socialismo realmente existente, XV. Desigualdad y dominación en una sociedad "sin clases".

México SA

"Latinos": 3.6 billones de dólares. Crece su peso en economía gringa. Trump, de la mano de Fox.

Astillero

¿Por qué sigue Rocha Moya de "gobernador"? Naufragante, repudiado. 4T lo elogia y sostiene. Abona a argumentos trumpistas.
Anuncio