La Iglesia oficial y las autoridades de Zúrich los declararon herejes y enemigos de la unidad religiosa/política del cantón. La razón fue que los llamados anabautistas decidieron ir a contracorriente de las doctrinas respaldadas por el reformador Ulrico Zuinglio, las cuales contaban con el visto bueno del concejo que gobernaba la ciudad.
El 21 de enero de 1525 los reunidos en casa de Anna, la madre de Felix Mantz, uno de los líderes del grupo, sabían bien que pesaba sobre ellos una orden que prohibía congregarse en hogares para estudiar e interpretar la Biblia y efectuar actos como la Santa Cena. Tanto el Gran Concejo de Zúrich, como el Pequeño, partidarios de las enseñanzas de Zuinglio, habían decretado tres días antes que los niños no bautizados debían serlo en el plazo de una semana. Esto implicó que Conrado Grebel, Felix Mantz, Jorge Cajacob y otros tomaran la decisión de no obedecer la citada ley, confrontándola con su entendimiento bíblico sobre el significado del bautismo.
El asunto de bautizar o no a los niños se debatió ante las autoridades zurichenses entre Zuinglio y teólogos afines, por una parte, mientras la oposición estaba formada por ex discípulos del reformador, uno era Felix Mantz. Éste puso por escrito a mediados de diciembre de 1524 los argumentos del grupo para rechazar el bautismo de infantes. Mantz resaltó varios pasajes del Nuevo Testamento, entre ellos Hechos 22:6-16, donde Pablo relata su conversión y posteriormente es bautizado.
Argumentaba que la citada sección mostraba “claramente qué es el bautismo y cuándo debe practicarse, es decir, en aquel que habiendo sido convertido por la Palabra de Dios y habiendo cambiado su corazón, desea de ahora en adelante vivir una vida nueva, como Pablo claramente lo muestra en la Epístola a los Romanos, capítulo 6, muerto a la vieja vida, circuncidado en su corazón, habiendo muerto al pecado con Cristo, habiendo sido sepultado con él en el bautismo y resucitado con él en una vida nueva, etcétera. Aplicar tales cosas como las que acabamos de relatar a los niños es contra toda Escritura”.
El sábado 21 de enero de 1525 las autoridades de Zúrich prohibieron a Felix Mantz, Conrado Grebel y el círculo que coincidía con ellos hablar de sus enseñanzas. Igualmente quedaron proscritas las reuniones caseras. Por la tarde los inconformes estuvieron analizando qué debían hacer ante las circunstancias adversas. Conscientes de las represalias a sufrir si iban en sentido contrario a las doctrinas de la simbiosis Iglesia-Estado, se vieron en la necesidad de precisar cuáles eran sus convicciones centrales y las acciones que debían llevar a cabo.
El intercambio de pareceres acerca de poner en práctica una convicción fuertemente arraigada llevó a uno de los presentes en la reunión, Jorge Cajacob, a pedir a Conrado Grebel que lo “lo bautizara por el amor de Dios, con el verdadero bautismo cristiano sobre su fe y su conocimiento. Y cuando se arrodilló con esa súplica y ese deseo, Conrado lo bautizó […]. Después de que esto se hizo, los demás desearon de manera semejante que Jorge los bautizara.
Y él bautizó a todos cuantos se lo pidieron. De esa manera todos a una se entregaron a sí mismos al nombre del Señor, en el alto temor de Dios. Cada uno de ellos confirmó al otro en el servicio del Evangelio, y comenzaron a enseñar y a conservar la fe”. La narración de lo acontecido la gélida tarde/ noche del sábado 21 de enero de 1525 es de la conocida como Crónica Hutterita, cuyo autor inicial fue Gaspar Braitmichel; él tuvo como fuente a Jorge Cajacob, el primer bautizado.
Al otro día de los bautismos en Zúrich, Conrado Grebel, Felix Mantz y Jorge Blaurock revitalizaron al grupo de simpatizantes que tenían en Zollikon, población de 350 habitantes y distante a pocos kilómetros de Zúrich. En la semana del 22 al 29 de enero de 1525 fueron bautizadas en Zollikon 35 personas.
En el poblado la familia Hottinger fue muy activa en la difusión de las creencias anabautistas, a causa de esto tanto mujeres como hombres fueron encarcelados. Años después, en 1530, buscando refugio en Moravia, Jakob Hottinger y su hija Margarita fueron condenados a muerte por su anabautismo. Él pereció por decapitación, ella fue ahogada por sus verdugos.
Tres de los principales protagonistas de lo sucedido el 21 de enero de 1525 debieron vivir el resto de sus vidas bajo persecución. Conrado Grebel, quien bautizó a Jorge Cajacob, murió víctima de la peste en agosto de 1526, tenía 28 años. Felix Mantz, en cuya casa se realizaron los primeros bautismos, fue condenado a muerte mediante ahogamiento por las autoridades reformadas de Zúrich, la pena se cumplió el 5 de enero de 1527, entonces tenía 29 años. Cajacob fue quemado en la hoguera por autoridades católicas cerca de Klausen (actual Chiusi, en Italia), el 6 de septiembre de 1529, tenía 38 años.
La expansión del movimiento anabautista por gran parte del territorio europeo se debió al activismo evangelizador de sus integrantes, pero también fue un resultado de las persecuciones que obligaron a los anabautistas a huir y dispersarse por distintos territorios. Pese a la gran hostilidad en su contra el anabautismo construyó, en el clandestinaje, caminos de continuidad que trascendieron los siglos y sus descendientes confesionales son hoy una familia global bien arraigada, familia que continúa enfatizando rasgos identitarios defendidos por sus ancestros del siglo XVI.