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El expansionismo de Estados Unidos

22 de enero de 2025 00:03

El retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos representa una seria amenaza para el ya de por sí complicado escenario internacional y tiene serias implicaciones para México, su vecino y principal socio comercial.

El cierre migratorio de la frontera con México que decretó en su primer día, catalogar a las organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico como terroristas, promover la producción y consumo de combustibles fósiles, y borrar de un plumazo derechos y libertades conquistadas por décadas de lucha de las mujeres, los afroestadunidenses, la comunidad de la diversidad sexual y los migrantes, significan una modificación de la relación de Estados Unidos con el mundo y son un grave riesgo para nuestro país.

La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum ha sido digna y sensata. Ha subrayado que México es un país libre y soberano, que la relación con Estados Unidos será sobre la base del respeto y la cooperación, ha establecido una red de mecanismos de apoyo para nuestros connacionales que pudieran ser afectados por las medidas de Trump y ha llamado a mantener la unidad y la calma para enfrentar este desafío.

Es posible que muchos de los amagos de Trump no se concreten. Hay resistencias de empresas y grupos que verían amenazados sus intereses. Pero también es cierto que tendrá condiciones más favorables que en su primera presidencia, cuenta con la mayoría en el Congreso, mayor apoyo de la Suprema Corte, se ha apoderado del Partido Republicano y hay más personajes que respaldan sus posturas supremacistas, racistas, xenófobas, misóginas. Existe el riesgo de que en el caso de México haya deportaciones masivas, aranceles y acciones de fuerza contra el crimen organizado en territorio nacional.

Al margen de lo que pueda ocurrir, conviene recordar algunos episodios en la historia expansionista de nuestro vecino. Desde su arribo, los colonos ingleses que en 1776 formarían Estados Unidos tuvieron el propósito de poblar las tierras y ampliar sus fronteras por la fuerza, la compra o la negociación, apropiándose de territorios donde estaban establecidas numerosas culturas originarias. Este expansionismo continuó como nación independiente, a través de la guerra contra otros pueblos originarios y contra sus vecinos, británicos y mexicanos.

Las tribus indígenas del norte de América eran sociedades igualitarias, pequeñas, itinerantes, con cerca de 375 lenguas autóctonas. El colapso demográfico por los virus y bacterias traídos por los europeos, provocó la extinción de la mayoría de ellos. A esa catástrofe demográfica, se sumó la violencia de la conquista, la guerra y la destrucción de sus culturas. En 1800, sólo sobrevivían 600 mil de los 5 millones de indígenas que poblaban Norteamerica.

La ambición por sus tierras se convirtió en una guerra de exterminio contra los pueblos americanos. La primera colonia inglesa, Virginia, pronto entró en guerra para despojar a los indígenas ahí establecidos. Con el florecimiento del cultivo del tabaco, el algodón, el arroz y el añil, los colonos hicieron de la esclavitud de la población africana arrancada con violencia de sus lugares de origen, el pilar de su desarrollo.

En Virginia, Maryland y en el resto de las colonias sureñas se creó una sociedad desigual, racista y discriminatoria, dominada por la oligarquía expansionista. En el norte, en Nueva Inglaterra, el despojo y la guerra contra los indígenas ocupó buena parte del siglo XVII.

El avance de los colonos sobre las tierras de los indígenas continuó durante el siglo XVIII. Consumada su independencia, la Confederación de Estados Unidos continuó con la expansión territorial. Entre 1784 y 1787 las Ordenanzas del Noroeste permitieron la ocupación de tierras indígenas y alentaron el establecimiento de repúblicas que formarían parte del nuevo país. Se fundaron Ohio, Michigan, Wisconsin, Indiana e Illinois.

En 1800, con Thomas Jefferson, se agudizó la expansión territorial. Los apremios de Napoleón Bonaparte, en guerra contra la Santa Alianza, le dieron la oportunidad de comprar a Francia por 15 millones de dólares la Luisiana, cuya frontera norte lindaba con Canadá y la del sur llegaba al Golfo de México. Con esa compra, Estados Unidos duplicó su territorio.

La ocupación de la Luisiana impulsó aún más el expansionismo, con una mística de conquista y apropiación de territorios indígenas y novohispanos. Se propusieron llevar su frontera hasta el río Bravo, por el Sur, y hasta el litoral del Pacífico, por el oeste. El primer paso fue apoderarse de Florida, entre 1810 y 1814.

La conquista del Oeste fue el motor de su desarrollo, identidad y objetivo estratégico. Después, lograron la anexión de Texas, independizada de México en 1836. La culminación fue la guerra de conquista de México en 1846-1848, con lo que se quedaron con California y Nuevo México, más de 2 millones de kilómetros cuadrados y el tratado con Gran Bretaña que les permitió quedarse con Oregon en 1848. Entre 1792 y 1861 entre el río Ohio y el río Misuri se constituyeron 17 nuevos estados. Su sueño expansionista se había cumplido.

*Director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México



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