El marxista guatemalteco Mario Payeras murió en enero de 1995 en la Ciudad de México, pasó sus últimos años en Chiapas, lugar desde el que bus có articular una propuesta políticocultural que estuviera a la altura de los cambios democráticos que su país demandaba. Desde ahí, terminó de afinar una reflexión sobre la dimensión ecológica a la que atendió detenidamente.
La personalidad de Payeras es única en el trayecto intelectual latinoamericano, pues se articula a partir de problemáticas cuya dificultad y amplitud parecen excluirse. Inicialmente formado en filosofía, dejó muy joven su natal Guatemala ya con sus primeros años de militancia a cuestas. Arribó al México desarrollista, en 1961, año en que se conformaban la gran red latinoamericana de apoyo a la Cuba revolucionaria sustentada por el general Cárdenas.
En este país, Payeras fue alumno de Adolfo Sánchez Vázquez, Paula Gómez y Wenceslao Roces. Su formación filosófica siguió en la República Democrática Alemana. Después de periplos en Europa del Este y Asia, volvió a América Latina para incorporarse como revolucionario de tiempo completo.
La etapa como comandante guerrillero del Ejército Guerrillero de los Pobres, organización surgida como parte de la segunda oleada armada guatemalteca, es la más conocida en su itinerario. Payeras elaboró ahí Los días de la selva, uno de los testimonios políticos más leídos, traducido al inglés y al japonés. Una lectura atenta muestra que este documento es también un ensayo filosófico sobre el vínculo humano con la naturaleza en situaciones extremas. Posteriormente, en El trueno de la ciudad, relató los momentos de clandestinidad urbana de los grupos insurgentes y en Los fusiles de octubre constató el cambió en los escenarios de lucha, provocados por el fortalecimiento de las acciones del ejército.
Abandonó la lucha armada para fundar una publicación militante, Opinión política, y más tarde la organización Octubre Revolucionario: Payeras no quedó estático en sus posiciones y siguió analizando la coyuntura regional centroamericana y la de su país natal, ya desde Chiapas. Entendió que si alguna valía podía guardar la palabra revolucionario, “la que prefería sobre la de izquierda”, era la contribución al proceso político sustentado por los sectores populares y éste no era otro que el de la paz y la democracia.
Todos estos años, además, estuvieron marcados por la presencia de la temática étnica, que se presentaba como un desafío a los esfuerzos revolucionarios. No mucho tiempo atrás, los sandinistas habían experimentado problemas al entender la dinámica propia de una situación multiétnica. Payeras entró directamente a este desafío, actualizando la temática desde un punto de vista marxista, pero situado en la realidad latinoamericana.
Pero Payeras nos legó una obra más amplia que la estrictamente referente al periodo de la lucha armada. Escribió cuentos a partir de sus experiencias en el mundo, en los que observó los más diversos paisajes sociales y naturales.
Los escritos contenidos en Fragmentos sobre la poesía, las ballenas y la música muestran que el ensayo sigue siendo la estructura más potente de la filosofía latinoamericana, pues en ellos aborda, siempre desde una mirada marxista, desde el clásico tema de la instrumentalización de la naturaleza a la literatura de Miguel Ángel Asturias, del vínculo de los océanos con el cosmos al análisis de Moby Dick.
Su Latitud de la flor y el granizo es una historia ambiental de Guatemala, que contempla, desde la noción de totalidad, la hipótesis del papel de la naturaleza en la conformación del orden oligárquico y el impacto de la industrialización en el paisaje.
Las militancias contemporáneas se beneficiarían mucho de conocer su obra. Sensible a la dimensión étnica, no abandonó la perspectiva revolucionaria como una que involucraba a la totalidad del orden social; atendió perspectivas culturales, musicales, literarias, pero también fue un analista político que criticó la deriva autoritaria del socialismo y no lamentó el ocaso de las formas tradicionales de organización política, en resumen, fue un protagonista de la coyuntura revolucionaria guatemalteca y global.
La tradición marxista latinoamericana no tiene que cruzar el Atlántico en busca de Walter Benjamin para encontrar su adalid contra el devastador progreso capitalista, pues Payeras ocupa, con toda legitimidad, este lugar. Cabe destacar entre la bibliografía a propósito de Payeras los trabajos de Carlos Figueroa, Sergio Tischler y Diana Méndez Rojas, quienes han contribuido a renovar la mirada que se tiene sobre su obra.
Al morir, Adolfo Gilly le dedicó un breve ensayo. Le llamó el halcón peregrino, una especie que Payeras estudiaba en sus últimos años. Las aves son una constante en su narrativa literaria, pues expresan tanto la belleza del mundo como la crueldad del encierro racionalista. Las revoluciones, como las aves, son plenas y bellas en el vuelo, aunque inalcanzables; y cercanas y visibles cuando se encuentran contenidas en la tristeza de su conservación.
*Investigador de la UAM